Soñando

Enrique, se había convertido en amo y señor de los sueños lúcidos. Llevaba ya más de tres añios soñando día a día lo que le placía. Tenía un plan bien elaborado y una construcción a medio terminar del reino que le reconocía como profeta y libertador.

Aquella noche, soñó que adquiría el poder absoluto sobre sus sueños, y lo pirmero que hizo, fue adquirir control sobre la realidad, sobre su cuerpo y lo que le da la vida.

Así, Enrique, aquella noche soñó todo lo que deseaba, en un tiempo infinito, que se podía alargar o acortar tanto como le placiera, fue así como Enrique, soñó con no volvió a despertar jamás. Y lo consiguió.

Pesadilla escolar

Tuve un sueño que no me pareció un sueño. Todas las instituciones educativas estaban tomadas en todos los niveles. Las avenidas principales estaban vacías. Los pocos autos que transitaban mostraban la gravedad de la situación. Nadie quería entrometerse con la situación. Los partidarios creían que los opositores se cansarían de esperar. Pero la verdad era que ya no esperaban nada. Los motivos podían ser variados. ¿Cómo podrían oponerse a una situación tan extrema? Si no podían atender a todas las demandas, el país seguiría detenido, si lo hacían, podrían detener el país en cualquier momento. Al menos eso era lo que ellos creían. Porque los partidarios suponían que se trataba de una estrategia de desgaste, que los opositores no querían perder todos los recursos con los que contaban. Ambos se equivocaban. Ninguno de los dos grupos tenía tanta fuerza como el otro creía. Pero la situación se había extremado tanto que nadie habría podido imaginar que se llegaría a esos lugares. No había paso a una situación intermedia, porque los partidarios creían que esa sólo beneficiaría a los opositores y los opositores creían que esa sólo beneficiaría a los partidarios. Era todo o nada. Ahí fue cuando me di cuenta que estaba en una pesadilla. Pocos se comprometen a tal extremo con una ideología. Los intereses son variados. Algunos prefieren ganar poco, pero que sea seguro y para ellos, que optar porque gane todo un grupo. Hay quienes no son partidistas ni opositores. Aunque la educación siempre ha sido una valiosa moneda de cambio. Supongo que principalmente tiene que ver con la idea de que la educación siempre es buena. Por eso es grave que se cierre una escuela, mucho más si se cierran todas. Además, buena parte de la población estudia, porque se cree, a veces no sin razón, que un profesionista tiene mayores oportunidades de vivir bien. En la educación, en las escuelas de los distintos niveles, se fincan los sueños. No es exagerado pensar que un país con educación de alto nivel es un país poderoso o un país donde puede vivirse bien. En la educación también se pueden fincar las pesadillas.

Yaddir

Dulces sueños

Constantemente me sorprendo pensando que haya quienes duermen escuchando balas. No me refiero a canciones con detonaciones que puedan arrullar a las personas, estoy pensando en quienes escuchan a cada rato las detonaciones de dos grupos en pugna como si estuvieran a un metro de ellos y aun así logran soñar. ¿Qué nivel de concentración o de indiferencia han logrado conquistar?, ¿en qué clase de valentía o de resignación han ido a dar? Supongo que es parecido a acostumbrarse al ruido; sólo cuando hay silencio se nota; se puede caminar mientras cientos de voces se mezclan y los autos gritan su prisa. Pero, a diferencia del ruido citadino (que no deja de ser una lenta y cotidiana tortura) las balas pueden matar. Tan sólo una bala podría penetrar por una ventana, inclusive una pared (dependiendo el calibre), y terminar tajantemente con la vida de alguien mientras sueña; una persona, que vive en una populosa y peligrosa colonia, me aseguró que escuchó una bala rebotar al menos ocho veces en su cuarto y salir sin lastimar a nadie dentro del cuarto. ¿Pero qué se puede hacer ante ello?, ¿conviene protestar, exigir seguridad, protegerse con paredes más gruesas, vidrios blindados y pijamas anti balas? o, dadas las complicaciones y lo costoso de un equipo semejante, ¿lo mejor es no preocuparse por ello para poder dormir mejor?, ¿a qué clase de vida se puede aspirar cuando en cualquier momento, sin prepararse para ello, sin que haya posibilidad de arreglar asuntos pendientes, la vida se pierde en un sueño? No se puede vivir bien sin sueños.

Yaddir

Trinchera

Ya pasaron varios años desde que la guerra terminó. Tucídides ha tenido muchos problemas para llevar una vida normal. Le pesa de más no tener más preocupación que cuidar de la granja que el gobierno le dio. Todos los días se levanta temprano, hace sus deberes y antes del medio día su trabajo ha terminado. El resto del tiempo se le va en recordar: mira pasar frente a sus ojos los cuerpos de sus enemigos; revive la excitante sensación de inseguridad que tenía cuando había bombardeo mientras está sentado en una vieja banca. Eso lo anima un poco; sin embargo, el único momento en el que encuentra paz, es durante la noche, en sueños. A diario, desde que volvió del servicio, ha soñado que cava una tumba muy profundas en el lodo bajo la lluvia, una igual a donde sepultó a cada uno de los caídos en batalla.

Autosuperación

Soñé que liberaban a Mireles, lo sacaban una madrugada del cuarto de cuatro por cuatro donde lo obligaban a cagar enfrente de todos. Estás libre, le dijeron, y sin darle oportunidad de ponerse los pantalones, le pusieron las esposas y lo arrastraron por el pasillo que le devolvería la libertad. Salió a respirar el viento de la madrugada, no sin llevarse su despedida de parte de los guardias antes de que le dejaran vestirse con su ropa de civil. “Pa que no nos olvides” le decían mientras hacían lo que los guardias saben hacer muy bien con sus puños. El aire era un poco menos rancio, pero apestaba igual a encierro.

En fin, Mireles fue liberado en la madrugada, nadie dijo nada, nadie fue a celebrarlo, ni los noticieros cubrieron tan especial acontecimiento, es más, ni siquiera hubo alguien que fuera a recogerlo y lo llevara a darse una ducha a un hotel cercano. Lo que sí pasó, fue que el tiempo le dejó caer sobre sus hombros una pesada lluvia helada, tal vez para purgar sus culpas, que aunque haya sido en defensa propia y comunal, Mireles había matado hombres. De la noticia nadie se enteró, no porque el gobierno, que encuentra su mayor placer en difamar a los justicieros de verdad; hubiera movido los hilos de los medios de comunicación, para que el héroe defensor de su comunidad pasara desapercibido. Tampoco fue como que el evento fuera de poca importancia, de verdad, cuando Mireles pudo usar un teléfono, varias trocas con vidrios polarizados fueron a levantarlo. Le secaron la lluvia y la sangre, le vistieron con ropa humilde para que no llamara la atención y le restituyeron su puesto con todo y armas, dentro de la autodefensa.

Mireles nunca saldrá de prisión, aunque en estos mismos momentos, esté frente a mí empinándose una botella de tequila y lanzando balazos al cielo para celebrar su recién adquirida libertad. En prisión sirve de ejemplo, crea consciencia, estimula jóvenes con hambre de justicia y adultos con sed de sangre. Afuera, solo es un tipo que hizo enojar a mucha gente, tal vez a narcos, tal vez a militares, tal vez a civiles. ¿Qué más da? Los héroes no cuentan ni llevan registro de a quiénes han matado. A mí, en lo personal, me alegra ver a Mireles correteando a las muchachas, supongo que después de salir de prisión, hasta un hombre recto de su edad, tiene ganas de retozar un poco. También me alegra que Mireles siga en la cárcel sin estarlo físicamente. Allí ayuda más a la gente y legitima las autodefensas. Me alegra mucho ver cuánta simpatía ha generado en las redes sociales. Mucha gente que no lo conoce, lo apoya, grita su nombre y escribe sobre sus hazañas gloriosas, como si fuera un Tersites moderno del que a todos los hombres que era Homero, les gustara hablar. Me pone feliz que todo México sepa quién es Mireles, qué hizo y porqué va a pasar a la historia como un hombre valiente. No importa que nunca vaya a salir de prisión, ¿qué más da? Si al trascender a la historia, la libertad lo recoge a uno como Afrodita a Paris y lo lleva al lecho de la Victoria a celebrar.

Sí, Mireles es un hombre bravo, no cualquiera se enfrenta al narco como lo haría un lobo contra otro cuando el frío y el hambre amenaza con acabar con ambos. No cualquier civil, cuyo arte no es otro que el del buen funcionamiento y orden corporal, de la noche a la mañana, reúne hombres con el mismo valor que él. No cabe duda que lo que Mireles ha hecho, es digno de imitación, conmueve a chicos y a grandes por igual, nos lleva a conscientizarnos de que por un lado los narcos nos chingan, se chingan al pueblo que somos nosotros; mientras que por otro lado nos chinga el gobierno que nos niega las armas para defendernos, tanto de los narcos como de los soldados. No importa, mientras haya valor, habrá armas, de eso no cabe duda. Ahí están nuestros héroes de la batalla de Puebla que echaron para atrás a los franceses a punta de piedrazos. No importa si Mireles está dentro o fuera de prisión, lo que importa es lo que nos ha enseñado: ya es suficiente de tanto abuso, el pueblo no es ningún pendejo y también puede defender lo que es suyo (o sea nada), esto lo tiene muy claro. ¿Por qué vivir agachados cuando se puede vivir armados? Mireles es un hombre como tú, como cualquiera, que ya nos demostró que podemos armar nuestras autodefensas y defendernos de quien nos quiera chingar, no importa si es nuestro vecino, nuestro dealer, nuestro médico, nuestro contador, nuestro profesor, nuestro presidente, nuestro barrendero, nuestro estilista, nuestros padres o nosotros mismos.

Reencuentro

Soñaba con una habitación iluminada por una fría y fresca luz; las lámparas, blancas hasta producir terror, se reproducían en el techo incesantemente, empujándose entre sí. Había, también, muchas camas: a la izquierda cuatro camas matrimoniales y a la derecha cuatro literas; en el único hueco disponible entre los lechos se encontraba una persona chocantemente familiar, quien, al verme, sonrió y se tocó con la mano derecha el corazón; segundos después era yo quien estaba rodeado de camas. Subía a la parte alta de la primera litera. Tenía la sensación de estar esperando algo. Miraba hacia la puerta por la que hace poco había entrado. Esperaba. Miraba mis manos y, en ese ligero descuido, alguien con vestimenta obscura caminó hacia una cama individual; luego se sumergió en el suave colchón de la primera cama matrimonial y se enrolló como caracol; yo también quería dormir así en mi litera, pero un fuerte olor a piel vacuna me intrigó. Ese olor trajo consigo la consciencia de la realidad, de que yo estaba en un sueño y desperté.

Recuerdo ese olor y la chamarra de piel que lo expedía, pero no a la persona que la usaba. Esa chamarra recuerdo haberla percibido hace dieciséis años, recuerdo el día, la reunión… también recuerdo la comida: arroz y mole con pollo. Esta última pista es mala, confusa, pudiera haber sido cualquier reunión. Aunque ese día la pase bien; curioso me parece que ahora ese recuerdo me sea más alegre que cuando estaba en aquella reunión; el recordar siempre condimenta las experiencias pasadas, principalmente las dulces y las saladas, incluso las trastoca. Había mucha gente en aquella ocasión. Había mesas, sillas, sol, mucho sol… Pero no puedo recordar nada más. El sueño puede ayudarme a reavivar la memoria. ¿Cómo entender el sueño? ¿La luz era la de un hospital o la del internado?, ¿salía de alguno de esos lugares? No, no era eso. Quizá luego lo sepa.

Hoy habrá una reunión familiar donde siempre: en la casa cercana al bosque. Siempre me han molestado las reuniones familiares, el cóctel de los recuerdos deslavados, las risas casi programadas, la charla prevista sobre el clima. Sólo un familiar me hacía pasaderas esas horas, me caía muy bien. ¡Exacto! La chamarra de piel, la espera después de tantos años, su timidez y sus múltiples evasivas. ¿Vendrá? Pero, ¿por qué los otros elementos del sueño no embonan en tan amable espera? Sería mejor que no viniera. De todos modos no llegará. Nunca pensé que un sueño pudiera ser tan clarificador. Debió haber sido terrible lo que le hice para que aún en este momento no pueda recordarlo. Lo mejor será envolverme como caracol.

Yaddir

Extrañamientos

Pienso. Pienso y extraño. Como un hoyo de arena que va creciendo poco a poco, siento mi estómago extrañar. Es algo realmente extraño esto de estar extrañando a alguien; se siente como una falta inexplicable. Los buenos recuerdos y junto con ellos la posibilidad de otros momentos plenos, quieren cubrir la ausencia. Pero extrañamente vuelvo a recuperar mi extrañeza, más débil, quizá mermada, pero fastidiosamente presente, un huésped que me cae mal. Lloro. Se me ocurre genialmente atiborrar mi mente con colores frescos y hasta chillones, escuchar risas gentiles y alegrarme por otro de sus situaciones, sólo me falta decidirme qué medio usaré: un libro o una película. Ésta me parece falsa y la abandono, aquél me distrae, me complace y me preocupa en otros asuntos. Vuelvo a recordar mi extrañeza. Me complazco creyendo que extrañarme es parte de mi madurez. Todos los que maduran pasan por esto, vaya asunto tan normal. Sonrío extrañamente. Qué extraño, pienso, es la primera vez que repito una palabra y no dejo de agotarle el significado, parece un licor inacabable, poco embriagante; a ver qué pasa con la resaca. Languidecen mis luces, junto con ellas paso a otros sueños.

Yaddir