Mefíticos días

(los malos días)

Si a Juan Carlos “N” se le acusa de todo lo que dice haber hecho sin comprobarlo, se le estará convirtiendo en una leyenda; por el contrario, si se le da un sentencia ejemplar con las pocas pruebas que hay en sus contra, tendremos un mártir. Conozco las implicaciones de lo último que digo y no es una forma de burla, pero sí una preocupación. ¿Para quién puede ser mártir Juan Carlos? Será una figura de devoción para los que son como él, ya su mito está creciendo, días después de ser detenido, una víctima más fue encontrada por esos rumbos que él profanó primero. ¿Hay un imitador? No lo sé. Pero el caso me parece por demás sensible. Ellos, los “N” recrean tan bien los asesinatos que dicen haber cometido, que no hay duda de su veracidad, pero son tan puntillosos que uno duda si no es fama lo que buscan.

La violencia también se banaliza, es el espectáculo lo que llama la atención, lo que crea la tensión, pues la vida de las víctimas se vuelve el escenario de una búsqueda y ocultamiento entre el que arroja la piedra, oculta la mano, pero deja pistas para comenzar el juego. Ahora que lo escribo, me parece un poco torpe mi argumento, pues si lo que buscan estos asesinos de la sepa de Juan Carlos es la venganza o el bien social, bien (en términos de técnica, no morales) hacen en ocultarse, pero precisamente uno duda por esa ligera teatralidad del monstruo. ¿Está nervioso? No lo creo, quizá decepcionado y desesperado por no poder seguir con su vicio. Y quizá algunos entiendan toda esa teatralidad como el llamado a la jauría, no se oculten más, que sepan que estamos entre ellos.

¿Quiénes están entre nosotros? Los enajenados. En su maravilloso libro Los cuatro amores, C. S. Lewis al hablarnos del pecado, nos invita a reconocerlo como el alejamiento por rencor en contra del Padre, es decir, del amor. Quien peca es el más alejado de la creación, es decir, del acto de amor libre, por consecuencia se aleja de los hombres y su infierno es no amar, como dice Dostoievski. Sólo quien odia puede permanecer impasible frente al dolor del otro, para el sociópata el otro no responde a su llamado, porque los Juan Carlos ni siquiera tienen palabra, no se comunican para establecer relaciones de bien, es decir, no es un hombre. Su filosofía es el egoísmo que enajena: su mal es el mal del mundo. “¡Pero lo violaron!” protesta una voz, sí y ahí nació el odio, pero el rencor (que es empodrecer el corazón) lo hace víctima de sí mismo. El perdón que hermana no aparece más. ¿Se pueden perdonar las injusticias en un país como el nuestro? Yo no sé responder, quizá estoy enfermando por el aire fétido. Pero aún creo que hay salvación.

Juan Carlos duda de todos, es el genio corrompido.

Mefíticos días en los que estamos viviendo. ¿Habrá oportunidad de algún Bocaccio para nosotros?

Javel