Asinus imperium
Revisito libremente la fábula XV de Gayo Julio Fedro. Ya lo sabe el lector: mi único fin declarado es compartir la cultura romana. Es importante señalar que la obra de Fedro se desarrolló tras la muerte de la república. ¿Ya será contemporánea?
Cuando cambia el gobierno
sólo cambian a los pobres
los modos de sus señores.
Para explicarlo a la gente
presento un asno tierno
charlando con un vejete.
Temeroso el anciano
apacentaba su asno,
pues un ruido de repente
provino desde el gentío.
Queriendo huir del lío
y el viejo tan insistente,
tuvo que decir el burro:
“¿Tú crees que el vencedor
me mande a doble curro?”.
Y el viejo, tan sabedor,
lo negó muy complaciente.
Dijo el asno, sabiamente:
“Si al fin seguiré cargando
cualquiera que esté al mando,
¿qué me importa lo inclemente
o el gobierno del demente?”.
El anciano consolado
y el burro sabihondo
se resignaron al hado
de un tirano orondo.
Escenas del terruño. No ha ganado y… Le entregaron la cabeza editorial de un diario. Dos empresas de entretenimiento le produjeron un espectáculo que la revista sensacionalista de la que podría ser la próxima administración llamó “reivindicación de los movimientos sociales” (¿de veras no vio la prensa crítica [ja, ja] en el espectáculo su publicitada telepresidencia?). Siete gobernadores panistas le dieron la espalda al candidato azul y se ofrecieron a colaborar con él. Además, un partido entregó una senaduría plurinominal a un gobernador que es su aliado (al tiempo que bajó al candidato oficial a la gubernatura para apoyar al candidato de su nuevo aliado), anunciando así que el domingo próximo el otro candidato también será traicionado. ¿Qué sigue? Si gana, intentará controlar los partidos de oposición: al Verde con los chiapanecos, al PRI con los hidalguenses, al PAN con un queretano (que entregará al ahora candidato) y el turquesa volverá a su legítima dueña. Además, extorsión para naranjas por la gobernabilidad de Jalisco y uvas verdes para los amarillos que no sigan resentidos. ¡Ahí está su cambio!
Coletilla. “Arrastrado por la inspiración, seguirá insultando, aunque su incontinencia tenga costos políticos”, anticipa Gabriel Zaid. “El autopostulado adalid de la honestidad es en realidad un plagiario”, descubrió Fernando García Ramírez. “Si queremos evitar más efectos perversos, lo sensato sería no votar ni por el priismo tecnocrático ni por el priismo regenerado”, sentencia Roger Bartra. “La fe en sí mismo contrasta con la sospecha por todo lo demás: las instituciones son juguetes de la mafia, las leyes son irrelevantes, la sociedad civil es sospechosa. Sólo él y el pueblo que él encarna le merecen confianza”, retrata Jesús Silva-Herzog Márquez.