Revolución

«¿Hipotéticamente? Fácil: porque si uno no mata, nadie lo toma enserio. Es la única prueba de seriedad, lo único que cuenta.» La frase golpea. Irrumpe en la comodidad de la lectura entretenida. Le exige al lector que se tome enserio la tranquila seriedad con la que se dice. Podría leerse como una frase política, de protesta, con sustento si se tiene en cuenta que la dice el famoso nihilista Serguei Nechaev puesto como personaje por J.M. Coetzee en El maestro de Petersburgo. Aunque parece ir más lejos de esa comprensión, pues Dostoyevski, el personaje con el que dialoga el nihilista, no intenta hablarle de la importancia de la justicia, de que está justificando fácilmente un crimen con su idea, sino que le cuestiona por qué quiere ser tomado en serio, como si le preguntara: «¿sabes a dónde quieres llegar con esas ideas?, ¿estás poniendo a prueba a la policía, a la comunidad o a ti mismo?» Quiere entenderlo, saber si su acompañante sólo es un provocador, un justiciero radical o un egoísta que muestra constantemente su poder y constantemente quiere superar su alcance. Popularmente se concibe a Serguei como un personaje que buscaba la revolución de cualquier manera. Se podría pensar que contra la injusticia se vale todo; quiere enmendar la ley ilegalmente. ¿Quiere actuar por encima de la ley porque ese es el único modo de ser tomado en serio?, ¿considera que si la ley es puesta y ejecutada por hombres, él, al concebirse como un hombre no inferior a los demás, y en muchos sentidos superior, puede derrumbarla para cambiarla?, ¿se sentía indignado por el modo en el que eran tratados los rusos y quería hacer algo al respecto?, ¿creía que toda revolución necesariamente tiene que ser violenta para ser tomada en serio? Algo parece claro: Nechaev es alguien que hará cualquier cosa para conseguir lo que quiere.

Yaddir

Cambios profundos

 

Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.

Lampedusa

 

Pensar en el carácter propio de una revolución, es difícil, por un lado se puede considerar la revolución que realizan los astros cuando se mueven en sus órbitas, por otro podemos fijar la atención en un cambio respecto a la disposición que se puede tener con una corriente ideológica, religiosa o política.

He decidido iniciar el texto de hoy citando a Lampedusa, porque al reflexionar sobre la revolución de las conciencias de la que tanto se habla últimamente me percato de la repetición de ciertos detalles que me indican que esa revolución es una más entre el montón de revoluciones que ha vivido la humanidad.

Los cuerpos celestes en el cosmos tienen movimientos constantes que por ocasiones parecen erráticos, tal es el caso de los movimientos que apreciamos en planetas como Marte o Venus, que casualmente simbolizan a la guerra y al amor.

Las tendencias en las poblaciones también suelen parecer regulares. Las ciudades prosperan y decaen, señala Heródoto y con ello nos muestra el orden en el que parece vivir el ser humano, el cual a veces vive periodos de guerra y a veces vive en paz hasta que aparece la  acción de Venus, como es el caso con la guerra de Troya.

Pero la compresión del hombre no es tan simple, si así fuera no podríamos reconocer en lo político la inconstancia que nos dificulta tanto pensar en qué es la justicia o cómo es que se debe legislar la vida de una ciudad, sin embargo, a pesar de esas dificultades hay puntos que permanecen en el cambio y que nos permiten pensar con cuidado en lo político.

Sin eso que permanece en el cambio, no nos mantendríamos como seres humanos, una constante por ejemplo, es la esperanza: Los grandes tiranos han jugado con la esperanza de sus súbditos al grado de hacerlos creer en ocasiones que el Estado se concentra en una sola persona, digamos Luis XIV o de otros que resultaron tan hábiles para jugar con los anhelos de sus seguidores que hubo soldados dispuestos a dar su vida inútilmente, a veces sólo para recibir la mirada de seres como Bonaparte, que indiferente veía a soldados ahogándose en las frías aguas de un río en Rusia.

El deseo de vivir mejor es una constante en el hombre, y la sensación de que se está viviendo de manera injusta porque otros tienen lo que por derecho le pertenece a alguien también parece una constante de la que se nutre la esperanza. Quizá por ello cuando es necesario que todo siga igual hay que hacer grandes cambios fundados en las esperanzas y en el deseo de justicia de la humanidad.

 

Maigo

 

Amor al cambio

Las revoluciones no cambian al mundo, porque se limitan a cambiar a los sistemas, procuran abolir lo que siempre ha existido y cuando mucho cambian a los actores que se trepan a un viejo escenario para representar un mismo papel.

Las reformas tampoco funcionan, porque con dolor en el corazón cambian lo visible con la intensión de que se acepte mejor lo invisible, y renuncian a lo que se puede hacer bajo la luz del sol, sin importar que bajo esa luz brilla lo que se canta en la plaza pública como las buenas obras que se hacen sólo para los ojos del Creador.

Para cambiar al mundo no bastan revoluciones que regresen todo a un mismo punto inicial, o reformas que cambien las cosas desde lo que es externamente visible, para cambiar al mundo es necesario algo más difícil y profundo, hace falta la conversión que mueve al hombre hacia el amor al prójimo y por tanto al deseo de servirlo como a imagen de Dios que es.

 

Maigo.

Política: razón y ocio

Política: razón y ocio

 

La política es la actividad de los hombres libres. O al menos eso pensaron los filósofos políticos de la Antigüedad. Actividad propia de los libres no por un prejuicio de clase, como usualmente se supone, sino porque su ejercicio es voluntario. Sólo los hombres libres pueden decidir dedicarse a la política. Sólo los hombres libres pueden elegir alejarse de la política. Por ello la política no podría ser una profesión. Al profesional de la política se le llamaba sicofante, y su fama –como ahora- no era buena. El hombre libre decidía dedicar su tiempo a la política. No dedicaba el tiempo libre, lo que algunos llaman ocio, sino que a la política dedicaba su tiempo libremente. La libertad del hombre dedicado a la política no era una libertad económica, sino absolutamente política. Sólo a nosotros los modernos, quienes hemos perdido de vista lo político, se nos vuelve económico el problema del ocio y, por ello, se nos plantea como progreso la posibilidad de la política: solucionar el problema económico para garantizar la libertad política. Pero el hombre libre también puede elegir no dedicarse a la política. La solución económica no es necesariamente solución política.

         La solución económica no puede garantizar la libertad, porque la libertad sólo es política. La solución económica sólo puede garantizar la manumisión (sobre todo ahora que ya no tenemos –formalmente- Circo Romano). El liberto no es político, simplemente ya no es esclavo. ¿Puede ser político un esclavo? ¡No vayamos por ahí, que se nos cuela la esencia de la rebelión! (Compárese la salida de los judíos de Egipto con la revolución económica de los Gracos). La libertad sólo se garantiza con la política. Una política que no vela por la libertad será alguna forma de ejercer el poder, pero no una forma de la política. Un ejercicio del poder fundado en la necesidad no es un ejercicio político, pero puede ser un efectivo ejercicio económico. Podemos tener prosperidad económica y no ser políticos. Sin política, pero con economía, podemos aspirar a la prosperidad de los libertos y los sicofantes: prosperidad de la crueldad y la delación.

         Cuando los profesionales de la política, y quienes ejercen el poder por su influencia económica, justifican sus decisiones, propuestas y programas, por la necesidad y la fuerza, ponen en riesgo la posibilidad de la política. Cuando un aumento de impuestos (supongamos que a la gasolina) sólo se justifica por la necesidad (turbulencia económica extranjera, alza de los precios del petróleo o estabilidad del mercado), se pone en riesgo la posibilidad de la política. Cuando la oposición al aumento de impuestos sólo toma la forma de ejercicio de la fuerza (que el presidente decrete inválida la ley que produce el aumento, que va a despertar el México bronco, que tomemos las gasolineras), se pone en riesgo la posibilidad de la política. Cuando una sociedad, ante su posibilidad política en riesgo, no puede ponerse de acuerdo, sólo le quedan la delación y la crueldad.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El lunes pasado, en la conmemoración de los 27 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, los padres de los desaparecidos fueron encapsulados por la fuerza pública durante su visita a la Basílica de la Virgen de Guadalupe. Se impidió a los padres participar en la misa en el altar central y fueron conducidos a una sala alterna, donde el obispo Raúl Vera ofició sin que los funcionarios del centro mariano facilitaran lo necesario para la ceremonia religiosa. Hace dos semanas comenté aquí que el Cardenal Norberto Rivera quería oficiar la misa como parte de su estrategia de reposicionamiento público y reinvención política -estrategia generada tras el nombramiento del nuevo Cardenal-, pero ante las dudas de los padres sobre las nuevas intenciones de Rivera, el Cardenal Primado -quien ahora se inventa el discurso de combatiente de la pederastia-decidió bloquear la misa de conmemoración por los 27 meses de la desaparición. Rivera Carrera está nervioso, su tiempo se acaba. El año siguiente la jerarquía católica estará muy activa. 2. Luis Miguel González reflexiona, en El Economista, sobre los efectos a corto, mediano y largo plazo del aumento en el precio de las gasolinas. 3. El IFT contribuye a la formación del Estado totalitario. Dentro de los lineamientos que entrarán en vigor a finales de febrero, se considera crear un Comité (¿de salud pública?) que tenga la facultad de dictaminar la suspensión «precautoria» de las transmisiones de algún medio que, a juicio de los miembros del Comité, viole los derechos de la audiencia. Si los conductores de los noticieros de radio y televisión no «distinguen» entre la opinión y la información, es decir si editorializan, se podría suspender la transmisión de su medio. Y todavía no hay nadie protestando. Mensaje para los  bolivarianos nacionales: la reforma también incluye a Carmen, pues también aplica para radio y tv restringidas. ¿Ahora sí van a protestar?

Coletilla. “Nuestro tiempo, por mucho que hable de economía, es un despilfarrador: despilfarra lo más valioso, el espíritu”. Nietzsche

 

Autosuperación

Soñé que liberaban a Mireles, lo sacaban una madrugada del cuarto de cuatro por cuatro donde lo obligaban a cagar enfrente de todos. Estás libre, le dijeron, y sin darle oportunidad de ponerse los pantalones, le pusieron las esposas y lo arrastraron por el pasillo que le devolvería la libertad. Salió a respirar el viento de la madrugada, no sin llevarse su despedida de parte de los guardias antes de que le dejaran vestirse con su ropa de civil. “Pa que no nos olvides” le decían mientras hacían lo que los guardias saben hacer muy bien con sus puños. El aire era un poco menos rancio, pero apestaba igual a encierro.

En fin, Mireles fue liberado en la madrugada, nadie dijo nada, nadie fue a celebrarlo, ni los noticieros cubrieron tan especial acontecimiento, es más, ni siquiera hubo alguien que fuera a recogerlo y lo llevara a darse una ducha a un hotel cercano. Lo que sí pasó, fue que el tiempo le dejó caer sobre sus hombros una pesada lluvia helada, tal vez para purgar sus culpas, que aunque haya sido en defensa propia y comunal, Mireles había matado hombres. De la noticia nadie se enteró, no porque el gobierno, que encuentra su mayor placer en difamar a los justicieros de verdad; hubiera movido los hilos de los medios de comunicación, para que el héroe defensor de su comunidad pasara desapercibido. Tampoco fue como que el evento fuera de poca importancia, de verdad, cuando Mireles pudo usar un teléfono, varias trocas con vidrios polarizados fueron a levantarlo. Le secaron la lluvia y la sangre, le vistieron con ropa humilde para que no llamara la atención y le restituyeron su puesto con todo y armas, dentro de la autodefensa.

Mireles nunca saldrá de prisión, aunque en estos mismos momentos, esté frente a mí empinándose una botella de tequila y lanzando balazos al cielo para celebrar su recién adquirida libertad. En prisión sirve de ejemplo, crea consciencia, estimula jóvenes con hambre de justicia y adultos con sed de sangre. Afuera, solo es un tipo que hizo enojar a mucha gente, tal vez a narcos, tal vez a militares, tal vez a civiles. ¿Qué más da? Los héroes no cuentan ni llevan registro de a quiénes han matado. A mí, en lo personal, me alegra ver a Mireles correteando a las muchachas, supongo que después de salir de prisión, hasta un hombre recto de su edad, tiene ganas de retozar un poco. También me alegra que Mireles siga en la cárcel sin estarlo físicamente. Allí ayuda más a la gente y legitima las autodefensas. Me alegra mucho ver cuánta simpatía ha generado en las redes sociales. Mucha gente que no lo conoce, lo apoya, grita su nombre y escribe sobre sus hazañas gloriosas, como si fuera un Tersites moderno del que a todos los hombres que era Homero, les gustara hablar. Me pone feliz que todo México sepa quién es Mireles, qué hizo y porqué va a pasar a la historia como un hombre valiente. No importa que nunca vaya a salir de prisión, ¿qué más da? Si al trascender a la historia, la libertad lo recoge a uno como Afrodita a Paris y lo lleva al lecho de la Victoria a celebrar.

Sí, Mireles es un hombre bravo, no cualquiera se enfrenta al narco como lo haría un lobo contra otro cuando el frío y el hambre amenaza con acabar con ambos. No cualquier civil, cuyo arte no es otro que el del buen funcionamiento y orden corporal, de la noche a la mañana, reúne hombres con el mismo valor que él. No cabe duda que lo que Mireles ha hecho, es digno de imitación, conmueve a chicos y a grandes por igual, nos lleva a conscientizarnos de que por un lado los narcos nos chingan, se chingan al pueblo que somos nosotros; mientras que por otro lado nos chinga el gobierno que nos niega las armas para defendernos, tanto de los narcos como de los soldados. No importa, mientras haya valor, habrá armas, de eso no cabe duda. Ahí están nuestros héroes de la batalla de Puebla que echaron para atrás a los franceses a punta de piedrazos. No importa si Mireles está dentro o fuera de prisión, lo que importa es lo que nos ha enseñado: ya es suficiente de tanto abuso, el pueblo no es ningún pendejo y también puede defender lo que es suyo (o sea nada), esto lo tiene muy claro. ¿Por qué vivir agachados cuando se puede vivir armados? Mireles es un hombre como tú, como cualquiera, que ya nos demostró que podemos armar nuestras autodefensas y defendernos de quien nos quiera chingar, no importa si es nuestro vecino, nuestro dealer, nuestro médico, nuestro contador, nuestro profesor, nuestro presidente, nuestro barrendero, nuestro estilista, nuestros padres o nosotros mismos.

Grito revolucionario

Grito revolucionario

La supremacía a su vez es causa de revoluciones cuando uno o varios tienen un poder superior al que corresponde a la ciudad…

(Aristóteles, Política V, ii)

Cada vez que se gesta una lucha o una revolución en el corazón de los hombres, es porque se entiende que el bien no se está respetando; muchos sufren, cuando deberían de ser pocos o casi nadie (pues también se entiende que por más luchas y búsquedas del bien que se hagan, algunos sufrirán). Al esfuerzo que se hace por reconsiderar el bien, cuando todo está mal, se le llamó revolución o movimiento subversivo. Todavía algo más. La intención, (resultado de la fecundación entre idea y sentimiento) que es el retoño casi ciego de cualquier acción, debe madurar o morir pronto a fin de no causar daño.

Una revolución que se sustenta en intenciones o intenciones particulares, fracasa. Si no se tiene una idea clara de lo que se busca, la intención, al ser hija del sentimiento, siempre saldrá lastimada de orgullo e indiferencia. Los revolucionarios trastocaran sus intenciones, viéndose en todo momento como hombres heridos y marginados que morirán de tristeza o de rabia; intentando establecer la anarquía. Ningún provecho da el olvido de las primeras intenciones de justicia.

Es por esto que las revoluciones no son en ningún momento el olvido de la política, ni el fatuo intento de destruirlo todo. Las verdaderas revoluciones son un ejercicio político, si es que atendemos a lo que el estagirita nos dice respecto a la comunidad política: …al bien mayor entre todos habrá de estar enderezada la comunidad… ésta es la comunidad política a la que llamamos ciudad. El maestro de Alejandro no recomendó tomar en todo momento las armas, sino que indica cuál ha de ser la actividad del orden político: enderezar los pasos al bien mayor entre todos. Sólo cuando el mayor de los males, es decir, la injusticia o desigualdad, reina, sólo ahí es justificable y justa una revolución.

El mayor de todos los bienes políticos es la justicia. Por eso mismo, la intención revolucionaria abre los ojos, madura y ve lo mejor si no se le olvida el grito que la despertó: Justicia e igualdad.

Javel

Para ir gastando: Si has puesto atención, lector, a la mayoría de los noticieros, esta semana en que se ha hablado de los desastres que está causando la CNTE, podrás darte cuenta que cuando quieren mostrar lo terrible de su lucha, insisten en ofrecernos encuestas y resultados de las pérdidas económicas causadas por los plantones y demás acciones. Cuando el mayor de los bienes es el derrame económico, ¿también las revoluciones deben repensarse?

Abarrotería de Amor

Era todo democracia
— Abarrotería del amor, Ricardo Arjona

Vamos a hacer como que tienen razón, como que la democracia es una mugre, una mentira para que los obreros no se levanten en armas o para que las mujeres no dejen de planchar nuestras ropas. ¿Ya? Bueno, ojalá les haya gustado ese ejercicio tan completo de imaginación que les acabo de proponer. Ahora, cuéntenme, ¿qué se sintió ser guatemalteco? ¿No saben? Va, de nuevo, hagamos por un momento que somos guatemaltecos y no creemos en la democracia (y decimos abarrotería en vez de tienda). ¿Ya? Bueno, ahora cuéntenme, o no, cuéntenselo a ustedes, a sus amigos, a sus familias, pero sobre todo cuéntenselo a esa bola de mexicanos que andan por el mundo Twitter pregonando que el ex-presidente de Guatemala tiene una loable autoridad moral por ser corrupto haber renunciado a su puesto.

No sé de dónde entró en la cabecita de muchos, y digo cabecita con cariño, no porque crea que las cabezas entre más grandes albergan más y mejores ideas, no, todo el mundo sabemos que las ideas son parte de la res cogitans y pos no tienen tamaño, ¡dah! El chiste es que a algún politiquillo, de esos que hacen política de a de veras, es decir, que está granjeándose borregos que vayan a pastar en sus verdes prados junto a su morena piel, se le habrá ocurrido que una manera “civilizada” de hacer revolución (ya ven que ahora entre más pasivo sea uno, más civilizado se muestra y por eso la Zona Rosa es la más civilizada de nuestro amado Distrito Federal), era exigirle nada más y nada menos que su “renuncia” a nuestro soberano presidente de México. ¡Ja! Si algo le aprendí alguna vez a un par de abogados atolondrados (de esos que arreglan los concursos de literatura para premiar a lesbianas y prostitutas por igual por su pericia en el arte), y creo que no estaban tan errados al decirlo, es que el poder no se pide, ni se cede, ni se regala, el poder se arrebata. Tal vez lo supieran por la experiencia que tienen fruto de su belicoso oficio, tal vez lo supieran porque lo leyeron en algún panfleto del Animal Político, ya ven que es bien famosa ahora esa página de Facebook que le llena de sangre las cabezas a nuestros rojos e izquierdosos conciudadanos capitalinos. Bueno, sigamos ejercitando nuestra imaginación, porque es divertido y es lo único que le aprendí a la educación que tuve de parte de la tele. Imaginemos pues, solo por un momento, porque si nos extendemos en el ejercicio tal vez provoquemos en nuestras pieles ámpulas y yagas provenientes de latigazos; que somos esclavos en el antiguo régimen egipcio de los Faraones. Imaginemos, ya encarrerados que le exigimos al Faraón su renuncia, cada vez que el capataz nos zorraja un latigazo para que empujemos esas piedrotas que serán su ataúd y nuestra perdición. Si hicieron bien el ejercicio de imaginar, cerraron sus ojitos y previsualizaron lo que les pedí, podrán ver nítidamente la respuesta del Faraón. ¿Ya la vieron? ¿No? Si no la vieron seguro es porque el capataz los dejó ciegos de un latigazo que reventó sus globos oculares. En fin, la idea es muy sencilla y no muy difícil de imaginar: ¿por qué renunciaría alguien que tiene el poder? Y cuando digo esto, no estoy pensando en cosas abstractas como que de repente le crecen los pectorales a He Man, se aprieta y ya es poderoso. Cuando digo que alguien tiene el poder me refiero que tiene un montón de hombres dispuestos a morir por él (en último y peor de los casos), ¿quién renunciaría a eso? Sean serios, si no pueden responder esa pregunta, vuelvan a imaginar, imaginen ahora lo que pueden hacer con tres hombres que no les importa morir de ser necesario por hacer lo que uno les mande; ahora imaginen eso por miles. ¿Ya lo vieron? Si no, no puedo hacer nada más por ustedes.

Ya que hemos llegado hasta acá, vamos a hacer otro ejercicio de imaginación, solo que éste, por lo menos a mí, me resulta un tanto imposible: imaginemos qué se necesita para hacer que alguien que tiene el poder, efectivamente renuncie. Porque ejemplos hay, en un primer plano está el aclamado por la multitud y por los no creyentes de la democracia, el expresidente de Guatemala (que se llama Otto Pérez Molina), que al verse desamparado por la ONU dobló las manitas y salió por donde entró, dejando un ejemplo a seguir para los borregos mexicanos. El asunto no termina ahí, hay un ejemplo más macabro y mucho más horripilante que, bueno ya se lo imaginarán. Estoy hablando de la renuncia del Papa, cuando le dio una inexplicable hambre de fama y amor por la historia, donde este hombre, no satisfecho con haber sido ya Benedicto (2)XVI quiso ser también el segundo Papa en toda la historia en renunciar a tan sacrosanto cargo. Tal vez exagere un poco, pero vaya, creo que si a alguien le valdría dos pepinos tener o no el apoyo de la ONU, o del pueblo, o de cualquier institución con autoridad humana, ése sería el representante de Dios en la tierra, ya lo decía bien mi santa abuela (y decía bien) “Dios conmigo, ¿quién contra mí?”. Bueno, ¿por qué alguien que tiene a Dios de su lado renuncia a su cargo? (la pregunta que subyace aquí es ¿Qué le hubiera pasado si no renunciaba, a él y a la Iglesia Católica?) imagínenlo, compartan sus teorías o guárdenselas para ustedes mismos, pero no dejen de intentar, que lo que  más importa en México este mundo es el intento, tratar una y otra vez hasta conseguir el éxito, porque ese siempre se consigue, porque amamos el intento. El punto es que tanto a hombres como a santos ejemplares, a veces les da por ceder, regalar, donar para la caridad su poder (¡en su cara, amigos abogados!).

Ya hemos visto a base de la dura e inequívoca autoridad que está intrínsecamente ligada a la esencia de los ejemplos, que las renuncias al poder de parte de los poderosos es posible. Ya hemos visto también que la hermana república (¿sí es Guatemala una república? Hagamos como que sí) de Guatemala, es un ejemplo a seguir para todos los países tercermundistas que no creemos en la democracia. ¿Qué? Ah, perdón, en México sí creemos en la democracia, ¿o me van a decir que todas las elecciones son una farsa y que el presidente electo por la mayoría de los ciudadanos se le puede exigir (desde una minoría) que renuncie y éste debe hacerles caso? ¿Me van a decir también que todos los votos y todo el dinero invertidos en el teatro de las elecciones no sirven para nada y se va a hacer a fin de cuentas lo que unos cuantos demandan? Déjenme romperles el corazón como lo haría una moza a un quinceañero enamorado. Para lograrlo voy a remitirme a la poderosa autoridad que se esconde a plena vista en la piedra angular de toda educación Mexicana: ¡yo convoco al poderoso Ejemplo a mi ayuda! Ya vimos que el Peje hizo su berrinche dos veces, y dos veces fracasó Q.E.D. Baste lo dicho. Si alguien ha intentado que la democracia no funcione, ha sido el peje mismo, ¿por qué creen que a estas alturas nuestro presidente iba a conceder tan absurda demanda “del pueblo”? Al pueblo ni nos interesa que renuncie, como si su sucesor fuera a ser alguien que la gente quisieramos de verdad (¿quién sería su sucesor en caso de renuncia? ¿De verdad sería mejor presidente? ¿Está más guapo o tiene una esposa más guapa?), ¿pueden imaginar por un momento al país sin presidente? ¿Cómo se lo imaginan? Se las voy a hacer un poquito más sencillo, pero poquito nomás porque nosotros no somos tan civilizados como los países tercermundistas que tenemos al sur (allá donde se rigen por la máxima: «Donde no hay honor, hay caos»). Imaginen la toma de poder sin elecciones, sin todo el sistema gigantesco y teatro colorido que es el que circunda al día de la votación. ¿Cómo se acordaría quién se queda en su lugar? ¿Qué garantiza que el nuevo presidente no va a renunciar porque a otros en tuiter se les antoja que lo haga? ¿Queremos los mexicanos vivir también en una Abarrotería de Amor, en donde prohíben por ley al reguetón, pero no a Arjona? El problema aquí es Twitter que anda convocando a la gente para que se una a exigir renuncias, pero no podemos deshacernos de él, él trasciende casi tanto como la música la política, el poder, la democracia y la tradición.

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¿Ya se están imaginando cómo sería seguir el ejemplo guatemalteco? ¿No? ¿Quieren que le agregue más árboles a su imaginación, más civismo, más vegetación, más changos, más Arjona y más desamparo de la ONU? Tal vez eso ayude y puedan hacerse una imagen más clara de lo que nos espera, porque el problema no es problema que esté éste u otro presidente (como si el Leviatán no pudiera hacerse crecer otra cabeza como si fuera una hidra artificial), el problema es que me duele lo que se busca nuestro país, no es más que anarquía, y sus consecuencias no son fáciles de imaginar por nosotros el pueblo. Sigamos imaginando, imaginemos que funciona la renuncia, imaginemos quién propuso esta renuncia, y qué gana con que renuncie el entonces renunciado (y que no se ganaría con una revolución armada que es lo que se hacía en otros tiempos menos civilizados  para lograr el mismo fin), imaginemos además, porqué funcionaría en nuestros tiempos, ya de paso imaginemos por qué Guatemala hizo lo que hizo, ¿qué ganó y qué perdió además de La Orden del Quetzal y por qué no les da miedo vergüenza publicarlo como ese otro país del sur que publicó bien orgulloso que no tenía ejército? Sigamos imaginando, ya encarrerados, que hay mejores formas de gobierno que la democracia, y que podemos cambiar de uno a otro cuando se nos hinche la gana sin temer a caer en la barbarie (o como le quieran llamar a esos ratos donde no hay gobierno, ni Leviatán que nos vigile). Sigamos imaginando que la anarquía es la salida a nuestros problemas, así como también que vamos a vivir bien padre la transición una vez que nuestro actual presidente renuncie al poder y el nuevo mártir tome su lugar (la vida durante esas semanas, meses o años es lo que me interesa señalar en esta entrada). Imaginemos también que Lennon quería que anduviéramos en cuatro patas, viviéramos en el momento y comiéramos nuestro propio vómito o el de él, nomás porque le pareció bonito. E imaginemos por último que todo lo que imaginamos siempre es buena idea, además de ser realizable. ¿Ya se cansaron de imaginar? Ojalá que sí, para que de ese modo se inmunicen contra las propagandas e ideas que se andan promoviendo en Twitter y dejen ese lugar para lo que fue inventado: propagar con profundidad chistes profundos y frases profundas de reflexión profunda, como si fuese la versión electrónica del mismísimo Ricardo Arjona.