Retirada…

Retirada…

Pompeyo Magno estaba al frente de Roma cuando  Julio César cruzaba el Rubicón al mando de un ejército, las consecuencias de esa huída fueron nefastas, ya que mientras César desafiaba a las leyes emitidas por el Senado, Pompeyo escapaba con la esperanza de levantarse victorioso después de saberse inferior y con su partida reconocer una clara derrota.

Los pensamientos de Pompeyo no los conocemos, no sabemos si se fue para evitar muertes innecesarias en la ciudad eterna, o si partió por cobardía y con el ferviente deseo de salvar ante todo su vida, lo que sí sabemos es que perdió su última batalla en Farsalia, y murió traicionado por un joven monarca. El general recibió a la muerte lejos de la capital de la República a la que se supone protegió y engrandeció a lo largo de su vida con gloriosas batallas.

Pompeyo perdió la vida escapando, César inició una guerra civil al desconocer al Estado que le había prohibido cruzar el Rubicón con sus soldados, lo malo de la guerra civil es que también termina con tus aliados y César lo vivió en carne propia cuando entraban los Idus de Marzo.

Pero el que más perdió con esa huida fue el Estado, ese, se perdió para siempre para dar paso a un Imperio del que César no disfrutó ni dos años.

Quien diría que con la retirada de Pompeyo se anunciaba la mala muerte de lo que hasta el momento se creía civilizado.

Maigo

La transformación de Roma

Cuentan algunos que tras la muerte de Tarquino el Soberbio el gobierno en Roma se transformó, dando inicio a la República, de la que muchos se sentirían orgullosos y en algún momento anhelantes.

Roma cambió en varias ocasiones, dejó se ser un sitio sin orden a ser gobernada por unos fundadores, tras la muerte de un rey se sucedió otro y al llegar al séptimo se le expulsó tras una revuelta que dio poder al Senado.

El Senado en Roma con jerarquías toda la vida de los romanos ordenaba, desde el calendario hasta las fiestas determinaba; muchos buscaban convertirse en cónsul, sólo uno cambió el consulado por un efímero reinado.

Cuentan que al transformar a Roma para que dejara de gobernarse por los dictámenes del Senado, se pusieron de acuerdo Julio César, Pompeyo y Craso, de modo que siendo César cónsul de lo que todavía no era el imperio Romano, se dictaran leyes que beneficiaran al triunvirato.

Como los senadores se negaban a votar favorablemente, Julio César los mandaba golpear, en algunos casos hubo quien perdió la vida, y así Roma se transformaba para beneficio de quien siendo joven perteneció al partido que se distinguía por estar en contra de los oligarcas, y a favor de quienes por ellos explotados se sentían.

Cuando las reformas se hicieron, fue necesario mandar lejos al cónsul, así que Carso y Pompeyo hicieron a un lado a César, quien se fue a las Galias a conquistar nuevas tierras, para trasformar sin tiranía a la ciudad que tanto decía amar.

Tras cruzar el Rubicón, César vio huir al Senado, y para perseguirlo dejó a Roma sumergida en el hambre y el desorden que impidió a los ciudadanos vivir como seres humanos, para ordenar las cosas fue necesario transformar nuevamente a Roma y borrar la República que con tantos trabajos se había levantado.

Cuatro cambios sufrió Roma desde que se erigió hasta que inició con la etapa que marcaría la historia de pueblos conquistados e ignorados, cuatro cambios hubo en la ciudad que sería recordada por los gobiernos de varios tiranos, como Calígula o Nerón, quien para cambiar a la ciudad primero la hubo quemado.

Con tantos cambios cabe preguntar por la importancia de conservar lo que se ve como logrado, o quizá es mejor desordenar todo para que al cambiarlo de lugar de todos modos quede igualado a lo que se supone se quería dejar de lado.

Maigo.

Al margen de la ley

César no contaba con que el amor de Bruto se volcara hacia la República, pensó que su hijo adoptivo aceptaría vivir con él al margen de las leyes dictadas por los ciudadanos, se equivocó y catorce veces su error le fue señalado.

 

Como el gigante que se sintió Julio César cayó estrepitosamente, haciendo tanto ruido como cuando se levantó en contra de la ciudad que lo condenaba por desobediente respecto a las leyes, hacía algunos años.

 

César murió en el Senado, y junto con su muerte marcó el final del poder de aquellos que la vida le quitaron, la sangre de César inició con el reinado de muchos tiranos que sucumbieron ante las intrigas de sus allegados, porque con el César las leyes fueron hechas a un lado y se transformaron en mandatos acomodados a la voluntad de un tirano.

Maigo.

 

Cazadores de esperma.

Hay quien dice que la caza del esperma es el mejor reflejo de la vida democrática, siempre y cuando esta cacería se haga pensando en el bien de la mayoría por sobre el bien de un individuo que incapaz de ver en los otros más que instrumentos de su voluntad no puede mas que llevarlos al desastre. Cierto es que en esta cacería, todos los que a ella se dedican están sujetos a los mismos ires y venires de las olas en las que se montan, y también es cierto que en esta actividad lo que impera la mayor parte del tiempo es el deseo de dominar a la naturaleza para obtener bienestar. Pero no por ello se ha de ver en la búsqueda y cacería del esperma un elogio de la democracia y una crítica severa al individualismo, en especial cuando es responsabilidad de todos los involucrados  lo que acontece cuando se dejan llevar por la pasión de uno solo.

Hay quien ve en Moby Dick una crítica severa a los valores del individualismo[1], y junto con ello ve que tal crítica encierra un elogio necesario a la vida democrática, a la vida donde todos valemos lo mismo y donde las acciones que se emprenden buscan dominar a la naturaleza, y sobre todo dominar al hombre en tanto que ser natural e individual desde que nace. No niego que la obra encierre en el modo de ser de Ahab una severa crítica a la preferencia que algunos dan a sus intereses por encima de los intereses de los demás, aún cuando tales intereses sean tan dispares, -el capitán del Pequod busca venganza y en ella ve que acaba con todos los males del mundo, mientras que su tripulación busca las riquezas que de la cacería de la ballena, también conocida como esperma, se obtienen-, pero, tampoco veo que eso encierre necesariamente un elogio para la democracia.

Quien quiera ver en la vida de un barco ballenero el reflejo de una vida democrática, por el hecho de que en la suerte de éste se hermana la suerte de diversos hombres provenientes de distintas latitudes y con muy diversas costumbres, se olvida de las jerarquías necesarias para el buen gobierno del mismo. Del mismo modo, quien pretenda ver un elogio de la democracia en la funesta aceptación de un proyecto que se funda en una venganza, deja de lado que esa funesta aceptación es responsabilidad de todos y no sólo de quien excita su ambición logrando que su proyecto sea el proyecto de todos.

El Pequod, en tanto que nave, lleva capitán y marineros, en tanto que estado lleva un gobernante que concentra todas sus fuerzas en un mismo objetivo, y en ambos casos lleva una tripulación dispuesta a seguir los deseos de quien gobierna, pues no hay que dejar de lado que Ahab debe dejar al descubierto su voluntad de matar a la ballena blanca para llegar al éxito de su empresa o bien para ser arrojado por la borda, si es que la cordura de la tripulación así lo decidía.

Así pues, suponer que la lectura de Moby Dick sólo es atractiva para aquellos amantes de una democracia irresponsable, que se funda en la búsqueda de individuos culpables por la mala suerte del navío en el que vive quien sale a navegar para dominar a la naturaleza, es suponer que el autor se limita a mostrar al loco que guía al navío y que es incapaz de notar que ese loco ha de ser seguido por una tripulación igual de loca, e igualmente concentrada en la cacería del tan buscado esperma.

Maigo.


[1] Tal es el caso de Carlos Fuentes.