Robando palabras

En mis múltiples investigaciones citadinas, cuyo principal marco de estudio es el STCM (mejor conocido como el metro), he notado una fanática renuencia a hablar. Ahí la interacción humana funciona a base de gestos y empujones de diversa y variable magnitud; exceptuando a los amables vendedores, gente dispuesta siempre a la charla. El ruido del transporte mismo, el cansancio colectivo o el individuo enorme compuesto por las almas de todos los usuarios convierten a ese lugar en un sitio muy poco conveniente para charlar. Los usuarios del metro en su tumultuosa interacción se ven obligados a practicar una hermenéutica corporal que les indique cuando conviene empujar quedamente, muy fuerte o verse impelidos, después de una tortura interna, a pedir permiso con palabras. Lamentablemente los gestos y empujones son habitualmente mal interpretables y mal interpretados, lo cual provoca innecesarias agresiones. Por el contrario, he notado que el uso adecuado de las palabras suscita la buena convivencia.

La renuencia colectiva a esforzarse por hacer un buen uso de las palabras nos vuelve presa fácil de los depredadores, de quienes sí saben usarlas y las usan con astucia. El engaño, esa práctica de afilar las palabras, sólo es posible sobre quienes renuncian a entender en toda su complejidad la realidad, pensarla y explicarla. Tampoco es sorprendente que no entendamos las ideas complejas de un libro cuando queremos engañarnos o no podemos autocomprendernos, es decir, cuando fingimos que entendemos dichas ideas o que nos entendemos, sea por vanidad o porque las acomodamos a las ideas que sí nos gustan. No es raro, pues, afirmar la inefabilidad de los sentimientos humanos más complejos.

El STCM nos sirve principalmente de transporte, por lo cual no vemos importante el disponernos a una buena convivencia en ese lugar. Pero la buena es inherente a todo hombre que quiera ser hombre, del mismo modo como le es inherente el perfeccionar su lenguaje. No sólo se trata de hacer un uso perfumado de las palabras, sino de entenderlas, querer explicarlas y querer entenderse.

Yaddir