Derrumbes intelectuales

¿Existe algo como lo que llaman el sistema? Es decir, ¿existe un cuerpo de poderosos que manipulan a la sociedad y le impiden crecer económica, política y culturalmente? La pregunta no parte de una respuesta preconcebida y alimentada por la propaganda intelectual, por el contrario, intenta cuestionar la existencia de ese monstruo oscuro, causa de pesadillas e infelicidad llamado sistema, existencia incuestionable para algunos cuestionadores. Para que la presencia del sistema resulte indudable la retórica debe ser todo poderosa o la mayor parte de la gente sumamente manipulable, es decir, uno de los brazos armados del sistema es la propaganda, todos los medios de comunicación que trabajan para formar ideas en las personas que no pueden prescindir de dichos medios, y aunque algunos puedan prescindir de ellos, siempre estarán otras personas que compartan el mensaje y lo repliquen. Además, siguiendo con la suposición, las opiniones de los medios de comunicación deben ser tan decisivas que impacten en el modo de vida de las personas; dicho modo de vida será imitado por los hijos de quienes han sido educados por el sistema. Por otro lado, la posibilidad de hacer dinero o el control de los medios de producción vuelven más fuertes al sistema y más débiles a quienes están sometidos, imposibilitando la liberación de los esclavos y perpetundo en el poder a los amos. Pero todo lo que se supuso para aceptar la existencia del sistema, también puede cuestionarse: la retórica no es tan poderosa, hay medios de comunicación que también se asumen anti sistema y hay gente de pocos recursos que ha llegado a amasar una fortuna considerable.

El temblor del 19 de septiembre del 2017 como la oportunidad de cambio o la posibilidad de derrocar al sistema es lo que plantea Axel Plmx en su escrito ¿Qué desastre? Además de lo previamente dicho, hay un asunto que requiere de una cuidadosa reflexión en todo lo que afirma Plmx: las ideas como causantes del cambio. Evidentemente se tiene que hablar de ideas verdaderas, de ideas que guíen al hombre a la búsqueda de lo mejor y no sólo de lo que desea, pues, se podría decir, las ideas imperantes, las del supuesto sistema, no sólo lo guían, sino que lo estimulan para lo segundo. Eso quiere decir que el autor del escrito referido debe tomar cada una de sus afirmaciones como verdaderas, incuestionables, pues si son falsas pueden llevar a un despeñadero. Creo que la idea notoriamente falsa es que el desastre dejó algo bueno. Piénsese que el desastre propicio la unidad, la conciencia de nuestra circunstancia política o la posibilidad de cambio. Las tres ideas son falsas. La maravillosa ayuda vertida después del terremoto muestra el desinterés con el que la gente puede apoyar, lo mucho que un ciudadano mexicano estima a otro ciudadano mexicano, pero esa ayuda no es igual a la unidad requerida para tomar buenas decisiones que afecten a la ciudad, tampoco propiciará que se trate con justicia al delincuente, ni que las personas dejen de dar sobornos. Ayudar a quien lo necesita no es lo mismo que actuar con justicia ante quien no está en desgracia. El derrumbe tampoco propiciará la conciencia de nuestra situación política actual porque hacernos plenamente conscientes de ella requiere cuestionar nuestro propio modo de vida, no sólo a los gobernantes ni otros personajes corruptos. Y la tercera requiere de la segunda; se asume con suma facilidad que lo perverso es nuestro régimen, que éste debe cambiarse sin dilación, sin cuestionarse el modo en el que se vive, dicho de otra manera, el liberalismo económico podría estimular el mejor modo de vida del hombre, cambiarlo sería desastroso; por otro lado ¿y si el problema político central es la búsqueda incesante de dominio, sea en el régimen de la economía liberal o el del socialismo? Es decir, si el problema es cómo evitar que el hombre sea injusto con los demás, ¿hay un régimen perfecto que pueda evitarlo?  Por si esto fuera poco, no debemos dejar de lado que los gobernantes sólo detentan una parte del poder que afecta al país, la otra parte, de amplios alcances aunque indeterminados, es el narcotráfico. Este pequeño detalle parece ser omitido por Axel en su escrito; ¿un narcotraficante puede ser persuadido por un hombre inteligente (ESTUDIANTE, MAESTRO, escritor, editor, comunicólogo, sociólogo, filósofo por supuesto líder de opinión e incluso bloguero),  para que no cause terror en sus competidores? El narcotráfico ha matado a más personas de las que han muerto por cualquier desastre natural. Los narcotraficantes coercionan a la sociedad, les quitan sus posibilidades de decidir, e incluso deshumanizan. Para promover un cambio político, se requiere entender adecuadamente, en cada detalle, la realidad política.

Yaddir

Temblores espirituales

El cuento El terremoto de Chile, de Heinrich von Kleist, destaca la irracionalidad que puede ocasionar un magno y destructivo evento. Los terremotos no tienen una causa clara; para la gente en la que se ubica el cuento, el año 1647, la única causa posible es la ira de Dios (tal vez el fin de los tiempos, un aviso o algo que escapa a nuestra comprensión). Nosotros, mal acostumbrados a buscar causas precisas para cualquier acontecimiento, nos parecería irracional ver la causa en la inescrutable ira de Dios, pero no podemos dar una razón que nos satisfaga, pues queremos saber exactamente por qué tiembla en determinado lugar, determinado día y a determinada hora, pues la retórica de la ciencia nos ha hecho creer en una sublime capacidad de predicción que han alcanzado los científicos. El cuento se centra en la historia de Doña Josefa, una bella y noble joven, y Jerónimo, un preceptor que se enamora de ésta; dado que el padre de la dama es un señor que, al parecer, no quiere ver manchada su reputación corre al pretor y ordena que su hija se vuelva monja. Pero ella y él tienen contacto carnal en pleno convento. Él va a la cárcel. Ella será quemada en la hoguera, aunque antes le quitan al hijo que tuvo con él. El día en el que se iba a ejecutar la sentencia, la tierra se sacude.

La desesperación cunde a la misma velocidad con la que caen las construcciones. Jerónimo escapa y busca todo el día a su amada Josefa; ella hace lo mismo, aunque logra encontrar y salvar a su hijo; al fin se encuentran. Son felices porque creen que el temblor ha destruido el odio que la sociedad tenía hacia ellos; son felices porque ya no son los chivos expiatorios de los pecados de Santiago. Pero la felicidad termina cuando después de un sermón dado por un Dominico, quien condena el pecado cometido por los amantes, así como señala en ello la causa del terremoto, son vilipendiados y vapuleados nuevamente por la comunidad. Ambos son asesinados por la confundida e iracunda turba. El tumulto se controla cuando un hombre estrella en la pared del convento dominico a un hijo que pensaban era el de ellos. Lo que parecía ser la construcción de una nueva sociedad, de una nueva manera de pensar la relación con los demás, regresa a la manera incorrecta de pensar la religión, a los vicios y pecados de siempre. Se encuentra una causa donde no hay causa; un pecado no puede significar la destrucción de una sociedad, pues en caso contrario el mundo estaría destruido; tampoco un pecado cura otro pecado, el asesinato de tres personas no borra el pecado de dos personas a quienes ni siquiera se les da la oportunidad de arrepentirse. Ante lo que no podemos comprender, no conviene actuar de manera absurda, pues resulta riesgoso.

Yaddir

Obsesión por las alturas

Con piedras de las ruinas ¿vamos  a hacer

otra ciudad, otro país, otra vida?

De otra manera seguirá el derrumbe.

JEP

Sabemos que la capital del país fue construida sobre un lago. Sobre un suelo acuoso fueron levantadas las plazas y edificios que componen la ciudad moderna. Las calles encierran lo que una vez fueron ríos  y canales; el agua continúa siendo lo que hace latir la ciudad. Los antiguos utilizaban aquéllos para desplazarse y ahora los automóviles sustituyeron las canoas. Una consecuencia indeseada de este suelo acuoso es lo endeble. Supuestamente el Palacio de Bellas Artes, cada año, está hundiéndose y la ciudad parece cumplir el mismo destino. Negados o resignados a este hecho, cumplimos los tiempos presurosos y vertiginosos.

Dicen que no sólo las paredes de la ciudad velan el pasado novohispano y mexica, la misma ciudad fue establecida sobre sus bases. Debajo de lo que vemos se encuentran enterrados siglos y siglos de historia nacional. Además de ser un dato dulce y romántico para algunos, para el mexiqueño debería resultar un problema. Según estudios geológicos, el suelo endeble y presión de las capas históricas ponen en peligro a los edificios al irlos agrietando paulantinamente. A ello contribuye la excesiva explotación de los mantos acuíferos subterráneos. Entre mayor población defeña, más tiene que aguantar la Ciudad de México*.

No hace falta ser un especialista en urbanismo para también suponer que el uso irresponsable de suelo agrava el problema. Conforme la mancha  urbana va expandiéndose, vamos acercándonos al cataclismo. El deterioro de la ciudad no solamente puede verse en las grietas de las paredes, sino también en la fractura de sus ciudadanos. Contratos y acuerdos logrados en un albazo o estudios periciales dictados en el claroscuro, traen consigo que la ciudad vaya creciendo monstruosamente. Sucede peor cuando lo autorizado es muy bello por fuera; terminamos admirados y aplaudiendo lo oprobioso. Al establecer centros comerciales, hoteles y residencias, la marabunta de personas también se establece ahí.

Mientras hacemos parecer moderna la ciudad, con sus rascacielos y monumentos financieros, atiborramos el lugar donde vivimos. Nuestro gobierno aprueba proyectos para que avancemos a paso de gigante hacia el futuro. Encontraremos la felicidad citadina cuando nos parezcamos a Barcelona o Nueva York. Cuando la vía Adolfo López Mateos alcance el renombre y olores de la quinta neoyorquina, deberíamos sentirnos orgullosos. Hablando de calles y avenidas, otro reflejo del colmo que vivimos está en el exceso de automóviles. Trabajamos con corbata para conseguir uno y así lo hacen millones de habitantes. El resultado de esto son avenidas atestadas. ¿Y cómo promover el transporte público si lo ahorrado para el coche lo irán robando en cómodas sustracciones? El tráfico es imagen de la pesadez y hastío de los capitalinos en su ciudad.

Desatender lo que sucede en nuestra ciudad, al final, nos perjudica sólo a nosotros mismos. Con buenos ojos al futuro, nos cegamos ante la torpeza de gigante que viene con nuestra altanería. Un viernes de quincena es todo lo opuesto de lo que debería ser el flamante siglo veintiuno. Las secretarías ambientales continúan en una irresponsable opacidad y mantenemos la desmesura urbana; no hemos aprendido nada de la cabalgata sombría del ochenta y cinco.

*Derechos reservados al Gobierno Mancerino.

Moscas. El periódico Reforma (XXIII/8, 293) publicó una historia encrudecedora.  Como bien señala el diario, el transportista Marco Antonio Vinicio Loera perdió todo con el plagio de su hija.

II. En estos días han llamado la atención los movimientos en las dependencias públicas. Entre ellas destaca el cambio de Tomás Zerón, personaje controversial, como secretario técnico. Ante ello se presenta una interpretación interesante.

III. El desinterés en la cultura no sólo se ve en los recortes del Presupuesto de 2017. Desde su inicio no ha podido operar con normalidad la Secretaría de Cultura. Respecto a ello, García Soto denuncia.

Y la última… Tal vez conseguimos menos de diez medallas en las Olimpiadas, pero en los Juegos Paralímpicos el país obtuvo decentemente unas quince. Enhorabuena por los deportistas.