La indignación es una pasión que se manifiesta ante la injusticia. Como toda pasión, siempre va acompañada de un juicio y nunca es totalmente natural. La mejor prueba de ello es que no todos nos indignamos de las mismas cosas ni de la misma manera; además, es difícil afirmar que los niños se indignen. A veces nos indignamos más de que le hagan algún mal a una persona que a otra, principalmente si la primera es una persona famosa o nos sentimos directamente cercanos a ella. Pues de la famosa se tiene una opinión ya formada, aunque podamos guiarnos únicamente por lo que nos parece, no por lo que realmente es. Como toda pasión, la indignación la puede causar la retórica. Hay situaciones en específico que nos indignan porque hemos aceptado que están mal.
No nos podemos indignar sin una idea del bien y del mal o sobre lo correcto y lo incorrecto. Siempre tenemos una razón para molestarnos por ver cómo golpean a alguien indefenso, injurian a quien parece que no ha hecho nada malo o cometen alguna injusticia sobre una persona. Siempre encontramos una razón para indignarnos; podemos argumentar que quien padece la injusticia y quien la comete es el victimario, el villano, el canalla. Pero, como siempre sucede ante cualquier juicio sobre una acción ajena, no siempre sabemos por qué tan fácilmente ubicamos a la presa y al cazador. Así como no es fácil comprender el contexto en el cual se da un ataque, tampoco es fácil ver cuál es nuestra idea, o nuestras ideas, del bien o del mal o sobre lo correcto y lo incorrecto. Podemos indignarnos ante una injusticia pero contradecir en la acción la idea de bien que nos llevó a la indignación.
Como cualquier juicio, la idea de bien que tengamos puede ser cuestionada, incompleta o falsamente fundamentada. ¿Hay ideas bajo las que justificamos nuestras acciones que, sin importar el contexto, son malas?, ¿es malo matar a una persona malvada?, ¿nos indignamos si vemos que matan a una persona sin saber que es malvada? En algún punto se nos complica ver la injusticia en alguna acción, nos indignamos, pero no entendemos por qué, queremos actuar ante el acto aparentemente injusto y en vez de actuar justamente nos estamos vengando o involucrando en una situación que no alcanzamos a entender. La indignación nos muestra que no somos indiferentes ante la injusticia, pero también nos lleva a actuar movidos por la venganza. La indignación, careciendo de una adecuada comprensión del bien, es peligrosa.
Yaddir