Si el paso de un cosmos cerrado a un mundo infinito exige renunciar a toda dirección y esperanza, el terror pascaliano sólo nos permite parpadear.
Maigoalida
"Una docena de años viendo cómo se parten por docenas otras cosas en el mundo"
Si el paso de un cosmos cerrado a un mundo infinito exige renunciar a toda dirección y esperanza, el terror pascaliano sólo nos permite parpadear.
Maigoalida
Tenía pensada una publicación distinta. Algo como de un regreso. Algo más lírico y juguetón. Pero el golpe se empieza a sentir. Y no es que lo conociera. Al principio la noticia llegó como ha llegado todo en estos últimos años: gris, aplanada, como de un murmullo opaco. Tan ajena a mi vida como el mundo del que provino. Aparentemente sin gran estruendo: una muerte más en el mundo del espectáculo. Un grande caído -¿qué tan grande? Enorme. Y así de enorme ha sido el bombardeo de imágenes y sonidos que se cuela por todos lados. Pero hay algo que no cuadra, que no encaja. Como si todo ese barullo resultara vano, estéril, acartonado. Como si detrás de todo eso no hubiera nada que lamentar, nada más que el naipe de una baraja que se pierde y se sustituye con algún otro de alguna otra bajara. Y el juego continúa.
No hay nada que lamentar. Y, sin embargo, hay algo así como un vacío; como el grito de una ausencia que nos ensordece por su silencio. Que nos abofetea el rostro y hace patente nuestra miseria, nuestra pérdida de sentido. Tal vez este viejo camaleón no viniera a salvar al mundo, ni siquiera a mejorarlo. Tal vez, incluso, contribuyo en su decadencia. Pero hay algo que lo desmiente y lo santifica. Algo que denuncia nuestra locura. Él lo fue todo: el hombre que cayó a la tierra, el extraterrestre que vino a salvarnos, el hombre que vendió el mundo, el outsider, el camaleón, el genio y la prostituta, el miserable oportunista que le chupaba la sangre a los nuevos talentos. Y algo en ese todo es lo que estamos perdiendo con su ausencia. Uno más que se nos va –uno menos. Un color más que pierde el mundo y que, para este momento, su tonalidad resulta más bien grisácea.
Tal vez no haya nada que lamentar, o tal vez sí. Lo cierto es que hay una ausencia en el mundo –en mi vida-, que va creciendo conforme pasa el tiempo. Y el vacío que deja esa ausencia me salta a la cara como un demonio que presagia la fatalidad.
gazmogno