Tirano servicial

Hay tiranos que se alegran al servir a otros, ya sea defendiéndolos debido a lo parecido de sus gustos o bien sirviéndolos para evitar perder el poder alcanzado sobre sus súbditos.

Herodes Antipas decía sentirse tranquilo en su palacio, hasta que se daba cuenta de los servicios que debía a los romanos y a todo aquello que lo esclavizaba y lo encadenaba a cumplir con las promesas que no quería, por una danza mató al Bautista, y tiempo después juzgó a la ligera cegado por la risa y las bellezas de su corte volviéndose incapaz de reconocer la inocencia en quien, a diferencia de él, era libre de verdad.

Maigo

Hablar en el desierto

El amor por la palabra mueve: a veces mueve a las pesadas montañas, y otras veces sólo mueve los labios burlones de quienes dicen ver en la palabra algo tan valioso como para no pronunciarla nunca. El que ama la palabra cuida lo que dice y lo que hace, porque sabe que el decir es un hacer y que el hacer es un modo del decir; en cambio, el que se finge amante de la palabra se finge cuidadoso de la misma, y no siente reparo en decir una cosa y hacer lo contrario, pretende callar cuando habla y evita a toda costa el juicio silencioso de quien mejor lo ve.

La burla hacia el amante que habla, incluso en el desierto, se nutre del vacío aplauso que otorga un público ciego y al mismo tiempo carente de amor por la palabra y de respeto hacia sí. Al burlón no le importa bailar y embriagarse, todo lo deja sin reparo con tal de tener en bandeja de plata el silencio eterno de quien le muestra, como espejo, su rostro y por ende la falsedad de su amor.

Quien ama a la palabra respeta lo que dice porque se sabe un ser de palabra, y si bien cuida lo que dice su cuidado no lo sumerge en el silencio y como Juan Bautista se pronuncia sin importar que eso ocurra en medio del desierto.

 

Maigo