Los seguidores del Fénix

Cuentan algunos sabios que el ave Fénix resurgía de sus cenizas una vez que ésta ya se había consumido por completo.

Una vez que se había extinto el flamígero pájaro, éste renacía más brillante y esplendoroso que nunca, y eso jamás se dudó, hasta que empezamos a preguntarnos qué es lo que hace del Fénix una criatura tan insistente en nuestras ideas.

Algunos podrán ver en esta historia al fuego del logos del que en algún momento habló Heráclito, aunque él constante crítico de la inmovilidad y la permanencia puede disentir de la interpretación.

Probablemente, Nerón vio en las cenizas de Roma la posibilidad de reconstruir una ciudad digna de él, y quiso hacer de lo que dejó el fuego el mortero perfecto para que resurgiera la ciudad con más esplendor y gloria que nunca, después de todo había que aprovechar la limpieza que las llamas ya habían hecho.

Otros, más extremistas y hasta anarquistas, consideraron que hay que quemar y romper todo para que sólo sobreviva aquello que es digno de mantenerse, y con esta manera de pensar se dedican a destruir lo que hay a su paso, sin importar si eso es bueno o malo, lo que importa es que ellos se ven como los que trasportan la luz a los corazones de los habitantes de la ciudad, que deja de ser ciudadana para convertirse en pueblo bueno y respetable al ser transformado por la luz que el lucifer lleva consigo con la que destruye lo que en todos hay de malvado.

Tanto Nerón, como los extremistas vieron en las cenizas al pegamento ideal para reconstruir ciudades o Estados que criticaron como feos o fallidos, o vieron en las llamas el material adecuado para deshacerse de todo lo que estorbaba a su paso.

Sin embargo, unos cuantos, más humildes y dejando de lado el brillo de la flamígera ave ven en las cenizas el recuerdo de lo que somos, pues somos polvo y a la tierra hemos de volver, y ven en el arrepentimiento la posibilidad de renacer a una vida mejor y llena de sentido, esos pocos son menos escuchados y hasta carecen del esplendor que da este mundo y se convierten en criaturas despreciadas por los tiranos

Maigo

Los teatros del tirano

A Nerón le gustaba mucho el teatro, aunque a los romanos de buena cuna les parecía una actividad inmoral e impropia para cualquier buen ciudadano, sin embargo a pesar de las buenas costumbres él se dedicó a construir varios espacios para que se presentaran obras que fueran divertimento del público.

Los amantes de la teatralidad amaban a Nerón y cuentan que algunos lo veían como un emperador cercano a las clases más bajas debido a que procuraba favorecer a los más pobres entre los romanos, en ocasiones se enfrentó contra los ciudadanos por favorecer a los libertos, y los que sobre él saben más señalan que las diferencias con su madre se debieron más a una exesclava que a cuestiones de poder.

Por otro lado, los que no eran amantes de los espectáculos y que solían ver lo que ocurría tras las bambalinas construidas por el emperador, veían en Nerón una enorme necesidad de ser amado por el pueblo y de recibir constantes aplausos de un público ávido de espectáculos que le impidieran ver su triste realidad.

Durante el tiempo que gobernó el emperador de la teatralidad, Roma se incendió y aunque se sabe que él procuró que se apagara el incendio mientras éste acababa con todo, los contemporáneos lo acusaron de frivolidad y de tocar la lira al ritmo marcado por las llamas.

Si el constructor de teatros tocó o no la lira al son de los maderos cayendo a causa del fuego y de los gritos de dolor de los ciudadanos quemados, es algo que no podemos saber.

Pero lo que sí queda claro es que a pesar de la popularidad que alcanzó Nerón como amante de las artes, su mala administración vació el tesoro del imperio más extenso del mundo, y sus políticas fiscales lo llevaron a ser declarado enemigo de Roma y a ser perseguido hasta la muerte que se ocasionó con asistencia de su secretario.

Ahora que ya han pasado siglos desde el paso de Nerón por el Teatro del mundo me pregunto cuántos como él no estarán dispuestos a subirse al escenario y mostrar sus dotes históricas y su capacidad para ocultar tras bambalinas la realidad que no ven los que como espectadores se parecen a los romanos.

Maigo

Retirada…

Retirada…

Pompeyo Magno estaba al frente de Roma cuando  Julio César cruzaba el Rubicón al mando de un ejército, las consecuencias de esa huída fueron nefastas, ya que mientras César desafiaba a las leyes emitidas por el Senado, Pompeyo escapaba con la esperanza de levantarse victorioso después de saberse inferior y con su partida reconocer una clara derrota.

Los pensamientos de Pompeyo no los conocemos, no sabemos si se fue para evitar muertes innecesarias en la ciudad eterna, o si partió por cobardía y con el ferviente deseo de salvar ante todo su vida, lo que sí sabemos es que perdió su última batalla en Farsalia, y murió traicionado por un joven monarca. El general recibió a la muerte lejos de la capital de la República a la que se supone protegió y engrandeció a lo largo de su vida con gloriosas batallas.

Pompeyo perdió la vida escapando, César inició una guerra civil al desconocer al Estado que le había prohibido cruzar el Rubicón con sus soldados, lo malo de la guerra civil es que también termina con tus aliados y César lo vivió en carne propia cuando entraban los Idus de Marzo.

Pero el que más perdió con esa huida fue el Estado, ese, se perdió para siempre para dar paso a un Imperio del que César no disfrutó ni dos años.

Quien diría que con la retirada de Pompeyo se anunciaba la mala muerte de lo que hasta el momento se creía civilizado.

Maigo

Ridícula eficacia

Ante la ineficiencia e ineptitud sólo le quedaba la ridiculez, por eso siempre reía en las fiestas y reuniones, mostraba lo que comía y se entretenía en diversiones.

Marco Antonio se divertía, mientras César afianzaba su poder, para hacerlo había doblegado a una ciudad que en memoria sería eterna, aunque ruinas ahora sólo queden de ella

Mientras el ridículo bailaba y con pronunciamientos se desdecía, los generales se peleaban: César y Pompeyo en pos de la gloria rumbo a Egipto se mataban.

 El hombre ridículo, en tanto, bailaba y con palabras suaves pretendía calmar los ánimos, miedos e inseguridades que había sembrado su general en en jefe con tal del poder afianzarse.

Al ver que los discursos, y el recuerdo de las buenas madres romanas no servía, Marco Antonio se desesperaba y para calmar a la turba embravecida hacía un pronto y mal uso de las armas.

¿Cuántos Marco Antonios no  ha habido? De esos que destrozan ciudades eternas en pos de tratar de calmar los ánimos de las turbas a los que con sus discursos y ridiculeces despiertan.

Maigo

La Roma (vida) por Cuarón

¿Por qué se ponen de moda las cosas que están de moda? Quizá se deba a que atraigan a muchos. Lo atractivo sacude alguna parte del alma humana; los cantantes más famosos poseen mejores fisonomías que canciones. Eso provoca que se hable de ellos, no importando si es en sentido peyorativo o positivo, pues no es fácil ignorarlos. No sólo se habla de bellas figuras, se habla principalmente de lo que hacen. Si se quedan quietos o no dan de qué hablar, poco probable es que se mantengan en la moda. De entre los varios temas que han eclipsado la moda y se han adueñado de las conversaciones, pocos, de entre los asuntos que no están relacionados con crímenes, se han nutrido tanto al paso de las semanas como los relativos a la película Roma, de Alfonso Cuarón.

Roma, la película, apuesta más a la forma que al contenido; es decir, tiene una estructura llamativa, pero un tema endeble; incluso decir que tiene un tema es incorrecto, pues habla de muchas cosas, evoca muchos recuerdos. La maternidad, la vida, la muerte, el abandono, la corrupción, todo se ve en el filme sin que esté relacionado; apenas si está conectado. Hasta pareciera que son recuerdos, pedazos de vida que se van armando y viendo a partir de un presente apenas preciso (tal vez por eso a varios les gusta y disgusta, por eso está de moda hablar de la película). ¿Son los recuerdos de una persona los que se van presentando en la pantalla con la uniformidad del blanco y negro?, ¿son recuerdos de varias personas que vivieron juntas o tuvieron la suerte de coincidir?, ¿hay un personaje principal en toda la película? No podríamos hablar de personajes sin una historia en la que ellos participaran o que ellos formaran. Pero tal vez eso sea lo que busque Cuarón, cuestionar que los personajes deban estar inmersos en una historia puesta con claridad, pues muchos detalles de la vida se nos escapan y apenas si somos conscientes de la muerte y la vida cuando nos apuntan con un arma. El cineasta mexicano quizá intente mostrar, hasta con la poca uniformidad de las tomas (a veces parece que la cámara está muy arriba, a veces que está muy abajo), que vivimos viendo fragmentos de la vida de quienes nos rodean.

¿Se puede contar una historia sin que tenga un tema claro, visible y comprensible? Al parecer Roma, la última película Alfonso Cuarón, apela a que puede contarse con imágenes y escenas. Quizá no es que esas imágenes carezcan de comprensibilidad, sólo que dicen de un modo diferente al de las palabras. Cleo, en la película, va a buscar al responsable de embarazarla y de fondo se escucha la presentación del gobernador del Estado de México durante los primeros años de los setenta, Carlos Hank González, quien, como todos los gobernadores de esos años, era del PRI. Al encontrar a quien la embarazo, esta persona está entrenando junto con un grupo nutrido, de al menos 200 personas. En la siguiente escena en la que se encuentran, ella está comprando una cuna para su bebé y él, a quien en la película se llama Fermín, está agrediendo y matando, junto con otros hombres, a estudiantes el 10 de junio de 1971. Las imágenes muestran el papel que el PRI jugó en esa matanza, que entrenó a cientos de jóvenes, con disciplina y cuidado, pero sin la responsabilidad directa que da el ejército, para contrarrestar las manifestaciones estudiantiles. Las imágenes tienen el mayor peso en Roma; los personajes apenas si hablan. Quizá su autor pensó que la vida se presenta a partir de esas imágenes que vemos, que nos llenan de recuerdos y van formando nuestras vidas.

Yaddir

El fenómeno de la temporada

Tres virtudes sobresalen en Roma: su cinematografía, la dirección y Yalitza Aparicio. El asombro general del público prueba la calidad de la imagen en cada escena. Ver la película es visitar una galería artística de la vida en los setentas, desde sitios escasamente urbanos hasta puntos en diferentes estratos sociales. Sin embargo la película no busca el realismo absoluto. En su mayoría, los espectadores sabemos que estamos acudiendo a la memoria de su director. La película nace de su infancia. En la obra resalta la presencia de la vida personal en las circunstancias de la época. Por ello es imprescindible el retrato de los lugares (Letras Libres, diciembre 2018): los sitios que hemos pisado conforman el sustrato de lo que recordamos. A través de la cómoda, con los mismos cachivaches de hace cuarenta años, la memoria hila lo que se vivió. El cuidado y paciencia al filmar linda peligrosamente con la obsesión y monotonía.

Los detractores han sido severos ante la parafernalia comercial y la carencia de un guión excitante. Sin embargo, indudablemente, reconocen la belleza de cada escena. Esta labor no hubiera sido posible sin Alfonso Cuarón. Técnicamente es el encargado de cinematografía; un debut celebrado. Sin embargo la idea original, el plan en el montaje de cada secuencia y la coordinación de quienes colaboran, también hacen brillar su labor como responsable ejecutivo. Quizá su mérito más espectacular sea su elenco, especialmente Yalitza Aparicio. Claramente, al ver su trabajo y conocer su trasfondo, es evidente que su oficio no es el histrionismo. Más dudoso si es su talento o vocación. No obstante, la recreación memoriosa aprovecha perfectamente su impericia. El genio de Cuarón sabe encauzarla a un buen fin. Por sus personajes, cada construcción meticulosa se convierte en el segundo piso, el patio, la tienda de muebles, el cine, la arena de entrenamiento, la tortería. Cleo es el punto de inflexión en el realismo y en el melodrama fácil. Su naturalidad favorece al recuerdo; la maestría en filmar trasciende.

Contrastando con la naturalidad de ella, está la tormenta mediática. El evento que supuestamente representa la ha convertido en revelación. Ha sido una estrella en ascenso: superó las barreras geográficas, profesionales, culturales y hasta las concernientes a la fama. Consiguió nominaciones, entrevistas en programas extranjeros y hasta una sesión estelar en Vogue… México. Su portada en la revista fue la bienvenida a la alta sociedad, ese mundo que siempre ha mantenido su rechazo a ella. Una señal de que los tiempos están cambiando. La carne de Yalitza perdió volumen y su espíritu, divino como el de la raza del maíz, queda preservado en el instante temporal: se ha vuelto un estandarte indígena. Tantos años viviendo en la ocultación, así como las trabajadoras domésticas, y Roma es el mensaje social de su existencia.

Quizá la imagen característica del fenómeno es su paso por alfombras rojas: rodeada de su equipo de seguridad, con un espantapájaros defendiéndola de periodistas, y ella con una cara de ingenuidad y terror. Y es comprensible: eso genera la tormenta mediática. La abruman tantos mexicanos que, afanosamente, buscan expiar sus culpas por años de discriminación. Después de la Colonia o el Porfiriato, las buenas consciencias se esfuerzan. Quien sabe si la nominación al Óscar abra más oportunidades fílmicas a las mujeres con rasgos o ascendencia indígena (Teresa Ruiz será la nueva Aislinn Derbez y Maya Zapata, la nueva Cecilia Suárez)*, o la situación será igual. De la condescendencia pende el triunfo de inclusión.

*¿Habré sido discriminatorio?

Desabasto

Se cuenta que poco antes de que Julio César se nombrara dictador vitalicio, por el legal mandato del senado, se dedicó a perseguir a quien fuera  miembro del anterior Triunvirato, con Creso muerto sólo hacía falta encontrar a Pompeyo.

Pero mientras los dos generales se dedicaban a batallar por ostentar el poder propio de un cónsul en Roma, la ciudad se enfrentaba al desorden, y a la falta de pan.

César persigue a Pompeyo por todo lo que puede de Europa y deja a la capital de lo que se convertiría en Imperio en manos de un juerguista de renombre, Marco lo llamaban y pertenecía a la familia Antonia.

Marco no sentía interés en lo que en la ciudad pasaba, no veía ni escuchaba que el clamor por el pan de cada día aumentaba, y cuentan algunos que hasta mandó a los soldados a aplacar a los rijosos que se atrevían a mostrar que el hambre con el pueblo hacía destrozos.

Tras el desabasto de trigo y la carencia de pan, César entro triunfante ante la famélica ciudad, la ordenó y repartió el pan que necesitaban los hambrientos y decidió alegrarlos con juegos propios de la época y por lo mismo sangrientos.

Con pan y circo los estragos del desabasto y la carencia se olvidaban, pues ahora Roma tenía como granero a las tierras de Cleopatra.

César se hizo querido por el hambriento pueblo y sólo unos cuantos vieron en él el peligro que esto representaba, pues las barrigas llenas y las funciones del circo atestadas hicieron de los romanos esclavos felices y dispuestos a dar el nombre de César y Señor a quien fuera que del desabasto los salvara.

Tal vez convenga pensar, si no será la gasolina ese alimento que nutrirá al nuevo pueblo romano, que se funda sobre los dolores y el pesar de muchos de sus hermanos.

Quizá las revoluciones efectivamente sirven para que todo siga igual y la transformación consista en recibir gasolina a cambio de libertad.

Maigo