El elefante blanco

Hoy fui a la Biblioteca Vasconcelos. He de confesar que cada vez que visito ese inmueble no puedo dejar de fascinarme con su edificio, sus colecciones, su estantería, sus huesos de ballena y cada espacio que hacen de ese lugar uno de mis preferidos para leer y escribir. De veras creo que es hermoso y por alguna extraña razón, me saca un buen lado. Mas al tiempo que voy gozándome con mi búsqueda que obliga varios pisos, tampoco puedo sacarme de la cabeza aquella vocecita cual “Pepe grillo” que recuerda y  repite los múltiples problemas en los que se ha visto envuelto el lugar, no sólo en su estructura sino aquellos escándalos con sello Fox.

Claro que el lugar sea hermoso es tan sólo mi opinión, he escuchado a muchos decir que es bastante grosero arquitectónicamente hablando. Sin duda las colecciones son carentes pues el acervo tampoco es brutal. La ballena, bueno, ni falta hace decir qué le toca a ésta. Acepto que como todo tiene fallas, pero consideraría algo osado descartarlo tan prontamente sólo por ser fabricada e inaugurada durante el gobierno del presidente caricatura. La Biblioteca Vasconcelos, tal como muchas de las obras que son entregadas presurosamente, tiene fallas en sus acabados y específicamente eso no tiene nada que ver con Vicente Fox ni con ningún otro hombre de política, el problema es por qué ésta y muchas otras se ven obligadas a entregarse con urgencia y por tanto, mal hechas e incluso inacabadas. Digamos que las obras de esta magnitud siempre han sido una manera de gritar algunos de los mínimos logros de un gobierno que de otro modo pasarían inadvertidos, en este caso, quería presumirse que México caminaría al lado de los países que tienen edificios rimbombantes para resguardar su más preciado conocimiento, ¿logro? Con razón algunos le llamaron “Elefante blanco” a la obra.

Lo que no tomó en cuenta el presidente Fox ni la entonces directora del CONACULTA, es que se necesita mucho más que una impresionante construcción para colocar a México al lado de los países con nivel cultural alto. Se necesitan libros, sí, pero más importante todavía es tener personas que lean esos libros. La cultura no se trabaja poniendo un número inverosímil de bibliotecas ni organizando miles de Ferias del Libro ni tampoco prestando libros en el Metro, la cultura se cultiva en el perfeccionamiento del hombre, proceso que implicaría un replanteamiento de la educación escolar, social y familiar. Entonces teniendo en cuenta estos asuntos, ya podríamos más fácilmente juzgar si fue o no un desacierto. Bueno, para de veras juzgar tendríamos que recordar que fue abierta en mayo de 2006 –tiempos entendidos como “electorales”–, que rebasó el presupuesto otorgado en su hechura, que sus arreglos y composturas también fueron costosos y que se presume, fue un vil desvío de gastos. Juzgar mal parece lo más sencillo.

A veces pienso que todo lo que provenga de un gobierno –sin importar sea bueno o malo– no  es sometido a juicio popular, sino que se descalifica sin más. Como si estuviese en boga estar en contra de todo lo que tenga un gramo más de autoridad que la que ostenta cada uno o como si decir “no” cuando todos dicen “sí”, fuese lo genial. Pero que quede claro, decir “no” es lo más alejado de ser radical, todo el mundo piensa que rebelarse es lo del momento y justamente por eso, dejó de serlo. Al final, si ya acepté que la Biblioteca Vasconcelos –pese a ser uno de mis lugares favoritos– tiene sus visibles fallas, poco sería que el resto aceptase que el lugar es agradable, callado y relajado; sin importar que haya sido idea del gobierno de Fox, porque realmente no creo que haya sido propiamente su idea.

 

La cigarra