Días sin ruido

Pocas veces escucho un silencio tan largo. Quieto; casi imperturbable. Vivo en una gran ciudad, así que el ruido se ha convertido en una canción de cuna. Si alguna reunión se pone muy ruidosa, comienzo a cerrar los ojos sin control.  Dormir sin ruido es difícil. ¿Qué pasa afuera que provoque tanta calma?, ¿qué estará por pasar? Algo se está tramando, parece sugerir la quietud del silencio.

La cuarentena trajo al intrusivo silencio como invitado recurrente. Acrecentó la incertidumbre del virus. Si tuviéramos ruido, actividades por hacer, discusiones que encender, tal vez sería más llevadero el encierro. Pasó así con la influenza. Pese a que contamos con una vacuna, desafiamos al virus por tener cosas más importantes que hacer en lugar de tomarnos un momento para ir a vacunarnos. Temo que así suceda con el Covid-19: cuando contemos con una vacuna, creeremos que ya lo vencimos. Volveremos a sepultar el silencio.

Niños corriendo, preocupándose por no ser alcanzados o queriendo ser los primeros en llegar a los juegos, padres vigilándolos a la distancia, contentos por lo alegres que están, disfrutando de una soleada tarde en un parque. La descripción cambia, pero debajo de la imagen siempre se recuerda lo felices que éramos y la ignorancia que sobre ello teníamos. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. La felicidad parece perderse por no saber disfrutar lo pequeño, por ambicionar lo absoluto. Pero otras imágenes, el tráfico en su apogeo, grandes concentraciones de personas, gente disputando un asiento en el subterráneo, el smog entrando tranquilamente por nuestra nariz, se burlan del estrés cotidiano; también señalan que antes éramos felices y no lo sabíamos. ¿No hay felicidad sin malos momentos como no tenemos ruido sin silencio? No es que todos fuéramos felices por poder usar de los espacios públicos, simplemente podíamos salir. No éramos libres, simplemente no estábamos encerrados.

¿Extrañaremos el silencio cuando regresemos al constante y sonante ruido?, ¿buscaremos desaparecer el silencio para olvidar las sensaciones desagradables que experimentábamos por estar involuntariamente encerrados, a veces con muchas personas, a veces totalmente solos? (Los que más extrañan el ruido presumen que beberán como si intentaran terminar con todo el alcohol del mundo y no dirán que no a nadie ni a nada). ¿Recordaremos algo en específico de los días de confinamiento o ninguno tendrá nada de especial? Tal vez, al no tener ni un momento de paz, haya quien diga: “el encierro no era tan malo, y no lo sabíamos”.

Yaddir

 

Estridencias

La guerra había pasado y ya se volvía a gestar. Hubiera sido difícil saber si se estaba planeando; ningún susurro se escuchaba, pese al dominio casi total del silencio. La guerra anterior terminó con una paz silenciosa de ambos bandos. El acuerdo principal fue ese: el silencio. El ruido llegó a un extremo que separó en dos grupos perfectamente distinguibles a toda la humanidad. Cada uno defendía su modo de vida. La violencia acabó con la mitad de la población. Hay quien dice que todo comenzó con la incapacidad de llegar a consensos, de poder dialogar. Pero lo más probable es que no se supieran canalizar las provocaciones. En redes cada grupo avisaba dónde estaría para planear el ataque; el grupo rival asistía al evento y comenzaban los enfrentamientos. Siempre hacían lo mismo. No eran emboscadas, eran simples provocaciones. Al principio las armas eran los puños, pero, cual si fueran descubriendo la técnica armamentista, posteriormente usaron piedras, luego armas de fuego, para finalizar con bombas. Los cadáveres cubrían las calles, pues enterrarlos era peligroso, además de que quitaba mucho tiempo. Cada batalla dejaba más muertos, la mayoría caían por debilidad. La situación se volvió intolerable cuando las enfermedades mataron a más que las sangrientas y prolongadas batallas. Los líderes de cada bando llegaron a un acuerdo: la paz se sostendría si nadie emitía su opinión. Si alguien osaba violar el acuerdo, sería fusilado enfrente de todos. Para que nadie dijera nada, habría vigilantes compuestos por ambos bandos en partes iguales. Era importante mantener el silencio para que se escuchara la más mínima palabra. Hablar era un lujo peligroso. A los niños se les tapaba la boca con un algo semejante a un bozal decorado con caricaturas de los tiempos antes de la guerra. La única música permitida serían las pisadas. La internet quedaba prohibida. El papel sólo se usaría para lo más básico. Sólo los líderes podían escribir. Los libros hacía tiempo que no tenían sentido para nadie. Al principio de la más cruenta censura que la humanidad hubiera experimentado no fueron pocos los que se rebelaron, aquellos que estaban totalmente en contra de los acuerdos establecidos. Pero como los muertos eran menos que en las batallas, poco a poco fueron apagándose las ganas de la rebeldía. La paz llevaba mucho tiempo funcionando. Las miradas cada vez eran más amenazadoras. Parecía que era la única expresión de rebeldía, lo único que mostraba el anhelo de vivir mejor. El tiempo pasó y el olvido se impuso. Casi nadie recordaba por qué se habían dejado de hablar, por qué había guardias que tenían en el pecho, en el lado del corazón, una boca tachada. Pero había pasado tanto tiempo que ya nadie podía leer, nadie podía escribir y ya nadie sabía cómo hablar. Hasta que un día se escuchó un recio balazo y un profundo grito de dolor. De la boca de una persona asesinada extrajeron un pedazo de papel que nadie entendió, pero que decía “Nunca cayará lo nunca cayado”.

Yaddir

Ruido

Ruido

Ruido de frenazos,

              Ruido sin sentido,

 Ruido de arañazos,

 Ruido, ruido, ruido

Joaquín Sabina

 

Nada muestra tan claramente la decadencia de una sociedad como su ruido. Los oídos dotados del don de escuchar el lirismo de la poesía se estropean con el estrepito vehicular. La música pierde su fuerza revitalizadora al mezclarse con gritos; ponen el pie los gritos a quienes avanzan hacia la paz musical. Una sirena suena. El gemido que anuncia la violencia. Algo pasó o va a pasar; un estruendo que destruye la paz.

No basta con enunciar un problema importante, hay que enfatizarlo, repetirlo, hacerlo resonar, gritarlo para que se note. De cualquier cosa y por cualquier cosa la gente grita. Grita el vendedor en el mercado. La música pierde su melodía, empieza a gritar, al tensarse demasiado en la panza de una bocina. Un vecino invade tu lugar cuando te presume, sin que tú se lo pidas nunca, su peculiar y estridente gusto musical. Podríamos decir que un lugar te pertenece en la medida en la que forma parte de tu silencio. Si puedo dormir, mi noche me pertenece.

Jamás vemos lo importante si hay tantos ruidos sobre los que escribir. Perdemos una frase; dejamos de seguir una melodía; nos quedamos a medias con una historia ante tantas voces, ante tantas historias gritadas más fuertemente. No nos extrañamos si en una calle citadina preguntamos (o nos preguntan): “¿qué te estaba diciendo?” y respondemos (o nos responden) “Nada, olvídalo. No era importante”. Vaya que suele pasar. Entre tanto ruido nos perdemos. El ruido es el peor laberinto cuando nuestra musicalidad se encuentra arruinada. Pero “¿en qué estaba? ¡Claro!, ¡lo importante!” Un funcionario puede insultar a las esposas, hijas y familiares de las personas a las que representa sin que tenga consecuencias. Hay un poco de ruido, pero el nuevo ruido destrona al viejo ruido (¿cuántos se alarman en este momento de los ruidos de la semana anterior?). Una piloto puede compartir su deseo por que mueran miles de personas sin que nadie diga nada hasta que se haga mucho ruido. El ruido dominante es el del más fuerte, la voz que calla a todas las voces; el ruido que decide qué hacer. El ruido seguirá, piloto y funcionario aprenderán a no escucharse (¿podrán escuchar algo bueno?). Pero ninguno podrá escuchar lo que no alcance a ver.

Yaddir

La historia del lago taciturno

La historia del lago taciturno

 

Aarón no podía creer que su hermano tuviese razón. ¿Profecías en estos tiempos descreídos? ¿Aceptar algún conocimiento cierto sobre el porvenir que contravenga la indeterminación de lo posible? ¿Acaso seguimos siendo primitivos? Está bien que en la región norte habían muerto todos esos niños. No por ello había de dar crédito a la profecía. Aarón sí había leído a Hempel, como toda la gente medianamente culta, y sabía que la fiebre puerperal es un eficiente ángel exterminador. No había razón para aceptar acción sobrenatural alguna sin contrastación. Semmelweis no había muerto en vano. Está bien que al este la gente se había infestado de piojos. Pero era tan natural: ahí viven los más pobres, los que no tienen servicios públicos, quienes de la higiene sólo saben de oídas. Y eso no podría ser ningún castigo de los cielos, sino una distribución imperfecta de la productividad mercantil, un reto al tiempo y una oportunidad al libre comercio. Ninguna mano divina había detrás; sólo cabía suponer la mano invisible que distribuye los méritos y las riquezas. Además, dos hechos explicables no son suficientes para abrazar una superstición primitiva. Y no podía pensarse que a la lista había que añadir otros dos hechos aislados, cuya causalidad es perfectamente explicable. Si por un error en el diseño transgénico de las semillas se había malogrado la producción de material bovino, y no todo el desecho se había podido convertir en sopa instantánea, la proliferación de moscas era evidentemente inevitable. Por suerte las moscas de ahora no sobreviven a las nuevas condiciones climáticas. ¿Qué divinidad olvida el calentamiento global? Además, Aarón no debería preocuparse realmente: se confesaba seguidor de Hume. Si se entretenía buscando explicación causal a las desgracias era para distraerse de la presente desgracia. Aarón no podía creer que su hermano tuviese razón. Ni siquiera cuando confundido miraba su ciudad inundada, convertida en un lago taciturno, víctima de la… ¿quinta? Súbitamente interrumpió el razonamiento y se perturbó el recorrido de la mirada cuando una rana saltó al lago. En su alma chascó el miedo. La confusión chapaleteó en su mente. Su escéptica seguridad se hacía agua ante el anuncio de la sexta plaga.

Nota. Hace tres semanas presenté una colección de versiones del haiku más famoso e invité a los lectores a intentar versionarlo en otras formas literarias. Cantumimbra presentó la suya. Tacitus hizo lo propio. Yo intenté un sonetín la semana pasada. Y hoy invité a la rana a saltar en una narración. La invitación sigue abierta, lector. ¿Quieres que salte la rana?

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El pasado 29 de agosto los funcionarios de la PGR se reunieron con los padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. La información que dieron los funcionarios se puede reducir a dos puntos: primero, que la investigación de los videos del C4 de Iguala se ha retardado porque el día de los hechos sólo funcionaban 4 de las 29 cámaras; segundo, que la PGR está dispuesta a continuar la investigación por las cuatro vías señaladas por el GIEI. Es importante recordar que la disfunción de las cámaras del C4 fue investigada por el equipo periodístico de Denise Maerker en los tiempos de Punto de Partida y divulgada en septiembre de 2015, cuando se recuperaron los videos de la central camionera de Iguala; del mismo modo, en el libro de Anabel Hernández La verdadera noche de Iguala [Grijalbo, 2016] se describen los errores de custodia del material videográfico y se da cuenta del aparente error por el que los videos del ataque fueron borrados. Queda la duda: ¿qué investigó la PGR? Sobre el segundo punto, hay que recordar que las cuatro vías de investigación señaladas por el GIEI son: la omisión del 27 batallón, la participación de los policías federales y municipales de Huitzuco, la utilización de los celulares tras la noche de la desaparición y la posibilidad del tráfico de droga (lo que supone el quinto autobús). Recordemos que la presencia de los elementos del 27 batallón fue aclarada en el noticiero de Ciro Gómez Leyva, cuando se planteó la confluencia de elementos de dicho batallón durante la búsqueda de una motocicleta; no obstante, en el libro de Sergio González Rodríguez, Los 43 de Iguala [Anagrama, 2015], se presentan argumentos suficientes para presumir que el ejército estaba enterado del ataque. Además, fue Héctor de Mauleón, en El Universal,  quien trazó la línea que conecta a la policía municipal de Huitzuco con el ataque a los normalistas y, muy importante, al cacique guerrerense implicado pero no investigado, ni siquiera mencionado. El asunto de los celulares fue documentado en el libro La guerra que nos ocultan de Francisco Cruz [Planeta, 2016], si la investigación no se ha llevado a cabo de manera oficial es porque nadie ha expedido la orden judicial para que la telefónica entregue los datos. El quinto autobús fue localizado por la reportera Miriam Moreno, aunque los funcionarios no acusaron recibo de la localización. Y el tráfico de drogas quedó señalado en el libro Guerrero. Los hombres de verde y la dama de rojo de Humberto Padgett [Urano, 2015]. Queda la duda: ¿los funcionarios siguen sin ver hacia dónde investigar? No está de más decir que casi nadie ha apuntado la necesidad de ver la participación de la guerrilla, ni de la violencia ideológica del caso, ya planteada por Esteban Illades en La noche más triste [Grijalbo, 2015]. Eso sí, los funcionarios se comprometieron, ahora, a ofrecer resultados de la investigación para mediados de octubre.  2. Terroríficas las historias de secuestros de bebés en el Estado de México que publicó Ricardo Raphael en El Universal. 3. Una de las virtudes de la inteligencia de Gabriel Zaid es su sentido práctico. Muestra de ello es el final de su análisis sobre el caso del socavón: «además de los castigos administrativos y legales, los responsables deberían perder su título profesional». 4. Es enternecedor. El lunes, en Reforma, Jesús Silva-Herzog Márquez, de la que López Obrador ha llamado «prensa fifí» -¿qué sentirá Reforma cuando Andrés Manuel los maltrata así, luego de que recurrentemente en el diario se le trata tan bien? Parece que fue ayer cuando Delgado recibió sus flores-, señaló la opacidad de la selección del candidato de Morena al gobierno de la CDMX y preguntó si acaso se nos informará del proceso de selección del candidato de Morena a la presidencia de la república. El miércoles, en La Jornada -diario combatiente… pero del Sindicato de Trabajadores de La Jornada-, Luis Linares Zapata asoma la cabeza por encima del rebozo y defiende, cual adelita, a su caudillo: AMLO tiene derecho a ser candidato porque lo ha ganado de una manera «rotunda, callejera y honesta». Casi lloro, de veras. Y luego hay malpensados que dicen vivir en tiempos de poca fe. 5. Javier Tejado Dondé advierte un problema interesante: los concesionarios de televisión que han pagado los derechos de transmisión del mundial de futbol de Rusia 2018 están obligados a no alterar la señal de FIFA, pero los concesionarios de televisión mexicanos que han pagado los derechos de transmisión del mundial de futbol de Rusia 2018 estarán obligados por el INE a alterar la señal de FIFA para incluir propaganda electoral. Si alteran la señal de FIFA, serán multados; si no la alteran, serán multados. ¿Y entonces? ¡Hay tabla! 6. ¿Alguien leyó en el Reforma del miércoles la adhesión pública de un «destacado» intelectual a un movimiento ciudadano? ¿Alguien se fijó que en su recuento de vida política olvidó su paso por un partido político? ¿Alguien recuerda cómo jugó ese partido para favorecer el posicionamiento de AMLO y contra Patricia Mercado en las elecciones de 2006? Alguien debería contar la historia.

Coletilla. El teatro “El Milagro” ofrecerá una serie de conferencias para analizar Hamlet. Entre los conferencistas estarán Juan Villoro y Julio Hubard. Aykir.

Sonando un ruido

Sonando un ruido

 

Hace dos semanas presenté aquí una colección de versiones sobre el haiku más famoso. Invité a que se intentaran más versiones. Cantumimbra presentó la suya. Me interesa ver si el haiku puede llevarse a otras formas. Intenté ripiosamente que la rana saltara en un soneto de arte menor. ¿Habrá sonado el ruido?

 

Límpido lago lacio

de sereno reflejo:

es del día espejo,

de la noche palacio.

 

Calmo lago añejo,

del silencio prefacio

y del alma tridacio;

en la calma consejo.

 

¡Raudo ruido la rana!

Es súbito cadejo.

Chabisque que allana

 

por chucano batracio.

Chasca, rana truhana,

en el charco pancracio.

 

Sigue la invitación abierta, lector, para que hagas sonar el ruido y pruebes llevar el haiku más famoso a otras formas. Quizá descubramos algo.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Hoy se cumplen 35 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Los funcionarios de la PGR se habían comprometido a presentar los resultados de la investigación en agosto… les queda una semana. Los padres de los desaparecidos, por su parte, advirtieron que de no recibir información importante en agosto, incrementarán el número y la intensidad de sus protestas antes del tercer aniversario anual. 2. El 1 de octubre de 2016 señalé a Juan Dabdoub como líder del Frente Nacional por la Familia. Y afirmé hace dos semanas que para la gente del Frente, además de la imposible candidatura de José Luis Luege en el PAN, era buena noticia la posible candidatura de Ricardo Monreal en Morena. Ayer, Juan Dabdoud manifestó en Twitter: «Haremos todo por evitar que Claudia Sheinbaum llegue a la Jefatura de la CDMX, el gobierno de la ciudad no puede caer en manos sionistas», «La elección de Claudia Sheinbaum nos confirma que Morena es un partido al servicio del judeo-comunismo. Nada nuevo bajo el sol» y «Acabo de hablar con el Licenciado Ricardo Monreal, lo invité a impugnar la encuesta de su partido. Es de los pocos hombres buenos de Morena». ¿No que no? Lo dicho, el gobierno de Ricardo Monreal sería muy buena noticia para el Frente Nacional por la Familia. 3. «¿Vale la pena arriesgar la vida por un reportaje así?», le preguntaron al reportero. «Es por comodidad, por vivir con la tranquilidad de no cerrar los ojos, los oídos, ni la boca ante la brutalidad, la estupidez y la cobardía», respondió el periodista Humberto Padgett, autor de Los muchachos perdidos [Debate, 2012] un impresionante panorama de las vidas e historias del tribunal para menores, quien fue golpeado y amenazado en la Ciudad Universitaria de la UNAM por los narcomenudistas que ahí operan. Curioso: censura, amenaza y narcotráfico, pero no se ve a la izquierda universitaria protestando, o los progres unamitas en una campaña para acabar con la venta y el consumo de drogas en sus instalaciones. El país será un socavón, pero nunca el Paraíso del Pedregal. Hipocresía universitaria. 4. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha publicado un estudio sobre las carreras profesionales más rentables en México. Los tres primeros lugares (sentido descendente) son: ingeniería química, estadística y finanzas-banca-seguros. Y creo que tiene toda la razón. En un país en que el narco está pasando del cultivo al procesamiento es alta la rentabilidad de la ingeniería química. En un país en que la administración pública ha asumido que nada puede resolverse, pero de todo pueden ofrecerse cifras, debe ser alta la rentabilidad de la estadística. Y, aufhebungen!, el narco necesita lavar dinero para que las estadísticas ofrezcan mejor rostro, ¿no? Los especialistas en finanzas, banca y seguros tienen alta rentabilidad. ¿Habrá algún estudio que nos informe sobre nuestra competitividad narca? 5. «Lo bueno cuenta y queremos que siga contando» dice la frase promocional del quinto informe de gobierno del Lic. Enrique Peña Nieto. En la semana, se dieron a conocer los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública: en todos los estados de la república han repuntado los índices de homicidios. Seguimos contando, Señor Presidente.

Coletilla. “Mantenía en su casa un orden tan estricto que resultaba de una violencia inaguantable”. Ignacio Solares

 

Hacer sonar un ruido

Hacer sonar un ruido

 

En el prólogo a La balada de la cárcel de Reading [Quimera, 2010] en versión de Hernán Bravo Varela [México, 1979], José Emilio Pacheco -¿cuántos prólogos escribió? Se necesita un antologador dedicado, pues la reunión de sus prólogos indudablemente sería uno de los más inteligentes panoramas literarios- afirma: “Cada época y cada generación lee de manera diferente los mismos textos. Las traducciones deben renovarse sin tregua. Al hacerlo prolongan la vida de sus originales”. Más allá del falso dilema entre literalidad y sentido literario, Pacheco sugiere que el verdadero fin de las traducciones es poner en conversación las obras; traducir un texto literario no es trasladarlo al idioma de llegada, sino aproximarlo a nuevos hablantes; traducir es conducir, compartir, invitar a dialogar. Cuando las traducciones se deterioran, se deteriora el diálogo. Cuando las traducciones se aferran a la literalidad, se reduce la riqueza expresiva de la palabra. Cuando las traducciones se olvidan, la originalidad se reduce a extrañeza, la comprensión a autoelogio, el diálogo monologa. Para que la traducción prolongue la vida del original, la traducción debe buscar la efectividad poética. Podemos verlo, por ejemplo, con un vistazo a algunas traducciones del haiku más famoso.

         El más famoso haiku fue compuesto por Matsuo Basho. Esta es la versión que en el número de abril de 2011 de la Revista de la Universidad de México publicó Aurelio Asiain [México, 1960]:

 

El viejo estanque,

el salto de una rana,

ruido del agua.

En su versión se presenta el haiku de cuerpo entero. Nos confirma la afirmación de Octavio Paz: el haiku es un instante privilegiado. En la versión de Asiain, el poema presenta tres elementos sólo reunidos por la totalidad del poema. No hay causalidad, no hay sucesión temporal. El todo se conforma en la mirada del poeta y su representación se delinea al aparecer de los versos. La efectividad poética arroja la luz sobre el instante: la efectividad poética es visibilidad.

         Por su parte, Mariano Antolín [Gijón, 1943] ofrece la siguiente versión:

 

El estanque antiguo,

salta una rana.

¡El ruido del agua!

En su versión aparece la sorpresa. Su versión nos presenta un nuevo rostro del poema de Basho. No faltan ni el estanque, ni la rana. Aparece la sorpresa en el tercer verso. Presenta sorpresivo al ruido del agua. La sorpresa se marca tanto por el signo, como por la independencia del verso. La efectividad poética de la versión de Antolín reúne al estanque y la rana en una realidad que se expresa sorpresiva, que se presenta a sí misma tan inusual como puede ser. La efectividad poética renueva al mundo.

         Algo más puede verse en la versión que Alberto Manzano [Barcelona, 1955] ofreció en Haikú de las estaciones [Teorema, 1985]:

 

El viejo estanque;

una rana salta adentro,

el sonido del agua.

El poema adquiere dimensión, una profundidad no sólo física: la profundidad de la conciencia zen. El amigo de Leonard Cohen introduce pliegues en la realidad. El primer pliegue lo marca con un “punto y coma” que sitúa al estanque en su concreción material, en su realidad. La rana viene de fuera. La rana es totalmente otra. La rana, en su viva independencia, irrumpe en la concreción material del estanque. La realidad adquiere un segundo pliegue: la vida produce interioridad; la rana salta dentro del estanque. Sucesión temporal, mas no causal, en la versión de Manzano el ruido se vuelve sonido. Tercer pliegue de la realidad: la interioridad es conciencia: sólo para la conciencia el ruido se vuelve sonido. La efectividad poética ya no es visual o expresiva, es interioridad. La realidad material en que irrumpe la vida nos hace sabernos vivos, vivir es la conciencia del todo.

         En otro panorama espiritual, el cristiano, está la versión del teólogo jesuita Antonio Cabezas García [Huelva, 1931-2008] presentada en Jaikus inmortales [Hiperión, 1983]:

 

Un viejo estanque.

Se zambulle una rana:

ruido de agua.

El centro está en la acción. Lo importante es que la rana se zambulle. Hay poema porque hay acción. El poema gira en torno al zambullimiento. ¿Difiere en algo saltar de zambullirse? Quien salta, lo hace con dirección y sentido, siempre en oposición, siempre como otro. Zambullirse es llevarse a sí mismo, conducirse: hacerse responsable de sí en la inmersión de lo otro. Quien salta puede esquivar; quien se zambulle se entrega. La rana que se zambulle en el viejo estanque hace el mundo por su acción. La consecuencia es indecible: lo indecible está en el ruido. Cuando la acción produce lo indecible, el juicio se suspende. La casuística irrumpe en el poema. La efectividad poética proviene de la irrupción. El poema logra un silencio diferente.

         El problema del sonido en el poema, entre el silencio y el ruido, buscó una solución ejemplar en la versión de Octavio Paz [México, 1914-1998]:

 

Un viejo estanque:

salta una rana ¡zas!

chapaleteo.

En la versión de Paz, primero se presenta el lugar, la situación: los dos puntos son la puerta al instante privilegiado. Si bien aparece una onomatopeya, lo más importante es la sonoridad del lenguaje. ¿Cómo se nombra la innovación del poema? Paz resuelve: chapaleteo. El poema absorbe la acción y la destila en sonoridad. La efectividad poética distiende el instante, lo despliega, sin que por ello pierda unidad. La efectividad poética de la versión paceana es plenamente sonora.

         La plenitud sonora toma un nuevo camino en la versión que José Luis Rivas [Veracruz, 1950] presenta en Raz de marea [FCE, 1993]:

 

Un sapo salta…

Tirado de la lengua,

el charco chasca.

El salto es la totalidad del poema, una totalidad aorista: los puntos suspensivos disuelven los límites del todo. La totalidad del poema es una totalidad del habla: el charco tiene lengua. El poeta ha dado la vuelta al poema: primero está el acto, la rana; el actor hace presente al lugar, el lago. La relación entre el lago y la rana es una correspondencia tensa, un equilibrio frágil, el instante en que nace la palabra. Nótese el sonido: el charco chasca. La efectividad poética nos presenta en su sonoridad al habla y al instante. El poema es un ojo de agua, borbotón de sonoridades.

         Un recurso más en el esfuerzo de hacer sonar un ruido es el de la versión que José Emilio Pacheco [México, 1939-2014] presentó en Como el viento que pasa [Visor, 2015] de Matsuo Basho (la versión difiere en la edición de Aproximaciones de 1984. Por Marco Antonio Campos me enteré de una tercera versión en edición limitada distribuida por Era en 2013, pero no he tenido acceso a ella):

 

Viejo estanque dormido.

         Pero de pronto

         salta una rana.

Pacheco plasma gráficamente la expresividad sonora. Abre un espacio. Su poema es una visualidad que canta, una visualidad que sorprende, una sorpresa sonora. El lector está ante el asiduo “viejo estanque dormido”. Es el mismo estanque viejo, pero está por primera vez dormido. No hay oportunidad de mirarlo dormir: de pronto salta una rana. El poema tantas veces traducido, el poema tan famoso, el viejo estanque, la vieja rana y el viejo salto todavía pueden sorprendernos. En la versión de Pacheco, el poema sorprende a la memoria. La efectividad poética atrapa el instante frente a la anticipación hermenéutica. La efectividad poética rehabilita al poema para el ejercicio de la memoria. La sonoridad y la visibilidad del instante se congregan en la palabra del poeta; las palabras del poeta conforman la memoria.

         En 1920, don Ramón María del Valle-Inclán presentó una versión del haiku dentro de su censurada obra teatral Farsa y licencia de la Reina Castiza:

 

El espejo de la fontana,

al zambullirse de la rana,

¡hace chas!

¿Cómo aparece el ruido en el drama? Aparentemente, Valle-Inclán no logró hacer sonar el ruido. El último verso podría parecer insuficiente. Sin embargo, en la versión de don Ramón aparecen juntos el ruido y la rima. La rima marca el desenlace del ritmo del verso, el desenlace produce la cadencia del poema y la cadencia puntúa la expectación posible: el ruido sólo puede aparecer inesperado porque la rima nos ha acostumbrado a lo esperado. En la versión menos cercana al haiku, el poema logra una efectividad del instante privilegiado probablemente insuperable. La rima da luz sobre el ruido; el ruido sólo se escucha en la rima. La efectividad poética de la versión valle-inclaniana regresa a la poesía lo que el haiku llevó al mundo.

         Queda por investigar, claro, si el más famoso de los haikus puede ser expresado en otras formas poéticas tradicionales. ¿Cómo hacemos sonar el ruido del haiku en un soneto? ¿Cómo lo presentamos en un poema en prosa? ¿Es traducible el poema de Basho en un cuento? Quizá sean aproximaciones necesarias.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El Yunque quiere medir sus fuerzas en la Ciudad de México. Para ello, su precandidato azul se ha lanzado contra una posible alianza PAN-PRD en la Ciudad. Si, como es de esperarse, el precandidato azul del Yunque no logra la designación en su partido, menos de la mitad del PAN capitalino apoyará la alianza. Y en ese escenario, probarían sus fuerzas con otro candidato, el propuesto por el Frente Nacional por la Familia. Aunque el lector no lo crea, el enemigo no es Morena, sino el PRD: sólo los amarillos han defendido el matrimonio igualitario. Para la derecha capitalina, el triunfo de Morena -especialmente si lleva a Monreal como candidato- sería buena noticia. 2. Cuando se afirma que Rius fue el educador político de la mayoría de los mexicanos, ¿quién se atreve a decirlo como elogio? 3. Carlos Zúñiga ha sido el primero en notarlo: la propaganda ideológica rusa se ha filtrado en los medios públicos porque no pudo hacerlo en los medios privados, lo cual se explica por las limitaciones presupuestales de los medios públicos. ¿No es, a la larga, un problema político para quien limita los recursos a los medios públicos?

Coletilla. Tres juegos sobre el mismo tema.

Un piropo

salta al chat:

friendzone.

 

Buena conciencia

que protesta en twitter

se llama chairo.

 

Viejo estancado

en medio del tránsito:

claxonazo.

Primera función

Ir al teatro es para mí una experiencia nueva. Hoy iré hacia ese mítico lugar por primera ocasión (realmente no es la primera, pero la anterior fue hace tanto que la he olvidado). No sé qué esperarme cuando esté ahí, ni cómo saldré de la función. ¿Será cierto que al ver extraños actuar algo se aprende?, ¿eso no pasa cuando se ve una película en la adormecedora comodidad de un sillón?

Llegando a la sala veo a muchas personas, todas hablando incesantemente, como si fueran dueñas de un secreto oculto que sólo se pudiera transmitir con más de mil palabras. ¿Hablarán de la función antes de verla?, ¿o acaso estarán criticando a los diletantes espectadores? Afortunadamente nos llaman la atención y todos callan; escucho a lo lejos una garganta que protesta carraspeando por el silencio al que fue condenada y a un niño deseoso de seguir platicando. Nuevamente soy afortunado, pues el silencio se impone obligando a los inquietos a quedarse callados. La función comienza. Todo inicia con mucha intensidad para mí: la luz sorprende a mis débiles ojos, la voz de los actores desgarra mis oídos, sus pasos retumban en el escenario y los latidos de mi pecho copian la constante rapidez de aquéllos. Aunque la impactante emoción inicial dura poco; comienzo a acostumbrarme a la función; me tranquilizo. Las acciones fluyen en el escenario como si fueran sucesos del día a día; más bien me parecen situaciones mucho más entretenidas, pues el día a día suele ser aburrido. Baja el telón y una brisa de aplausos llena la sala, quizá porque la gente necesitaba hacer siquiera un ruido ligero después de una de mantenerse callados. Fin del primer acto.

En el intermedio las personas dejan caer sus pies por un suelo alfombrado mientras sus voces corren velozmente entre sí, como en competencia (como casi todas las personas están hablando, no puedo ver quién va ganando); pobrecillos, pienso, cuántos deseos de hablar tenían. Otro sonido atraviesa los pasillos, obligando a que las voces aminoren… es una campana que nos avisa el fin de nuestro intermedio.

Al comenzar el segundo acto no me espanto como al inicio de la función. Esto no es señal de que la trama se haya debilitado en algún sentido y las ejecuciones actorales dejen de ser verosímiles; incluso a mi lado veo el rostro de una persona que parece estar padeciendo los sufrimientos junto con los personajes. La escena me impresiona tanto que comienzo a percatarme de algo que se mueve en mi interior, también mi rostro lo siente. Deseo hacer algo, expresar lo que siento con un abrazo fraternal a mi hermana o a un amigo, es como si los extrañara y los sintiera cerca al mismo tiempo; qué bien se siente tener a quien abrazar fuertemente. Evidentemente esto no es como ver una película, pues ahí a los actores no los ves tan cerca, los sientes lejos, sus voces son más débiles, así como sus pasos son más quedos (casi no se escuchan).

Al finalizar la función todos los presentes aplaudimos estruendosamente, alguno que otro se seca las lágrimas de un rostro que ostenta una decidida sonrisa. Veo a todos los demás como compañeros, sus voces me comparten las sensaciones que experimentaron durante la función, lo que pensaron sobre algún personaje en particular o la obra en general, detalles de vestuario y escenario, etc.; en varios asuntos nuestros comentarios difieren, pero en un punto todos coincidimos: las actuaciones estuvieron llenas de emoción. Cierto, eso es indudable. Lamentablemente es muy tarde y debo irme. Me despido y les gradezco a mis compañeros los comentarios. Espero asistir proximamente a otras funciones.

Yaddir