Falsificación

Falsificación

 

Vi un fenómeno inusitado de la naturaleza. No es que me extrañe de todo o me asombre por nada, sino que en verdad fue un fenómeno nuevo en mis incursiones al mundo animal y mineral. Vi cuatro punketos posando para la foto. Fue todo un homenaje a la virilidad falsificada: gesto huraño, dientes gruñentes, fruncido ceño, pose añusgada, pantalones arañados, mechas añiles, botas abrigañas, ojos abeñulados, chaqueta con alzapaños y fálica seña. (No es cacofonía ni almorriña, lector, pues sin eñes la descripción pierde todo su atractivo). Posar para la foto siempre es una falsificación de la vida, incluso cuando quienes posan son ya de por sí bastante falsos. Posar para la foto es un fingimiento desesperado.

         No me gusta ver a la gente posando para las fotos. Ponga su mano aquí, no tan alto, más natural. Una mano toma la rienda del caballo y la otra ciñe el florete con naturalidad de mando. Sonría a su esposo con ojos de amor. Mire como al horizonte su tiempo perdido. Dele limón al niño como para que sonría. Despierte al abuelito para que no salga con los ojos cerrados. Derecha la crinolina, Carolina. Y todas esas cosas que se dicen para producir el fingimiento de la foto me son desagradables. Porque la foto, cuando no es espontánea, tiene su efectividad en el ocultamiento de lo que realmente pasa. La foto posada es una mentira fácil y simplona.

         Algunos dicen que las fotos nos sirven para el recuerdo. Hay quien atesora álbumes de fotos para saber cómo era el tatarabuelo antes de perder el ojo y con ello ejemplificar la legendaria resistencia familiar ante el dolor, o para ver los bigotes de la abuela y señalar la reciedumbre que corre por las vanagloriosas venas de su prole. Otros más, repasan las fotos como para comprobar que algún día se vieron bien, que en algún momento el fingimiento no se veía tan falso, que en la juventud sabían mentir mejor. Y otros, los más cursis, ven en los álbumes de fotos sus andaderas del recuerdo, pertrechos para la memoria, utillajes para la inmersión en el pasado perdido. Siendo las fotos posadas fingimientos desesperados, los álbumes resultan falsificadores del recuerdo, llaves de puertas nunca cruzadas, hitos de caminos en los que nunca se pudo andar. (No pierda el lector la oportunidad de falsificarle a voluntad el falso recuerdo a su cursi más cercano en la próxima visita al álbum familiar. La técnica es fácil: se comienza preguntando si no recuerda por qué tenía esa genuflexión forzada como sonrisa la tía quedada y se le inventa que acababa de salir de su segunda histerectomía y que la foto fue en ocasión de su ovario izquierdo. Confundido, y desconocedor de tales intimidades, el cursi más cercano habrá creado un panorama en que se inscribe la foto, una leyenda interior sobre los interiores de su tía y una justificación a la histeria que misteriosamente la entregó virginal a los labios del alcohol y a los secretos del relicario por partes iguales).

         De entre las fotos posadas, las selfies me molestan más, tanto por hipócritas como por profanas. En ellas, todos quieren aparecer alegres o interesantes. Si alegres, aprovechan la selfie grupal para apelmazar la materia de sus rostros bajo el ojo inclemente de una cámara falsa. Si interesantes, se toman como al acaso lo que es intencionado, asumen la falsificación de la pose para negarla falsificándola (movimiento dialéctico que si todavía hubiera marxistas haría la delicia de sus deliquios). Cuando en la selfie quieren resaltar el contexto, la foto muestra una presencia que se perdió de lo presente, una importancia que se antepuso a lo importante, la primacía del yo hacedor sobre el fenómeno inusitado. La selfie falsifica la falsificación, subordina lo fotografiable a lo olvidable, anticipa la imposibilidad de falsificar recuerdo alguno porque hace de todo una imagen producida. A más que después del Cristo de San Juan de la Cruz ya no tiene chiste hacer imágenes desde la perspectiva del Padre. La selfie es quizá la última falsificación posible. La selfie será tumba de la memoria.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Importantísimos reportajes de Animal Político. Primero, policías federales señalados como probables participantes de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, específicamente señalados por su participación en el retén que permitió el paso de un grupo de 20 normalistas retenidos que eran trasladados de Iguala a Huitzuco, han sido transferidos o se ha destituido a los responsables de la cadena de mando. Segundo, un mando militar presuntamente relacionado con Guerreros Unidos, la negativa oficial a investigarlo y la clasificación confidencial a su expediente. 2. Buena nota de El Universal: hubo trampa en la designación de los integrantes del Sistema Nacional Anticorrupción. 3. Carlos Puig articula un panorama claro -en lo posible- en torno al uso gubernamental de Pegasus. En tanto Raymundo Riva Palacio dio en el punto: el problema político del espionaje es su uso propagandístico. 4. Se agradece siempre la inteligencia de Gabriel Zaid, pues en su análisis del origen de la violencia en el México contemporáneo nos da ideas para hacer frente a la catástrofe. Es Zaid, se trata de ideas prácticas, no son soluciones infladas de gigantismo, sino soluciones pequeñas del optimismo zaidiano. (Se equivoca y no le entiende, don Fede, al optimismo de Zaid, pues falla al creer que el poeta cree que los hombres pueden hacer grandes soluciones definitivas). 5. El gobernador «independiente» de Nuevo León, el priista Jaime Rodríguez Calderón «El Bronco», se lanzó contra los medios de comunicación pues le molesta que investiguen sus -por no decir mentiras- imprecisiones. Ejemplo de ello la oportuna nota de El Norte del jueves 29: dice que no sabe si quiere ser candidato a la presidencia, pero ya tiene preparada su campaña. 6. ¿Alguien vio la campaña de apoyo a Joaquín López-Dóriga? ¿Alguien vio la convocatoria para la marcha sobre Reforma en protesta por el asalto a las oficinas de López-Dóriga? ¿Alguien escuchó el ultimátum de Carmen? ¿Alguien leyó la denuncia de Julio? ¿Alguien vio el hashtag de Epigmenio? La indignación, ya lo hemos dicho, es selectiva. En tiempos en que todos defienden la libertad de expresión y denuncian los ataques a periodistas, las oficinas de Joaquín López-Dóriga pueden ser saqueadas y todos se quedan calladitos. ¡Eso es compromiso, camaradas! 7. Hace 18 años, cuando comenzaba a popularizarse el uso de internet en México, Terra regalaba cederrones con los que gratuitamente podía accederse por algunas horas a la red. Posteriormente, Terra ofreció servicio gratuito de correo electrónico, páginas personales y se volvió un sitio popular de chat. Con la llegada de las redes sociales, el sitio tornó un aparador de noticias. Ayer, 30 de junio, Terra dejó de existir.

Coletilla. Tumbona ediciones regala en formato electrónico uno de los mejores libros de ensayo de la literatura mexicana de los últimos 10 años: Las encías de la azafata del ensayista tapatío José Israel Carranza, quien en Mural del jueves hizo una excelente reflexión.