Cambio

Cuenta una leyenda que Constantino, un descendiente en el poder que alguna vez ostentara César, venció a sus enemigos al luchar bajo un signo de una religión  que predicaba el amor al prójimo.

Además cuenta la leyenda que ese mismo César, que para entonces gobernaba un imperio ya en decadencia, se convirtió a la fe que hablaba de un Dios de amor y predicaba el perdón a los enemigos, lo que incluía el perdón a quienes en algún momento habían ofendido al que perdonaba.

Por si fuera poco, la leyenda cuenta que tras la conversión del mandatario se asentaron las bases del poder terrenal de un nuevo estado, indicando con ello que los cambios en la fe de los hombres suelen ocurrir desde arriba hacia abajo.

Esa leyenda, como todas las leyendas mucho tiene de falso, porque el cambio real en los hombres no viene de arriba a abajo, nace del corazón de los mismos y de la aproximación con el amigo.

En la amistad y la conversación que ésta implica se encuentra la salvación y la conversión,la última de gran ayuda para dejar de lado los errores que alejan al hombre dela felicidad de ser salvo.

En la amistad se encuentra la superación del egoísmo que suele caracterizar al tirano y quizá por ello aquellos que piensan que los cambios en el corazón del hombre se dan desde arriba a lo que está debajo buscan anular la amistad y por decreto determinan la diferencia entre lo bueno y lo malo.

No faltan los entusiastas que creen que los cambios en el corazón son producto de la historia,del progreso o del trabajo, aunque por el momento tímidas suenan las voces de quienes suelen criticar a los primeros.

Los críticos  parecen voces en el desierto y con tormentas de arena son callados por los optimistas que hacen la alabanza de los supuestos cambios alcanzados. Supongo que por decreto a todos nos toca sentirnos alborotados, como ante un pastel o juguete lo haría cualquier ingenua niñita.

Maigo.

El lado correcto del oráculo

Cuando Creso consultó el oráculo para saber si debía invadir a los lidios, pensó que éste vaticinaba en favor suyo y que los lidios serían fácilmente vencidos. Creso se imaginó estando del lado correcto del oráculo, pues muchos tesoros le había dejado a la isla en la que el ombligo del mundo se encontraba.

Sin embargo, Heródoto cuenta que Creso fue derrotado por Ciro y que acabó convirtiéndose en siervo del rey de reyes.

Creso comprendió que el oráculo simplemente anunciaba sucesos, sin colocarse del lado de nadie y que no conviene abusar de los anuncios divinos; quienes leen a Heródoto contando lo que le aconteció a Creso pueden entender que no existen lados correctos cuando se trata de investigar lo que es el hombre, porque el que ahora es pequeño puede llegar a ser poderoso y a la inversa.

Maigo

Cambios profundos

 

Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.

Lampedusa

 

Pensar en el carácter propio de una revolución, es difícil, por un lado se puede considerar la revolución que realizan los astros cuando se mueven en sus órbitas, por otro podemos fijar la atención en un cambio respecto a la disposición que se puede tener con una corriente ideológica, religiosa o política.

He decidido iniciar el texto de hoy citando a Lampedusa, porque al reflexionar sobre la revolución de las conciencias de la que tanto se habla últimamente me percato de la repetición de ciertos detalles que me indican que esa revolución es una más entre el montón de revoluciones que ha vivido la humanidad.

Los cuerpos celestes en el cosmos tienen movimientos constantes que por ocasiones parecen erráticos, tal es el caso de los movimientos que apreciamos en planetas como Marte o Venus, que casualmente simbolizan a la guerra y al amor.

Las tendencias en las poblaciones también suelen parecer regulares. Las ciudades prosperan y decaen, señala Heródoto y con ello nos muestra el orden en el que parece vivir el ser humano, el cual a veces vive periodos de guerra y a veces vive en paz hasta que aparece la  acción de Venus, como es el caso con la guerra de Troya.

Pero la compresión del hombre no es tan simple, si así fuera no podríamos reconocer en lo político la inconstancia que nos dificulta tanto pensar en qué es la justicia o cómo es que se debe legislar la vida de una ciudad, sin embargo, a pesar de esas dificultades hay puntos que permanecen en el cambio y que nos permiten pensar con cuidado en lo político.

Sin eso que permanece en el cambio, no nos mantendríamos como seres humanos, una constante por ejemplo, es la esperanza: Los grandes tiranos han jugado con la esperanza de sus súbditos al grado de hacerlos creer en ocasiones que el Estado se concentra en una sola persona, digamos Luis XIV o de otros que resultaron tan hábiles para jugar con los anhelos de sus seguidores que hubo soldados dispuestos a dar su vida inútilmente, a veces sólo para recibir la mirada de seres como Bonaparte, que indiferente veía a soldados ahogándose en las frías aguas de un río en Rusia.

El deseo de vivir mejor es una constante en el hombre, y la sensación de que se está viviendo de manera injusta porque otros tienen lo que por derecho le pertenece a alguien también parece una constante de la que se nutre la esperanza. Quizá por ello cuando es necesario que todo siga igual hay que hacer grandes cambios fundados en las esperanzas y en el deseo de justicia de la humanidad.

 

Maigo

 

Transustanciación

Abrió sus brazos esperandoSigue leyendo «Transustanciación»

Riqueza

Los ricos nos causan Sigue leyendo «Riqueza»

Prueba de amor

Prueba de amor esSigue leyendo «Prueba de amor»

El reinado de María

María siendo digna hija de Dios se asumió como una esclava,

siendo reina del cielo se dedicó a pedir posada,

siendo madre del salvador, se convirtió en madre de pecadores,

y siendo consuelo dejó que una espada le atravesara el corazón.

 

María entiende de dolores, de abandonos y sin sabores, entendió lo que es el frío y calentó una cueva con el amor que sintió hacia un pequeño niño.

 

Nosotros, en cambio, siendo esclavos nos asumimos como reyes,

negándonos a la salvación, nos preferimos pecadores

y evitando espadas buscamos que nos atraviesen el corazón.

 

Nosotros, no entendemos de dolores, nos abandonamos a nuestros propios dolores, sentimos frío sin entenderlo y somos incapaces de calentar cuevas con amor.

 

Maigo