Desencuentro
(Mi afición a Reyes IV y última)
A 130 años del nacimiento
y 60 años del fallecimiento
de Alfonso Reyes
Extraño, pero muy importante para ser pensado. Hay un poema de Alfonso Reyes que extrañamente ha sido poco abordado por los alfosofílicos. Prácticamente no hay comentarios especializados sobre él. Extraño porque la obra del exhaustivo Alfonso Reyes se ha sometido a un (casi) exhaustivo análisis. Extraño porque el poema es por sí mismo extraño. Extraño por la necesaria sabiduría del poema. Me refiero, y ahora no creo que el lector lo haya sospechado, a “Romance interrumpido”.
Como desde el suelo mismo
la copa empieza a brotar,
descalzos pisan la tierra
árboles sin tronco ya.
Son árboles de rodillas,
árboles a la mitad,
árboles en fin clavados
a más de lo natural…
(No colguéis, pájaros, nidos
al alcance de un rapaz.)
El único estudioso de la obra de Reyes que ha adelantado un juicio sobre el poema es Alfonso Rangel Guerra en su Norma para el pensamiento: la poesía de Alfonso Reyes, donde especula si la obra es “situación imaginaria, sueño o pesadilla”. Claro, llega a ello contrastando el estilo extraño de este poema respecto a sus contemporáneos, los más impresionantes poemas de 1923. Se apoya, y quizá con acierto, en el dictamen mismo del autor, quien en Historia documental de mis libros anota: “muy juguete roto como en travesura infantil”. Alfonsecuentemente, prefiero creer que el poema parece un juguete roto pues es una travesura infantil, y no que en la travesura infantil efectivamente se rompió el juguete. Pues siendo tan cuidadoso con su recolección poética, no creo que don Alfonso nos dejase simplemente con un juguete ya roto. Problema, claro está, es reconocer cómo jugar con el juguete alfonsino.
Por una entrevista a las nietas de Alfonso Reyes, contenida en Mexicanos para la historia: doce figuras contemporáneas [Libro-Mex Editores, 1955] del comunista Víctor Alba, sabemos que el poeta escribió el poema en el parque El Retiro de Madrid. En Los dos caminos nos enteramos sobre la predilección de don Alfonso por dicho parque (ubicado a escasos cien metros de General Pardiñas 22, donde vivió). Y en un perfil de Azorín sabemos que Alfonso lo frecuentaba para la distracción exterior y la recreación interior. Vaya, Reyes visitaba el Retiro para pensar. Podemos imaginar con facilidad que ahí en el parque, mientras intentaba aclararse el alma, don Alfonso concibió el poema. Aunque eso no nos aclara aún de qué habla el poema. Yo, lector perspicaz, tengo una hipótesis. “Romance interrumpido” es el último poema de la serie escrita antes de la vacación veraniega de 1923, cuando don Alfonso fue a Deva. En Deva, Alfonso aclaró las ideas que lo perturbaban en Madrid y a su regreso comenzó la escritura (que le llevará seis años: de agosto de 1923 al 16 de junio de 1929) del trabajo en que clarificará plenamente la perturbación: Los siete sobre Deva. La extraña forma de Los siete sobre Deva es análoga a la extraña forma de “Romance interrumpido”; a ambas obras subyace el mismo problema, la mayor preocupación de Alfonso Reyes en el año de 1923.
Los siete sobre Deva debe su título, claramente, a la obra de Esquilo Los siete sobre Tebas, la tragedia fratricida. La primera aparición pública (15 de enero de 1941) de un capítulo del libro de Reyes se hace cuando está libre de alguna misión diplomática y para referir el fratricidio de la Guerra Civil Española. Los siete sobre Deva nos ayuda a pensar el fratricidio español, pero no se gestó en torno a él, sino a la preocupación mayor de don Alfonso en 1923. No es el Diario el que puede informarnos sobre dicha preocupación, pues o no existen o están perdidas las páginas correspondientes a aquel año. Las cartas, empero, nos ayudan a saber del asunto. ¿De qué se trata?
1923 fue el año en que se destruyó la amistad que dio origen al Ateneo. Reyes está en España, nostálgico, anheloso de reencontrar a los amigos y añorando volver a la patria. Los amigos, al tiempo, han cambiado radicalmente sus vidas. La amistad se destruye, Alfonso alcanza a escuchar los ecos del estruendo… pregunta, pero no se le contesta… cuando llega la confirmación ya es demasiado tarde: los amigos se han separado, han tomado decisiones que cambiarán todo para siempre y ninguna vida será igual. Veámoslo.
“No te escribo ha mucho. Pero sólo cosas desagradables tendría que contarte”, le dijo Julio Torri a Alfonso Reyes en la carta del 9 de abril. Desesperado, ansioso de saber qué es lo que pasaba, Alfonso respondió: “yo ya no sé lo que sucede y tengo miedo de que otros hombres se me echen a perder”, en la carta del 27 de abril. ¿Qué originó la inquietud de Reyes? José Vasconcelos era secretario de Educación y Antonio Caso ocupaba la rectoría de la Universidad. Por un conflicto en la Escuela Nacional Preparatoria, Antonio Caso y Pedro Henríquez Ureña se separaron de José Vasconcelos y Julio Torri: el conflicto profesional como expresión de la destrucción de la amistad, la destrucción cambió para siempre la vida de los amigos. “Sufro pensando que la antigua amistad se ha deshecho”, le dijo Torri el 5 de octubre. Y una vez enterado Alfonso del asunto, Julio añadió en noviembre: “me he quedado sin amigos […] doy a mi vida cierto jugo mundano para que no sea demasiado desapacible y triste”. Desde 1923, Julio Torri no levantaría la mirada de lo mundano; el año en que se destruyó la amistad también es el año de la destrucción de su anhelo espiritual.
Antonio Caso no tuvo mejor suerte. Desde 1923 comenzó la frustración que lo llevó a ensimismarse en sus ideas, alejarse de los diálogos, vivir de la certidumbre que da la profesión, del lucimiento que permite la cátedra, de la persuasión de que un profesional también filosofa. 1923 fue el año en que la tristeza comenzó a formar la mirada del más filosófico de los ateneístas. ¡Es una lástima!
Pedro Henríquez Ureña cambió su vida en 1923. Por una parte, el conflicto con Vasconcelos no escapó a la claridad de su inteligencia. En carta del 20 de abril le dijo a Alfonso, confidencialmente, que sospechaba que Vasconcelos había comenzado a aspirar. Efectivamente: el afán de poder y de notoriedad que caracterizaron la brigada cultural de Vasconcelos le crearon la convicción de que podía aspirar a la presidencia, a más poder y mayor notoriedad. Observación certera del Sócrates del Ateneo: aspirando al poder, Vasconcelos se derrumbará; valía la pena confrontarlo para evitar que la realización de lo que tanto deseaba no lo destruyese. Pero Pedro no lo logró. Y decidió cambiar su vida para siempre: se casó y se fue del país. ¿Qué se requiere para cercenar la propia naturaleza? ¿En verdad la imposibilidad de educar a Vasconcelos, verlo por fin en la posición de poder, condujo a Henríquez Ureña a vivir engañándose? Lo supo Torri que inventó una anécdota; lo supo Novo, que la negó; yo no cuento la anécdota, lector, porque más de uno la tomaría a mal.
¿En verdad se destruyó Vasconcelos en 1923? Pues al menos, por testimonio de Daniel Cosío Villegas, sabemos que en ese año se asumía el heredero de Obregón y que su frustración lo llevó a abandonar Educación y a comenzar el largo periplo a la destrucción de sí mismo que lo llevó a ser el personaje inexplicable que permanece en la memoria histórica. Pero José Vasconcelos es un personaje más complejo, mucho más. Estoy convencido de que, como en el caso de los otros tres amigos, las consecuencias políticas y amistosas de 1923 no se separan de la vida personal y pasional de ninguno de ellos. 1923 es el año en que Vasconcelos rompe definitivamente con su gran amante Elena Arizmendi (Adriana en La Tormenta) y es también el año en que conoce a Esperanza Cruz. Es el mismo año en que José Vasconcelos destila rencor en la pluma, escribe su página más terrible, más cruel, más injusta. En carta a Reyes del 28 de noviembre dice: “Hice estos sacrificios [soportar a Antonio y a Pedro] llevado únicamente de un sentimiento de amistad […] He tenido que soportarlos en contra de todos mis verdaderos amigos de la Revolución […] Me quedará siempre la convicción de que no han sido ni son mis amigos, y podré tranquilamente desligarme de toda relación sentimental con ellos, aunque en el exterior, en el aspecto social, les siga demostrando atención”. Sí, el deseo de poder destruye la amistad; Vasconcelos es el ejemplo de que no hay deseo de poder sin eros desbocado. 1923 destruyó la amistad… cambió para siempre a los ateneístas.
La destrucción de la amistad de 1923 es el tema de “Romance interrumpido”. Sí, la amistad rota es como un árbol que no ha llegado plenamente a crecer. Y árbol es la imagen de la amistad porque la simpatía, el cariño y el deseo que permiten a la amistad crecer y dar sombra son perfectamente naturales. Mas el deseo, el cariño y la simpatía, los tres niveles en que cambió la vida de los ateneístas, también estropea su naturaleza cuando aspiramos a algo distinto a lo mejor. ¿Acaso Pedro pudo esconderse por mucho tiempo su deseo? ¿Acaso José volvió a experimentar cariño? ¿Y Antonio pudo ser un huraño simpático?
Desconcertante en el poema es el último par de versos. Como superfluos, como de fuera, como si fuese nada más una advertencia. ¿Vio Alfonso el peligro en que estaban sus amigos y lo pudo expresar entre paréntesis? El 26 de octubre, Genaro Estrada le escribió a Alfonso Reyes una de las páginas más nobles de aquel año terrible y los paréntesis más sinceros en mucho tiempo: “Yo he tenido amigos que no me entienden, pero que vuelven a mí cuando se dan cuenta. (Tengo, y esta es la primera vez que lo digo a alguien, un corazón profundamente acogedor, instantáneo y permanente para la simpatía y enemigo implacable del odio y del rencor)”. ¿Ha visto el lector cómo se desarrolla este paréntesis en Los siete sobre Deva?
¿Cuál fue, pues, la respuesta del poeta Alfonso Reyes a la destrucción de la amistad en 1923? El poema es la primera pista: nunca más habrá amistad en la rapacidad. Los siete sobre Deva es la respuesta en su forma más compleja. Hubo además una respuesta práctica. En 1923, don Alfonso le dio a Cosío Villegas el consejo que cambió su vida (y cambió la mía): todo eso del trabajo y del poder no está del todo mal, pero no es lo más importante, lo importante es escribir. ¿Acaso la escritura es otro parque de la amistad?
Námaste Heptákis
Coletilla. Termina agosto, lector, y termino yo. Esta fue mi última entrada. Hoy me voy de la Big Band. Gracias.