Función matinal

Cuentan algunos, que en ese tiempo vivieron, que tras la muerte de Augusto el turno de gobernar llegó a manos de Tiberio. Dicen que el nuevo César rechazó de Emperador el nombramiento, que públicamente desistió de hacerse llamar padre de la romana patria y que salvo por sus actividades privadas solía ser bastante sosegado, al menos al principio de su gobierno.

Lo que importa de lo que cuentan, aquellos que vivieron bajo el régimen de Tiberio, creo no son los excesos o su capacidad para dejar en el erario varios millones de sestercios. Creo que lo que puede resaltar más en ese gobierno es el debilitamiento del Senado mediante inconvenientes nombramientos.

Tiberio como gobernante, a un lado hizo las leyes y modificó las costumbres de tal modo que la posibilidad de elección se le fuera quitando al pueblo, más decían las aclamaciones en el circo sobre el bienestar de los romanos que la participación en las asambleas que determinarían sus pasos.

Con circos y espectáculos Tiberio mostró que lo que gobernaba era a un grupo de cerdos, complacidos con los placeres y dejando de lado las libertades que los convertían en pueblo, en lugar de asambleas los romanos acudían a ver cómo es que entre algunos se mataban en honor al gobernante que decidía hacer más cómoda la estancia en la arena en la que se celebraban los juegos.

Tal pareciera que el éxito de Tiberio consistió en liberar el gusto de la gente por lo espectacular y lo grotesco, en medio de los espectáculos circenses a muchos opositores juzgo y condenó a que fueran muertos.

Estando en el siglo en el que estamos, los pueblos se transforman en hatos de cerdos, dejan de lado la asamblea y lo que en ella se puede cuestionar en serio, prefieren los espectáculos vanos: llenos de chistoretes y descalificaciones, llenos de batazos y términos beisboleros. Es como si nadie quisiera saber cómo estamos o si nos llevan a un despeñadero.

Maigo.

La transformación de Roma

Cuentan algunos que tras la muerte de Tarquino el Soberbio el gobierno en Roma se transformó, dando inicio a la República, de la que muchos se sentirían orgullosos y en algún momento anhelantes.

Roma cambió en varias ocasiones, dejó se ser un sitio sin orden a ser gobernada por unos fundadores, tras la muerte de un rey se sucedió otro y al llegar al séptimo se le expulsó tras una revuelta que dio poder al Senado.

El Senado en Roma con jerarquías toda la vida de los romanos ordenaba, desde el calendario hasta las fiestas determinaba; muchos buscaban convertirse en cónsul, sólo uno cambió el consulado por un efímero reinado.

Cuentan que al transformar a Roma para que dejara de gobernarse por los dictámenes del Senado, se pusieron de acuerdo Julio César, Pompeyo y Craso, de modo que siendo César cónsul de lo que todavía no era el imperio Romano, se dictaran leyes que beneficiaran al triunvirato.

Como los senadores se negaban a votar favorablemente, Julio César los mandaba golpear, en algunos casos hubo quien perdió la vida, y así Roma se transformaba para beneficio de quien siendo joven perteneció al partido que se distinguía por estar en contra de los oligarcas, y a favor de quienes por ellos explotados se sentían.

Cuando las reformas se hicieron, fue necesario mandar lejos al cónsul, así que Carso y Pompeyo hicieron a un lado a César, quien se fue a las Galias a conquistar nuevas tierras, para trasformar sin tiranía a la ciudad que tanto decía amar.

Tras cruzar el Rubicón, César vio huir al Senado, y para perseguirlo dejó a Roma sumergida en el hambre y el desorden que impidió a los ciudadanos vivir como seres humanos, para ordenar las cosas fue necesario transformar nuevamente a Roma y borrar la República que con tantos trabajos se había levantado.

Cuatro cambios sufrió Roma desde que se erigió hasta que inició con la etapa que marcaría la historia de pueblos conquistados e ignorados, cuatro cambios hubo en la ciudad que sería recordada por los gobiernos de varios tiranos, como Calígula o Nerón, quien para cambiar a la ciudad primero la hubo quemado.

Con tantos cambios cabe preguntar por la importancia de conservar lo que se ve como logrado, o quizá es mejor desordenar todo para que al cambiarlo de lugar de todos modos quede igualado a lo que se supone se quería dejar de lado.

Maigo.