Nosotros los pobrecitos

Los pobres somos bien chingones, ¿a poco no? Sabemos vivir con dos pesos en la bolsa, nos enorgullecemos cuando logramos hacer algún negocio que requiriera poco o nulo dinero, podemos arreglar todas las cosas de la casa nosotros mismos, y tener todo lo del internet sin pagar por los derechos de autor. Sabemos también apreciar las cosas que tienen valor en la vida, las que no se pueden comprar, las que podemos compartir y que no dependen del valor del dólar o el petróleo (que se saca bien fácil, igual que sacar agua). Sabemos, también, por sobre todas las cosas, elegir a los mejores presidentes para que nos gobiernen.

Hay una postura que volvió discurso del día a día, esta forzada costumbre de llamar fifí al que no es prole. Expandiendo esta creencia aldeana de que tener dinero está mal, y de que los ricos son malos. El problema es que al igual que definir quién es justo y quién no lo es, saber quién es rico y quién no, es una complicación. Basta con que el vecino traiga unos Jordan, para que sea más rico que uno que no los tiene, y de ese modo, podemos señalarlo y apedrearlo como “fifí” y pendejo. ¿A poco crees que tu jefe es fifí, solo porque tiene mejor puesto que tú en la empresa? No pretendo defender en esta entrada a la clase media o alta o media alta, sino a la baja y más baja y medio baja. Porque este discurso de que existe algún grupo de la sociedad que son los “fifís” (que son bien fáciles de identificar) y que además por eso deben ser rechazados y, por si fuera poco “nos quitan nuestras cosas” y por ende es bueno y recomendable que nosotros les quitemos sus cosas (que eran nuestras) es un desmadre que no lleva a ningún otro lugar más que al infierno.

Nosotros los pobres tenemos el complejo de no tener nada, de no poseer otra cosa más que la sabiduría de las calles. Nos sentimos orgullosos por saber andar en tepito y porque en nuestra colonia no nos roban (los otros pobres, no los fifís, esos no entran a nuestra colonia ni saben andar en tepito porque los roban). Nos reímos de quienes no saben andar en metro, de quienes necesitan más de treinta varos para vivir al día, y de quien no ha probado una guajolota o no gusta de comer tacos de tres varos. Sabemos divertirnos, beber hasta caernos al suelo con menos de doscientos varos, y por supuesto disfrutar de lo bueno de la vida. Nos burlamos de los ricos porque necesitan que todo les hagan, les arreglen el grifo de la cocina, les destapen el baño, les cambien las chapas de las puertas, y para ello tienen que pagar (¡qué tontos!) a los pobres por cosas tan sencillas y tan básicas. En ese sentido somos superiores infinitamente. Los pobres poseemos el único recurso que tiene valor de verdad porque nosotros “sí nos la sabemos”.

Luego, podemos pensar sin mucho problema que los fifís (que no necesariamente son ricos) son mucho más tontos que nosotros, porque gastan en cosas que no deberían gastar porque son muy sencillas de hacer. Y es que ellos no poseen la sabiduría ni el tiempo para desarrollarla, se la pasan trabajando, mientras que nosotros los pobres, al mismo tiempo que buscamos chamba, podemos (además de divertirnos y darnos la buena vida sin gastar) pensar y reflexionar sobre la vida. La necesidad nos obliga a tener esta sabiduría, los fifís (cómo odio la manera tan forzada en la que revivieron esta palabra) no están obligados por la necesidad (como si fueran otro tipo de ser, uno no humano) y por lo tanto no tienen que desarrollar las mañas (ninguna), ni aprender, ni ser sabios. Simplemente pueden resolver sus problemas pagando (a los pobres que sí son sabios).

Por supuesto nosotros los pobres somos muchos, y somos sabios. Somos el pueblo sabio, idea que ya nos vendió el naco ése que tan bien nos gobierna y que está tan empeñado en quitarle a los fifís para quedárselo él (que no es fifí), digo para dárselo a los pobres, porque nosotros somos primero (y él es de los nuestros, ¿no?). Ahora que el pueblo sabio por fin hizo su voluntad y puso al poder a alguien que sí puede defender sus intereses (los de él, que dice que son los nuestros, aunque a mí no me interese ni un tren maya ni una refinería), podrá sentarse a rascar su panza y ver cómo despojan a los fifís de sus bienes malhabidos (que eran nuestros). Ahora que pusieron a un presidente que no es corrupto y que le va a quitar lo corrupto a los fifís (y nos lo va a dejar a nosotros) ahora sí, podemos sentirnos felices, felices, felices.

Y ahora que hemos concordado en que los pobres somos los más (porque nos hicimos escuchar) y que los ricos son los menos (porque les están quitando sus intereses corruptos). ¿De dónde verga sacas, pueblo sabio que los presidentes anteriores los votaron los ricos (que siempre fueron menos y más pendejos)? ¿De dónde sacas que los ricos impusieron sus presidentes “corruptos” y que “destruyeron el país” (aquellas veces y ésta por única ocasión no fue así)? ¿Qué no los ricos son pendejos? ¿Qué no los fifís son mucho más tontos que nosotros? (y por supuesto menores en número). ¿Por qué chingados piensas que el dinero y el saber tienen algo que ver, y que el hecho de que tú seas sabio depende de no tener dinero, y de que los fifís sean pendejos y no se den cuenta de que nuestro presidente está haciendo las cosas bien se debe a que tienen más dinero que nosotros?

Nosotros los pobres sabemos regatear, sabemos talonear, si el güey de los chicharrones nos echa poquita salsa, le exigimos que le eche más, de la que pica y le exprima un limón nuevo o le rompemos su puta madre, porque a nosotros no nos va a ver la cara. Si el güey que le cambia las suelas de tus zapatos te los deja mal, vamos y le armamos un desmadre para que nos los deje chidos y además les cambie el color. Sabemos hacer valer nuestro dinero entre los nuestros, y entre los que se quieren pasar de verga. Porque eso sí, con nosotros los pobres nadie se puede pasar de verga, porque les enseñamos la ley del barrio. Esto lo hacemos día con día, ¿por qué chingados ahora resulta que le aplauden al pendejo del presidente el que se esté pasando de verga con nosotros? A poco además de infinita sabiduría tenemos infinita envidia, y nos basta con que se chinguen a los ricos, aunque también nos chinguen a nosotros. Ahora sí, eso si es que de verdad se están chingando a los ricos. Como les mencionaba hace rato, saber quién es rico y quién no, es un pedo. Yo sé que eres sabio, pueblo sabio, pero distinguir a los ricos requiere más sabiduría que la del barrio. Mientras el resentimiento nos nuble el juicio, no vamos a poder saberlo.

Me emputa que nosotros el pueblo sabio aplaudamos las crisis económicas, porque ahora sí, el rico será tan pobre como nosotros, y nosotros seremos tan pobres como los muertos. Me emputa que se crea que somos tan chingones que necesitamos a un fifí naco que dice que no es rico y que es del pueblo, para defender nuestros intereses de los imbéciles fifís.

Déjame decirte, pueblo sabio chingón y pobre. Los fifís son tan pueblo como nosotros, que tengan más dinero no los hace más pendejos, tampoco más listos. Guardemos la sana costumbre que tuvimos en tiempos pasados, de aceptar una sencilla y simple verdad: el pueblo es el pueblo, el gobernante nos quiere y nos va a chingar, nunca va a ser nuestro amigo, ni nos va a hacer ricos, ni nos va a repartir las riquezas, tampoco va a bajar el precio de la gasolina, ni a estabilizar el precio del dólar por nosotros. Creo que entre más rápido comencemos a desligar nuestra chingonería y sabiduría del hecho de tener o no dinero; más rápido vamos a poder defendernos del gobernante y dejar de aplaudirle sus pendejadas. O no.

Plebiscito

Querido día de la Bandera, en este día mágico de la Patria, quiero que me traigas una cosa muy especial.

Hablaré en el más sincero tono de mis intereses políticos. Seré breve, porque más que un texto serio, éste, es una carta de deseos por cumplir. Esta semana escuché un rumor acerca de que uno de mis sueños de juventud estaba por ser realizado y quiero expresar en esta entrada mi gozo, alegría, ilusión de que eso llegue a suceder. Pero depende del pueblo sabio que suceda. Así que, la bandita rocanrolera, ¡rífense!, ¿no?

Si algo ha de hacer el pueblo sabio en este sexenio. Si algo le voy a estar agradecido por motivos de lo más personales y egoístas es que quite de una vez por todas el cochino Horario de Verano. ¡Ay cómo lo Odio!
Gracias por leer, mis caprichos y mis berrinches.