Bajo el calor del sol ardiente y junto al agua que da la vida, se encuentra, cual caña mecida por el viento, el hombre: siempre sediento, siempre necesitado, a veces solo y casi todo el tiempo estéril. El calor abraza y el agua refresca, y de momento parece más deseable la segunda respecto del primero, pero quitando al calor, el frío, que convierte en piedras a los corazones, no se hace esperar y el agua se estanca, y endurece tanto como las rocas, se requiere de ambos para que el hombre viva y pueda sentir la brisa que lo mece suavemente y le permite ver que no está solo, que hay otras cañas esperando para dar fruto.
Es muy difícil aceptar la fragilidad y la necesidad, en especial cuando lo que parece gobernar al hombre es su carácter individual. Sin embargo; a pesar de estas dificultades hay quienes consiguen moverse con el viento y cantar a los demás sin que ese movimiento exija abandonarse en medio del bullicio que hay en un mundo solitario.
Me parece que El Bautista, fue uno de esos pocos que se atrevieron a cantar al otro desde una soledad muy distante al individualismo, mostrando con su vida que el hombre vive entre el fuego del sol ardiente y el agua que da la vida, sufriendo calor y sed y aliviándose con la refrescante esperanza de que algún día el desierto dará fruto en abundancia.
Maigo