Felicitación

Ahora que estoy por cumplir años me preguntan: ¿qué se siente cumplir años?

Pienso: es como si un fruto se convirtiera poco a poco en piedra y cayera a la tierra.
Reflexiono: la imagen es agridulce, o agridura, mejor dicho. En la vida hay dulzura y sabores insípidos; alegrías que nos permiten plenificarnos y dolores que nos impiden movernos.
Digo: el tiempo pasa tan rápido que sólo cuando me lo recuerdan caigo en la cuenta de lo que he cambiado.

Yaddir

El enemigo perfecto

No hay mayor enemigo para un tirano que el tiempo, porque en algún sentido somos nosotros los que decidimos en qué ocuparlo, cómo gastarlo y en qué aprovecharlo.

El tirano siempre piensa a futuro, nunca ve lo que es y si acaso gira la vista lo hace hacia el pasado para quejarse, o para vanagloriarse.

Nuestro tiempo se agota y a veces queremos pasar la vida como si no fuera esto posible, al menos así lo ven los tiranos que siempre necesitan tiempo, piden tiempo para hacer lo que prometen, piden tiempo para mostrarse diferentes, piden tiempo para todo y pensando en lo que vendrá dejan lo que ya es.

Cierran los ojos y se tapan los oídos diciendo que todo está bien porque sólo es cuestión de tiempo. Pero, no se dan cuenta de que no hay enemigo más poderoso que ese tiempo que piden, porque el tiempo pasa y ese tiempo que piden y creen concederse se acaba con facilidad.

Lástima de aquellos que viven vendiendo esperanza, porque no se dan cuenta de lo desesperanzados que viven, rogando al tiempo que no pase, que no se les acabe nunca, suplicándole al tiempo que sea más lento y viendo con tristeza como es que su tiempo se acaba y su vida pasa de ser pieza a retazo, y de retazo a hilacha.

En definitiva, no hay mejor enemigo para un Tirano que el tiempo, pues aunque quiere controlarlo todo se le pasa intentar controlarse a sí mismo, de modo que se pierde a sí mismo y sólo pierde su tiempo.

Maigo

Contratiempo

Y entre prisas e incoherencias, lentamente y sin que nos diéramos cuenta, la vida se nos fue y de nada sirvió tratar de borrar las huellas de pasados ya remotos o añorados.

Así versaba el epitafio de un poderoso tirano, que quiso perpetuarse en la historia, pero cuyo nombre ya se ha olvidado.

Maigo

Progreso y olvido

Progreso y olvido

La expectativa del tiempo se convierte en una idolatría. El progreso es alérgico a la mención de lo eterno. La crueldad del progreso, señaló Gabriel Zaid, es la falta real de consuelo por la mitología que lo envuelve. Su paraíso se queda en promesa que habrá siempre de cumplirse en la tierra, pero en un momento que nunca se vive por nosotros mismos. ¿Será la fe un modo de vivir que se alienta principalmente de una espera de futuro más adecuado? No es el futuro lo que se espera, como no es el pasado y la autoridad tradicional la fuente genuina de la verdad. ¿Qué es desperdiciar el tiempo para la fe del progreso? La respuesta no es tan oscura. ¿No será el mayor dolor del tiempo perdido parecido al descubrimiento del arrepentimiento? Hoy sólo nombramos con esa palabra a los que nos lamentamos de no haber hecho. No hay pecado en el dolor por lo perdido, no obstante. El pagano sensato que no piensa en el arrepentimiento no es el nihilista que no se da cuenta de su frivolidad. Le es posible conocerse. ¿No tiene fe el pagano sensato? ¿Sería la fe del filósofo? Falso: la sensatez no requiere de filosofía. El rasgo distintivo del filósofo es su locura; no la insensatez, la locura. ¿No la fe que uno comparte con los hombres es determinante en nuestra apreciación de la locura? Sócrates veía locura en la ausencia de autoconocimiento, algo para lo que también puede perderse tiempo, o para lo cual el tiempo resulta irrelevante. Si el autoconocimiento no es vocación encontrada fácilmente, ¿qué fe subsiste a la destrucción?

 

Tacitus

Sin verbos

El calor del sol sobre las yerbas,

los insectos entre las plantas.

Lluvia de estío,

en los ojos lágrimas.

El viento entre tus cabellos,

blancas hebras del tiempo.

Manos nudosas,

del trabajo sellos.

La humedad del verano,

la sequía del otoño,

el frío de los inviernos.

Una vida, una estación,

una hora, un suspiro.

Un breve sueño…

Maigo

Inocente preguntilla: ¿Por qué en un régimen en el que gobiernan los pobres, nadie puede ganar más que el mandatario principal, eso no convierte al régimen de pobreza en una oligarquía, en la que terminan gobernando los más adinerados?

Parapeto de la falsedad

Parapeto de la falsedad

La palabra tiempo no produce tiempo. No puede exagerarse al grado de afirmar que toda palabra es devenir temporal, como aprendimos por el Verbo. Desde el nivel más superficial, se reconoce como producto de la estulticia el sueño de ir contra el tiempo. Pasar es un verbo que bien se aplica al transcurrir como al ocurrir. Parece un signo digno de la imagen cotidiana del movimiento, de lo que se tiende entre un momento y otro. Hay algo atractivo a lo que llamamos espiritualidad en cerrar los ojos para reconocer que todo pasa. Los conflictos de eso que llamamos persona, adjetivo moral, pasan, y es ardid popular que el tiempo tiene poder sobre los efectos. Es inútil, decimos, ir contra nuestra mortalidad en el tiempo, como intentar observar lo que sólo requiere erosión. La imagen del médico siempre es replicada: sospecha uno un conocimiento regular que orienta la experiencia, a pesar de que eso que llamamos experiencia a veces se malbarata por el prejuicio que no vemos. El amor propio es el arquitecto de ese personaje que es el tiempo. Nuestra humildad es ilusoria: confiamos en el tiempo como en un fantasma. ¿O será el fundamento de la esperanza? ¿El tiempo, origen de la fe? Se espera en el tiempo el olvido, la producción natural de una llanura; buscar algo distinto sería, al parecer, una soberbia inútil. En el paso del tiempo, ¿qué será pensar? No lo pregunto seguro de la respuesta. Me pongo en el borde de la pregunta, reconociendo mi frivolidad ante ella. ¿Qué mayor frivolidad que la falsa angustia por el tiempo cuando es posible pensar? Pensar no nos parece algo por hacer. Es algo relegado a la exigencia de la situación. Esa situación que nos circunda por el tiempo que hace su obra. Preguntamos qué hacer, pero no con el deseo de pensar. Inofensivo parece pensar; improductivo cuando no hay solución visible. No es necesario menospreciar la practicidad, que también es un descubrimiento del pensar. Tiempo se pide cuando pasa eso: decimos no saber qué hacer. La disyuntiva siempre está basada en ese adelanto. Exigir la disolución de uno por medio del tiempo es también un modo de la vanidad: se impide innecesariamente la visión, pensando que se trata de saber qué hacer.

 

Tacitus

Vaga naturaleza

Vaga naturaleza

Vagar no siempre es un cese de la verdadera actividad. Eso supondría que uno puede manipular su propia alma para indicarle cómo dividir estrictamente el tiempo que uno usa. Usar el tiempo no es lo mismo que consumirlo: cada palabra tiene un matiz que la hace habitable, conversable, pensable. Usar el tiempo parece pedir de una maniobra con las horas como van presentándose, parece pedir de nosotros una especie de conocimiento del fin que va dando cabida a la diferencia en las horas subordinadas a nuestra inteligencia. ¿Puede el tiempo ser un medio? Consumirlo es acabarlo, y eso pide de una especie de orientación mínima en la que la actividad se realiza. En realidad acabamos el tiempo cuando no podemos continuar por alguna razón: no se acaba la posibilidad de reanudar una actividad, se agota nuestra capacidad de discurrir. En sentido estricto, cuando pensamos consumir el tiempo, quizá somos nosotros los que estamos acercándonos al término de algo. En todo caso, ¿no es vagar una actividad que requiere tiempo como otras?

Vagar no es andar bajo total ausencia de sentido. El vago quizá es ajeno a la resolución, pero no por ello evade la vida. Dirán que es ausencia de definición, pero no se puede vagar sin elocución mínima. ¿Será el desarraigo lo que preocupa de la vagancia? El drama se acentúa en ese caso a niveles vulgares: dirán que andar errante, moverse sin un objetivo es igual a estar perdido. ¿No podría ser cierto que a veces la claridad de un objetivo, la sensación de notar los límites de un cuadro evade la posibilidad de descubrir la imaginación de la geometría? Lo que muchas veces se concibe como tranquilidad euclideana no pasa de ser un chasco de pizarrón. Puede objetarse que no puede haber disciplina donde la vagancia es elemento de la vida. Pero también la disciplina busca soltura, orientación del hábito para notar que no nacemos libres. Si es cierto que no puede haber disciplina bajo el desorden, también es cierto que la capacidad para la vagancia en nada impide que podamos musitar el orden intelectual de lo que podemos aprender.

¿Hay algún centro determinado en la experiencia cotidiana además de lo que yace bajo las plantas de nuestros pies? ¿Cómo determinamos aquello que es pérdida de tiempo, sin pensar en una actividad específica que se preferible? El problema del diseño de calles es que buscan llegar rápido a donde sea, lo cual generalmente siempre se queda en el propósito, en el caso de las ciudades grandes y mal planeadas. La necesidad del camino, no obstante, fue lo que empezó con el diseño. Para el neófito, no hay mapa alguno; siempre necesita pregunta y confiar. Eso si le preocupa tener alguna certeza sobre a dónde habrá de llegar. Cuando no hay tal urgencia, ¿no sería cosa de que los pasos mismos nos vayan diciendo sobre la relación entre lo que queda atrás y lo que se avizora? Vaya que al menos podría esa ser una interesante medición personal de la distancia. Por ello, ser vago no es lo mismo que haber perdido todo sentido común. Lo mejor sería el sabor siempre fresco de buscar el misterio de la cartografía. ¿O me dirán que ese afán de tener una imagen certera dictada por una fémina con acento de la madre patria surge de lo seguro que tenemos el terreno que nos exige encontrarnos en él? La practicidad no era originalmente la fidelidad demostrada al seguir las instrucciones.

 

Tacitus