Para ti que me has salvado…
Gracias.
La alegría del evangelio se vive en el servicio a los demás, pero no todos tienen los ojos abiertos a la belleza que supone ese servicio, casi siempre porque se duermen o giran la vista atemorizados por el cansancio que supone. Quien teme al cansancio se amilana ante dificultades mayores, se puede decir que suele despreciar a las flores cuando vienen acompañadas por espinas.
Venturosamente no todos viven con temor a ser serviciales y se convierten en ángeles que como buenos mensajeros llevan las mejores noticias al corazón de los hombres. Ante los discursos de odio e individualismo, que inundan el aire, la mayor bendición que puede haber es encontrarse con alguno de esos ángeles, seres que serviciales y amorosos son capaces de romper la burbuja del egoísmo, a veces en medio del ruido que emana de los gritos; seres que invitan al tembloroso a ponerse en pie y prestar sus manos y su ser para hacer los bienes que están a su alcance. Criaturas hechas por Dios que se saben creados y que por el mundo son vistos como seres alocados.
La alegría del evangelio se vive en el servicio, en la esperanza de que éste es bueno para el hombre porque hace del hombre un ser bueno, en el encuentro con el maestro que ama y dirige al discípulo hasta que florece, en el abandono del egoísmo y los temores que encierran al hombre y lo aislan imposibilitandolo para algo tan bello como la amistad y la compañía del buen amigo.
La alegría del evengelio se realiza en el encuentro con el amigo, en el andar juntos con miras a lo bueno, y en la apertura que ayuda a ver en las rosas sus bellezas a pesar de sus espinas o de que se secan. Porque incluso una flor seca es hermosa cuando ésta ha nacido en el corazón de quien gustoso se realiza en el servicio.
Gracias te doy Maestro por no dejar que me hunda en medio de mi egoísmo.
Maigo.
Adendum: Preocupante es el resultado de las elecciones en Estados Unidos, más que por los discursos beligerantes y llenos de odio por la identidad que hay entre quien pronuncia esos discursos y los que los eligen como sensatos. Pero tampoco deja de preocupar el discurso de quien asumiendose víctima justifica burlas y ataques que en lugar de mostrar el desacuerdo con los victimarios muestra el pesar de no poder ser ellos mismos los que victimicen a los primeros.
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