El artificio de la indignidad

El artificio de la indignidad

 

Siete cuentos morales es una obra maestra. El quinto de sus capítulos se intitula «La anciana y los gatos», y narra los tres días de visita del hijo de Elizabeth Costello a la choza española en que fue a vivir la novelista australiana. La choza se encuentra en un pueblo de la meseta castellana, pueblo pequeño y pobre; la choza es pequeña y pobre. Costello vive de manera pequeña y pobre. La novelista come alubias, alimenta gatos salvajes y cuida a un hombre diagnosticado con un mal mental y acusado de exhibicionismo. Para el visitante, el juicio es claro y la condición evidente: la Costello vive indignamente. ¿Acaso el lector podría diferir del juicio del visitante? Precisamente, en ello se encuentra la maestría de John Maxwell Coetzee.

         «La anciana y los gatos» recuerda deliberadamente a «El perro», primer capítulo de Siete cuentos morales. En el capítulo quinto vuelven a aparecer los animales, preocupación central de Costello y tema del primer capítulo. Los capítulos primero y quinto presentan a los animales en correspondencia: el primer capítulo presenta al animal encerrado en casa, ladrando hacia la calle; el capítulo quinto presenta al animal dentro de casa, huyendo de la calle. El capítulo primero va de lo externo a lo interno; el quinto se desenvuelve plenamente en el interior. La exterioridad del capítulo primero es el discurso interno de la dignidad moderna. La exterioridad del quinto capítulo sólo puede ser sospechada como el entramado normativo y reglamentario de la dignidad moderna. La interioridad del primer capítulo es la alegoría coetzeana del alma humana; el capítulo quinto es una vuelta a la alegoría. En ambos capítulos el alma humana es una casa habitada por animales que perturban el entorno, un anciano sentado a la mesa y una anciana que toma la voz por todos. Difieren, evidentemente, en que no es lo mismo un perro que varios gatos salvajes, o un anciano frente a un tazón que un anciano frente a recortes de periódico, ni la anciana carente de ánimo es semejante a la siempre perturbadora Elizabeth Costello. En «El perro», el paso de la exterioridad a la interioridad se opera por la presencia de San Agustín; en «La anciana y los gatos» la diferencia entre interioridad y exterioridad se exhibe por la presencia de Juan Pablo II. En el primer capítulo por San Agustín se muestra que el erotismo distorsiona la dignidad; en el capítulo quinto por Juan Pablo II se muestra que la dignidad desfigura la piedad. En la alegoría del alma del capítulo cinco el lector podría reconocer el principal obstáculo para encontrar la relación entre piedad y erotismo: la dignidad.

         La choza castellana de Elizabeth Costello es una imagen del alma. Es choza porque fue construida para el tiempo de una vida, sin intención de sobrevivir monumental en los tiempos futuros; el alma humana es una cosa pequeña y pobre. Es castellana porque el español es la lengua con la que Coetzee habla de las ideas (por ello en La infancia de Jesús [2013] David y Simón llegan a una tierra desconocida en que se habla español; por ello, el español aparece en la danza de los números de Los días de Jesús en la escuela [2016]; el español es la lengua del platonismo coetzeano). La choza castellana es el lugar en que Elizabeth Costello cuida de los gatos salvajes y de Pablo. Los gatos salvajes, se entera el lector, adquirieron su condición por la indolencia de los habitantes del pueblo. La actitud de los hombres hacia los gatos ha sido tal que los animales ven en los hombres a sus enemigos, por lo que les temen. La Costello, viendo la situación, decidió cuidar de los gatos, pues su cuidado es el cuidado de la vida, el cuidado del alma. Al hijo, como al hombre del pueblo, como al hombre moderno, le parece insensata la actitud de Costello: cuidar a los gatos la pone en hostilidad hacia sus vecinos. Mejor sería, supone el hijo, poner una solución al problema de los gatos: castrarlos y cuidarlos hasta que naturalmente dejen de ser un problema. Lo sensato sería, supone el hijo, administrar la vida. La administración de la vida, empero, no es el cuidado del alma. La administración de la vida no puede ser erótica, no podría ver en el gato un símbolo erótico (que quedó inmortalizado, por cierto, en El gato de Juan García Ponce). Afirma Costello: “Me estoy preparando para el próximo movimiento. El último. Me estoy acostumbrando a vivir en compañía de seres cuyo modo de ser es diferente del mío, más diferente de lo que el intelecto humano podrá comprender jamás”. Cuidar el alma, cuidar la vida, es una preparación para la muerte. Los gatos salvajes son las ideas que permiten el pensamiento al alma humana (cf. Platón, Fedón, 61b-62e). Los gatos son las ideas, por ello no tienen rostro, no tienen carácter. El hombre que supone solucionar las ideas es un hombre que espera demasiado. La vida no es una opción, por ello su solución no es práctica; la vida es dón, apertura a la teoría.

         Pablo, el hombre al que junto a los gatos cuida Costello, es un misterio tanto para el hijo como para el lector. No es misterio para los hombres del pueblo: es un enfermo mental y un criminal sexual. De hecho, cuando el hijo lo ve sentado a la mesa viendo recortes de periódico supone que mira fotos de mujeres desnudas. Pablo, en cambio, le muestra que ve fotos de Juan Pablo II. Ante el misterio, el hijo razona: ¿acaso no sabe que el papa polaco murió? Si la superioridad del juicio moral no es suficiente para acotar el misterio, el hombre moderno busca la superioridad de la información que confunde con conocimiento. Precisamente dicha superioridad es la que contrasta con la preparación para la muerte de Elizabeth Costello: no importa de lo que uno se ha informado, sino de lo que uno ha visto por sí mismo (véase, si no, la primera palabra de Fedón). El ignorante Pablo es un ser muy distinto al hombre moderno: no conoce la actualidad del mundo, no valora la moralidad de los hombres, solo pasa su día en la admiración de Juan Pablo II. El moralista y conocedor tendrá abundantes recursos para desdeñar a Juan Pablo II; el sencillo Pablo no tiene recursos, sólo puede tener devoción por un hombre santo. ¿Por qué lo cuida Elizabeth Costello? Cuidar del hombre devoto es un asentimiento, como hacer caso al llamado de un sueño. Costello asiente a la vida cuidando a Pablo, al hombre marcado por la escasez del mundo moderno. Para el moderno lo pequeño y pobre no es erótico, sino algo escaso que merece solución. Para el moderno la vida no puede ser erótica. La Costello, quien va acostumbrándose a vivir entre ideas, ve que su vida, el final de su vida, sería distinto si acaso tuviese la devoción de Pablo. La indignidad que la Ilustración denuncia en los hombres de fe y que la Modernidad acusa en las ideas delata el artificio por el que nos es imposible ver la relación entre piedad y erotismo.

         El capítulo quinto termina con la partida del visitante. El hijo no se explica la actitud de la madre, la juzga insensata e indigna. A juicio del hijo, Elizabeth Costello se ha aislado del mundo y ha estropeado la posibilidad de vivir feliz el final de su vida. En su obra maestra, John Maxwell Coetzee nos muestra que el hombre moderno no puede comprender la aparente soledad de quien es feliz en el amor. Siete cuentos morales nos recuerda que un cierto modo de vida es incompatible con nuestras soluciones. Ni un libro salva al mundo, ni a la literatura, quizá ni siquiera a las ideas.

Námaste Heptákis

 

Coletiila. “No se trata de devaluación, sino de un deslizamiento” dijo ya saben quien. Al rato no nos extrañe si se presume responsable del timón pero ajeno a la tormenta.

El navegante

Había una vez un navegante, llamado Agustín, seguro de su nave y de conquistar al mar, zarpó de su casa para Sigue leyendo «El navegante»

La increíble y breve historia de San Agustín y las quesadillas

La increíble y breve historia de San Agustín y las quesadillas

Cualquiera sabe que no todo combina con todo, que algunas cosas no van bien juntas y que otras es difícil aceptar separadas. Un invierno sin frío es un verano fastidioso. Un refresco sin gas es un jarabe aguado. Y una quesadilla sin queso… pues es algo discutible. En tiempos del café descafeinado y la leche deslactosada, una quesadilla desquesadillada parece algo perfectamente posible, pero incorrecto. A las de papa les decimos papadillas y pescadillas a las de pescado. ¿Por qué sería quesadilla la tortilla rellena por algo distinto al queso? La quesadilla sin queso oculta algo más que su relleno.

La primera mención de la palabra quesadilla como entrada de un diccionario se registra en el Diccionario de Autoridades de la Academia Española de 1737 y se la define como “cierto género de pastel compuesto de queso y masa que se hace regularmente por carnestolendas”, refiriendo como fuente la Musa Sexta de Francisco de Quevedo. En los poemas de Quevedo, empero, quesadilla aparece en tres ocasiones. En el romance 67:

Destierro puños pajizos;
que hay damas pastelerías
que traen en puños y en manos
roscones y quesadillas.

En el romance 13:

Vuestros puños de azafrán
y manos descoloridas,
parecen por Navidad
roscones y quesadillas.

Y en el romance 6:

Tras quesadilla y roscón
el gallo en carnestolendas
hace, al revés de San Pedro,
llorar lo que no se niega.

Evidentemente es el último poema el que cita el diccionario, y es, además, el más interesante. La primera mención de las carnestolendas está en el diccionario de la Academia de 1729 y se las define como “los tres días de carne que preceden al Miércoles de Ceniza, en los cuales se hacen fiestas, convites y otros juegos para burlarse y divertirse”. El gallo en carnestolendas, según sabemos por el segundo capítulo de El buscón (1626), refiere a una costumbre del carnaval español en la que un niño investido como rey perseguía al perdedor de la pelea de gallos para cortarle la cabeza. Al ser carnavalesco y presentarse como “al revés de San Pedro”, el rey de gallos quevediano es una manera de referir la persecución del converso: el carnaval hace llorar al creyente. Las quesadillas, pues, se nos han juntado con la herejía.

Sin embargo, es falso que la primera mención de la palabra quesadilla en español se encuentre en Quevedo, pues la he encontrado en el Vocabulario universal en latín y en romance de Alfonso Fernández de Palencia, escrito en el muy cercano 1490. En la entrada para el término artocrea se define “empanada de carne como artotira es empanada de queso que decimos quesadilla”. Artotyra, según un diccionario neerlandés en línea (http://www.inl.nl/), comparte raíz con el bajo latín torta y con el francés tarta, de donde nombramos a tantos platillos y postres. Según Corominas, torta viene de una contracción del dativo de artos y su artículo correspondiente: torton, sería el nombre griego para el pan. Y como aclara bien Pierre Chantraine en su Dictionnaire étymologique de la langue grecque, artos es el nombre griego para el pan de trigo, en oposición a maza, nombre griego para el pan de cebada. El diccionario de latín de Oxford refiere además que el término artotyra se utilizó para nombrar una secta herética. San Agustín habla de ella en Las herejías (XXVII) del lejano 429: “Artotiritas, son los llamados así por sus ofrendas. En efecto, ofrecen pan y queso diciendo que ya los primeros hombres celebraron las oblaciones de los primeros frutos de la tierra y de las ovejas”. Juntando el pan y el queso regresamos a la quesadilla que se nos había juntado con la herejía.

El término griego para queso es tyrós, mientras que en latín es caseus. Caseus está en Plinio (Historia natural, XI, 42), quien lo da como marca de civilidad; al igual que en Estrabón (Geografía, III, 3), quien distingue entre celtas y britanos porque los primeros sabían preparar queso. Probablemente el origen del término latino se hunde en las oscuridades de la historia celta. Hay que considerar que son los descendientes de los celtas de Galacia quienes constituyeron la secta de los artotiritas, y son los descendientes de los celtíberos quienes propalaron el montanismo en la Hispania; de donde seguro lo tomó Tertuliano. Restos de lengua celtíbera se encuentran en gallego y castellano, mientras que la lengua geográficamente intermedia entre ambas es el leonés. La primera documentación cercana al español del término queso es del leonés y aparece en el 955 bajo la forma kayso, de donde derivan el portugués queijo, el gallego queixo, el asturiano quesu, el leonés moderno queisu, el manchego querso y el murciano quesso (en las otras regiones de España el nombre del queso proviene del mozárabe). De la tradición celta también puede provenir la palabra carnaval; o al menos es una de las fuentes que determinan el modo de la celebración. Que en el carnaval español antiguo un niño degollara un gallo puede ser una pervivencia de la interesante observación de Diódoro Sículo (Historia, V, 29) sobre la importancia que concedían los celtas a cercenar la cabeza como señal de empoderamiento. Siendo las artotiras uno de los platillos habituales en el antiguo carnaval español, y siendo el carnaval uno más de los constantes episodios de conflicto entre paganos y cristianos, bien puede ser que les comenzaran a llamar quesadillas para que los caínes no mataran a los abeles, para que dejaran de perseguir conversos. Otra cosa es si ahora se les deja de poner queso sólo por perseguir los pesos.

 

Námaste Heptákis

 

Que quepa duda. En lo que va del año, en Tijuana han sido detenidos dos menores de edad con cargos de homicidio. Los perfiles de los detenidos coinciden: niños adictos al crystal que por que le sean condonados 10 mil pesos de deuda con quienes les suministran la droga aceptan matar a alguien. Sin ánimos de exculpar o soliviantar la ley, cabe la duda: ¿no son los «niños sicarios» un tipo de víctima?

Escenas del terruño. 1. En México se encuentra la población con mayor índice de suicidios a nivel mundial.
2. Que quede constancia de la islamofobia en México y del aumento de conversiones en el país. Aunque los medios han ignorado el dramático conflicto religioso en Chiapas.
3. Excelente el artículo de Mauricio Meschoulam en El Universal de hoy.
4. En un comunicado difundido el 8 de diciembre, la Secretaría de Educación Pública anunció que determinó cesar de sus funciones a un grupo de docentes que saboteó en Guerrero el proceso de evaluación. Sin embargo, la sanción de la SEP contraviene el artículo 75 de la Ley General del Servicio Profesional Docente, donde se establece que no pueden ser cesados de sus funciones sin otorgar diez días hábiles para que el probable responsable se defienda legalmente y otros diez para que la dependencia dé respuesta legal al caso. ¿Es legal la determinación de la SEP?
5. En cuanto al caso de los desaparecidos de Ayotzinapa hay que considerar cuatro puntos relevantes. Primero, con motivo de la reunión de los padres de los normalistas desaparecidos con funcionarios del gobierno federal, una interesante observación de parte de Ciro Gómez Leyva el pasado 1 de diciembre. Segundo, Carlos Puig reflexionó el 3 de diciembre sobre el problema de la nueva posición de algunos funcionarios federales en torno a otros rumbos de la investigación sobre Ayotzinapa. Tercero, el GIEI dijo el pasado 7 de diciembre que no hay evidencia de que la noche del 26 de septiembre de 2014 hubiese habido un incendio en el basurero de Cocula y que hay evidencia de que esa noche llovió en Iguala. Inmediatamente la tribuna de los políticamente correctos declaró el desmoronamiento de la «verdad histórica» del gobierno federal. Sin embargo, una vez más se malinterpretan las fácilmente malinterpretables afirmaciones de los expertos de la CIDH. Una cosa es que no haya evidencia del incendio y otra que haya evidencia de que no hubo incendio. Una cosa es que esa noche haya llovido y otra que por la lluvia no haya habido incendio. Y las supuestas pruebas satelitales no son suficientes: las dos fotos muestran una gran nubosidad sobre la zona, y por las nubes -evidentemente- no es posible ver incendio alguno o ausencia de él. Insisto: cada quien tiene su «verdad histórica» y a nadie parece importarle la verdad del caso. El caso no debe ser olvidado. Y por último, es indignante el modo en que ayer fue tratado Enrique Krauze en la Normal Rural de Ayotzinapa. Los padres de los desaparecidos se opusieron a que el historiador diera su conferencia porque “nos dicen que él es una gente del gobierno, y además es un reaccionario” (Reforma 12/12/15 p.9). Krauze dio la conferencia en una sede alterna. Tomo dos de sus declaraciones. “Un Estado que no protege la vida, un Estado que no supo proteger la vida de esos 43 muchachos, es un Estado que nos ha quedado a deber”. “Frente a intolerantes, defendí el debate libre”. Una vez más, Enrique Krauze dio muestra de su valentía civil. Que quede constancia.

Coletilla. Diciembre me gustó para acordarme del gran Germán Dehesa. Parece que la realidad se ha puesto de acuerdo, o quizá los astros se han alineado, pero mucho nos recuerda la necesidad de la aguda inteligencia de don Germán. Corre diciembre y nadie está alertando sobre el paradero de los fruitcakes, esa mezcla de aserrín y melaza cuya ubicación siempre era alertada por Dehesa. Recordemos que, según sus investigaciones, sólo se hicieron cinco fruitcakes y han ido pasando de mano en mano a efecto del roperazo. Sin el servicio público de don Germán tendremos que estar alerta por nosotros mismos. Por otra parte, ahora que fue la FIL tuvo bastante difusión la moda de los booktubers; Germán Dehesa fue el primer booktuber, él inventó ese medio de promoción de la lectura. Además, en este fin de semana de Teletón hay que recordar que Germán decía que quizás es la única iniciativa ciudadana que nos ha funcionado; lo cual seguramente explica a sus tantos detractores. Y por último, Germán diría: ¡los poderosísimos Pumas están en la final! Aunque ahora no se vean tan poderosos. Se extraña a Germán Dehesa.

Impronta infantil

La inocencia se equipara con frecuencia a la falta de tamaño, se dice de los seres pequeños que son indefensos y que están libres de toda la carga que ha de soportar quien ya ha pasado por los martirios de la infancia; pero los microbios también son pequeños y no por ello son inofensivos, y la infancia está tan llena de trabajos y dificultades que mejor optamos por olvidar y recordar sólo las improntas que de ella nos convienen, así unos recordarán los momentos de risa, que no son tantos como se desea, pero que sirven para pensar en el pasado como lo mejor, y otros fundamentarán sus malas acciones en sucesos que de alguna u otra manera conviene recordar, pues con ellos justifican lo que hacen o dejan de hacer.

Tal pareciera que sólo los santos se libran de la falacia que es la impronta de la infancia, pues ellos son capaces de reconocerse pecadores, incluso desde pequeños, y de dirigir sus pasos hacia Dios sin depender de lo que con ellos pretendieran hacer las circunstancias.

 Maigo.

 

Para pensar un rato: Comparto a continuación la vida de Diofanto, hombre amante de aprender que viviera a mitad del siglo III de nuestra era.

Esta es la tumba que encierra a Diofanto.

¡Maravilla de contemplar!

Dios le concede la juventud por un sexto de su vida, después de otro doceavo la barba cubrió sus mejillas; después de un séptimo encendió la llama nupcial y después de cinco años tuvo un hijo.

¡Ay de mí! El mísero joven, a pesar de haber sido tanto amado, después de haber alcanzado apenas la mitad de los años de vida de su padre, murió. Cuatro años más, mitigando el propio dolor con la ciencia de los números,  vivió Diofanto, hasta alcanzar el término de su vida.

A propósito de Semana Santa

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jn. 1,4

Una vez que se acepta la encarnación del verbo el cambio en la vida del hombre es consecuencia necesaria. La fe deja de ser ciega y deja de sorprender que el ciego vea, que el mudo hable o que el ladrón se convierta en santo. Santa Mónica así lo vio, y dio gracias a Dios por ello, celebrando así su última Pascua.

 

 

Maigo

Reencuentro

Bajo las pesadas lozas, del rincón más oculto de una antigua celda, encontré, escrita, en un raído y destrozado papel, una carta, la cual estaba mojada por las lágrimas y manchada por los dedos de quien pareciera un asiduo lector.

En el papel se aprecia el constante y cada vez más débil rose de la piel de quien la guardara celosamente, y la tinta corrida muestra el paso veloz de los años y de los dolores de quien la leyera hasta el cansancio… Sobre el lector anterior sólo sé que murió pagando con su vida una condena injusta, y sobre el escritor no alcanzo a vislumbrar si es el mismo que preso se encontraba, o más bien se trata de algún otro que pretendiera mostrarle algo importante.

Por desgracia, muchas líneas se perdieron, unas escaparon montadas en las lágrimas del reo, otras se fueron cavando profundamente, y de seguro ya quedaron bajo tierra. Las restantes aún buscan su camino, y pretenden encontrarlo clavándose en mi cabeza, tan fijas han quedado ahí, que ya ni siquiera se encuentran sobre el papel.

Se esfumaron, y junto con ellas se fue mi tranquilidad, si es que alguna vez la tuve.

Entre más las recuerdo más me pierdo, o mejor dicho me doy cuenta de lo perdida que me encuentro.

Busco y no veo a quien pueda salir a encontrarme, y entre menos veo más me desespero. Busco y no encuentro, y al buscar espero ser encontrada. Hallada como aquel hombre que sentado bajo una higuera copiosamente lloraba.

Maigo.