Algunas preguntas tuiteras

¿Dónde se podrían discutir los problemas que le importan a una ciudad, a todo un país, si no es en Twitter?, ¿una red con tantos usuarios podría concitar algún acuerdo que satisfaga a la mayoría?, ¿a quién le habla un usuario de latinoamérica con más de diez mil seguidores cuando comenta su postura, supongamos, sobre el racismo?, ¿qué pasa con todos los que se quedan afuera de la discusión porque no tienen una postura sobre ninguno de los temas en pugna, porque no es un problema para ellos?, ¿y qué pasa con las personas que no tienen acceso a internet, que no cuentan con una computadora o un smartphone y que a veces ni siquiera tienen acceso a la electricidad?, ¿así como hay usuarios que se asumen líderes de algún grupo, o de alguna opinión, los que tienen acceso a un dispositivo e internet para tuitear son la voz de los que no pueden alzar la voz?, ¿para qué opinar si la opinión no conduce a alguna reflexión, a algún acuerdo o a algún plan de acción?, ¿alguna de las llamadas minorías vive mejor desde la aparición de Twitter y la popularización de las tendencias?

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La quema de la Catedral de Notre Dame

Los incendiarios de las redes se indignaron por la atención que se le ha prestado al incendio de la Catedral de Notre Dame. Que es una estupidez que nos preocupe más el incendio de un lugar sin vida a los incendios de los bosques habitados por cientos de animalitos; que si no se tratara de un monumento turístico no existiría tanta conmoción; que hay personas siendo asesinadas todos los día mientras las personas permanecen en la más cómoda indiferencia; entre otras razones de porqué los no preocupados del incendio en Francia son más inteligentes que los preocupados. La Catedral bien puede ser un lugar común donde se toman las fotos los turistas, dándole un uso que no la diferenciaría, que no la distinguiría, de ningún otro lugar. Para los habitantes del sitio, el recinto pudiera ser motivo de orgullo, algo que les da visibilidad en un mapa, que los coloca en una lista, que les da cierta importancia; pudiera ser un lugar de recuerdo, una referencia constante a su infancia, a su niñez, un lugar donde conocieron a su primer amor, el sitio en el que vivieron los días más felices de su infancia; el tamaño del lugar, la preciosura de sus paredes, los impresionantes detalles, cuidados centímetro a centímetro, les dota de un portentoso sentido a sus recuerdos. Víctor Hugo escribió un libro en cuyo título destacaba la Catedral de Notre Dame. La novela no sólo destaca un lugar, muestra la casi necesaria relación entre literatura y arquitectura. Ambas dependen de cimientos fuertes, ambas requieren de la inspiración, ambas pueden ser contempladas y comprendidas. Las palabras construyen, dan guía a la vida, son un hogar, nos dan comunidad; nos develan lo que hay ante nuestros ojos, nos muestran lo que no se puede ver de lo que tenemos ante nuestros ojos. Podemos tomarnos una foto con una catedral portentosa de fondo, pero la novela nos permite vivirla de distinta manera, nos permite habitarla.  La casa de Dios, un lugar de comunión, donde se tiene un vínculo con lo sagrado, es la manera como algunos entienden la Catedral. Por eso su inmenso tamaño, por eso la fijeza y grandeza que refleja. Un lugar donde hay espacio para muchos, para todos, donde se comparte. La destrucción de la Catedral de Notre Dame no deja de ser un asunto vital, pues no es sólo un lugar que nos puede dar likes.

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El porqué los tuiteros no saben tomar café

No puedo evitarlo, sé que llegaré tarde, sé que me volverán a regañar en el trabajo por ser el último en empezar a trabajar, quizá hasta me descuenten una cantidad considerable de mi sueldo por tantas impuntualidades, pero no puedo apurar mis dos tazas de café. Treinta minutos por lo regular me toma tomar mis dos tazas de café. Caliento el agua hasta que hierve; la dejó enfriar por un par de minutos; le echo una cucharada de café por cada taza; dejo pasar dos minutos; agito el café; espero dos minutos más; lo sirvo después de echarle una cucharadita de azúcar; dejo pasar otros dos minutos y lo bebo. La primera taza me toma saborearla quince minutos; siento cómo el calor y el sabor se posan sobre mi lengua, cómo van viajando por mi garganta y caen a mi panza; en poco tiempo el efecto comienza a recorrerme: despierto y me siento pletórico. La segunda taza refuerza lo anterior, pero esa, dado que se ha enfriado, me toma beberla diez minutos. Si una historia o una idea anda paseando en mi cabeza, me puedo tardar el doble de lo normal en beber mi sabroso café. A mi jefa no le hace ni pizca de gracia el que justifique mi tardanza explicándole lo mucho que me gusta saborear el café, que una buena taza de café es bueno saborearla como se saborea una buena plática; me contesta que eso es poco productivo, que así como se me paga un salario debo corresponder a eso con mi tiempo. Ella también se tarda en beber su café, pero en lugar de saborearlo, trabaja mientras lo sorbe: con una mano escribe 240 caracteres por minuto mientras con la otra alza su vaso para beber su líquido vital. ¿Por qué no puede distinguir el tiempo laboral y el tiempo de la vida, el más valioso? Seguro se debe a que tanto el alfabeto como el café los usa para lo mismo, para trabajar; seguro se debe a que la vida para ella está en las redes sociales.

 

El alfabeto era usado con calma y disciplina porque leyendo y escribiendo, enseñando y aprendiendo, se pretendía alcanzar la sabiduría. El alfabeto nos permitía vivir mejor. Ahora lo usamos como una herramienta. ¿Cómo vamos formando nuestro uso del alfabeto al escribir en las tumultuosas redes sociales? Escribimos abreviando las palabras, reduciendo los significados, simplificando las ideas, para que podamos entrar al torbellino de la conversación momentánea. Un par de horas está de moda la película del momento, y en otras dos se lamenta el suicidio de un cantante; si la muerte del cantante estuvo precedida por el escándalo, se producen dos horas de polémica y dos horas más de opiniones sobre los distintos bandos de la polémica. Twitter es un medio que exige muchos comentarios, que requiere una capacidad de reacción rápida, digna para juzgar sin pensar. El uso correcto del alfabeto pasa a segundo plano. Lo importante es opinar, meterse a la monstruosa tendencia. Una o dos erratas no tienen tanta importancia como llegar a tiempo al mercado; con suerte alguien logrará expresar una opinión, un punto de vista. Las palabras son navajas, se usan para atacar, no es extraño que en las redes se lean más groserías u ofensas que cumplidos y palabras agradables. Quien no ataca o escribe de modo ácido, quien no se alista en algún ejército es olvidado o visto con ojos somnolientos. Nunca hay consenso en Twitter (tal vez sólo en dos ocasiones lo haya habido: cuando todos se burlaron del YaMeCanse de Murrillo Karam y cuando en el juicio contra el Chapo Guzmán se dijo que Genaro García Luna había recibido sobornos millonarios en pago por protección al cartel del capo, a lo que los tuiteros sólo retuitearon); no se quiere resolver ningún problema. El alfabeto se desperdicia en las redes sociales y, con ello, se le da el peor uso a la vida.

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Linchamientos

La escena la hemos visto una y otra vez: alguien grita con furia que vieron a dos ladrones, la población enardecida procede a perseguirlos, cazarlos como a dos animales salvajes, para después poder castigarlos a la vista de todos con cualquier objeto que punzocortante o que pueda herir. Buena parte de los linchamientos se quedan en intentos, ya sea porque la policía rescata a los acusados, casi condenados, o,  en la minoría de los casos, porque la población decide entregarlos en lugar de golpearlos hasta la muerte; no en pocas ocasiones, los linchamientos acaban con la vida de los presuntos criminales; en algunas ocasiones, los linchamientos le quitan la vida a uno o varios inocentes.

 

“¡Ya estamos hasta la madre!” es la frase que encapsula el hartazgo de quienes padecen constantemente robos, secuestros o violaciones, de quienes deciden tomar la justicia por su propia mano. Se sienten desprotegidos por quienes deberían protegerlos; se sienten tratados injustamente por los impartidores de justicia. A falta de seguridad y de tribunal, los pobladores juzgan y se protegen. Pero se cuidan y juzgan con sus medios, capacidades y al calor de una acusación. En la antesala de un linchamiento, no se requieren testigos, pruebas o demandas ante un tercero, basta el grito acusatorio, la voz que exige justicia (o venganza) inmediata. Las personas de los alrededores se arremolinan, abandonan sus actividades, se dan valor los unos a los otros para, casi al mismo tiempo, juzgar y castigar al presunto criminal. La llama acusatoria se ciñe sobre el presunto criminal sin que éste pueda alegar nada, sin que tenga la mínima defensa. Todo pasa rápido, no hay tiempo para meditar lo que está por explotar; se ha encendido una mecha; es casi imposible que no explote. El poder del pueblo reunido consume al disminuido acusado.

 

Suponiendo que el criminal a punto de ser linchado haya afectado a una persona, ¿las personas ajenas al conflicto buscan saciar su venganza o quieren ayudar a la víctima a impartir alguna clase de justicia durante el linchamiento?, ¿quieren mostrar que se protegen o que unidos tienen más poder que cualquier criminal? En caso de que quieran mostrar poder en su unidad, ¿es justo que con esa unidad logren su defensa de cualquier aparente agresor al grupo? Dicho de otra manera: ¿la fuerza propicia justicia? ¿El deseo de venganza se contagia más fácil que el deseo de justicia?

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Twitter de la vida real

¿Qué pasaría si lo que dicen los usuarios en Twitter lo dijeran las personas en la calle? De cierta manera dicen lo mismo de manera semejante, pues en las conversaciones ajenas, las cuales muchas veces son públicas y eso me permite escucharlas, se replican comentarios como los vertidos en los memes. Existe una notoria tendencia a hablar del tema de moda, sin emitir una opinión que pueda resultar de la propia y meditada apreciación; se trata, simplemente, de repetir alguna postura, no quedarse callado, es decir, expresar que se va progresando con la conversación del momento (aunque ésta nada tenga que ver con las conversaciones previas y pese a que nunca se modifiquen los modos del conversar). Como en lo que podríamos denominar vida real hay contactos que no amigos (en eso quizá la vida real le haya aprendido a la red del pajarito enojado). La red también permite las idolatrías, aunque con la salvedad de que ahí se puede tener un contacto, mínimo, con el ser idolatrado. Las injusticias también se replican e incluso se estimulan, pues, quizá la única diferencia que da Twitter con respecto al vivir en contacto tangible con los demás, sea el que los usuarios se envalentonan al escribir. Twitter es el lugar favorito para los chivos expiatorios, las difamaciones y la pérdida del pudor.

En la comodidad de su hogar, el tuitero puede ser la persona más valiente jamás pensada; ataca a funcionarios, policías, estudiantes, profesores, otros tuiteros e inclusive a miembros del ejército. Si bien vivimos en un ambiente violento, no vemos tanta saña derramada por las calles como la que se derrama por Twitter. ¿El escritor del tuit se imaginará interpelando a un funcionario en la calle a la cara, hablándole con el tono de la más vehemente indignación, cuando está escribiendo su mensaje? ¿Tendrá la misma satisfacción el quejarse con todas las personas indignantes en la red social como la tendría el quejarse frente a ellos?, ¿deja algo bueno el escribir tuits?

Twitter es el lugar donde se consuelan los cobardes.

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Partidismos inamovibles

Se ha puesto de moda una película mexicana: Roma. Decir que se ha puesto de modo, en estos ruidosos tiempos, es lo mismo a decir que ha despertado simpatías y antipatías. Que está muy aburrida, que la fotografía es magnífica, que la historia reivindica las raíces mexicanas, que no las reivindica sino que romantiza la servidumbre. Los expertos tuiteros han hablado, y, como en casi todo tuit, sin dar ninguna razón. Los tuiteros, conocidos por tenerse ojeriza entre ellos, se han sumado a cada uno de los respectivos bandos; aquellos que no saben si la película les gusta o les disgusta, tienen dudas al respecto de la historia, no importan para la red social, pues no pueden generar tendencias. Los bandos, aunque nadie pueda creerlo, han existido desde que a Twitter y a cualquier red social se infiltró el fantasma del partidismo, esto fue aproximadamente desde que en ese lugar cibernético se empezó a sumar una masa considerable de usuarios; los partidismos han existido desde el principio de las organizaciones mismas. No importa si se discute de feminismo, machismo, aborto, derechos animales, tauromaquia, siempre se generan bandos con ideas más o menos establecidas e insultos programados. Algunos han querido sintetizar cualquier partidismo sobre cualquier tema con el eslogan: lo tuyo es malo y lo mío es bueno por eso tú estás mal y yo bien. La razón por la que no existen videojuegos de discusiones es porque eso ya se logra en la red. De cuando en cuando, las opiniones no se quedan en palabras binarias, sino asaltan a la realidad con la misma simpleza con la que fueron tecleadas. Hace poco se atacó a un magistrado mexicano con el pretexto de que su sueldo, como el de todos los magistrados, era más de tres veces superior al del presidente y en la Constitución estaba indicado que nadie podía ganar más que éste. Los descontentos no cesaron ahí, pues las protestas afuera de la Suprema Corte continúan pese a que los internautas ya se hayan entretenido con las opiniones y memes generados por una película. Quizá los magistrados pacten con el responsable de las protestas o apuesten a que otros eventos distraigan la atención de los ansiosos internautas; esperan que algún otro tema, como la molestia del recorte al presupuesto destinado a las principales universidades públicas, desvíe su atención y los haga protestar en otros lugares y en otras instituciones. Pues, quizá supongan, de todos los temas polémicos nunca se aprende nada: los animalistas seguirán protegiendo a los animales con el mismo ahínco con el que los espectadores de la fiesta grande disfrutarán de la temporada grande; se seguirán atacando entre las feministas más radicales y los machistas más agresivos; difícilmente alguien cambiará su posición respecto a la interrupción legal de la vida.

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Ocho tuits políticamente incorrectos

En público hay asuntos sobre los cuales ya no se puede hablar si uno no quiere ser insultado e incluso agredido físicamente. A estos asuntos de los que nadie quiere decir nada ante los demás, a menos que sea para provocar, se les ha llamado  políticamente incorrectos. Las redes se han convertido en un espacio para decir cualquier cosa, pero por lo mismo, si no se dice en masa o lo dice alguna figura pública, nadie lo toma en cuenta. En el afán por dar voz a esas personas, me propuse recopilar ocho tuits políticamente incorrectos que no fueron puestos únicamente para provocar, sino para mostrar una postura sobre un tema polémico. He de decir que no comparto algunas de las posturas vertidas en los siguientes tuits, pero creo que es conveniente pensar en posturas antagonistas y no simplemente insultarlas. (Los siguientes tuits fueron copiados exactamente como fueron publicados en las cuentas originales con el permiso expreso de sus autores; todos prefirieron conservar el anonimato, pues sus cuentas son privadas).

1.- Las feministas quieren ver al feminismo como una lucha de clases; lástima que no tengan a su Marx; peor aún, lástima que no le entiendan a Marx.

2.- El gran problema de la migración es que hiere los sentimientos de la gente. Nadie ha sabido resolver ese problema.

3.- No puedes confiar, nunca, en quien no diga groserías.

4.- Qué tan triste es la vida de los oficinistas que su mayor alegría es llegar a quincena y su segunda mayor alegría es llegar a viernes.

5.- Negros y blancos, amarillos y cafés, las tonalidades de la piel son muchísimas. Es más fácil, y mejor, distinguir a listos y a zopencos. Lo mejor es distinguir entre buenos y malos.

6.- Me convertiré al veganismo cuando el mundo sea más verde.

7.- Hay más chavorrucos en Twitter que en los bares; quieren conquistar nuestros espacios, apropiarse de nuestras costumbres; pero hagan lo que hagan, nunca podrán detener el paso del tiempo.

8.- Siempre me he preguntado porque entre los más valientes de los tuiteros, ninguno es en términos prácticos políticamente incorrecto. Creo que es porque si lo fueran terminarían lastimándose.

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