Violencia numérica

No hay manera más extraña para entender la violencia que mediante las cifras: al año matan tantas personas de tal edad en entidades de tantos habitantes; los robos son tantos en este año; las golpizas se incrementan entre los jóvenes de los 19 a los 27 años (por suponer una cifra). A su vez, tampoco hay manera más clara de vislumbrar la violencia en tiempos recientes. Quizá porque así se vea el impacto de ciertos factores en el incremento de ejecuciones, secuestros, robos y extorsiones, como las zonas en las que hay mayor incidencia delictiva o si ésta se presenta más en jóvenes que en adultos, si el hecho de que hayan tenido educación universitaria los vuelve más temerosos de la violencia armada pero no de la violencia física, entre otros motivos o causas de las agresiones. ¿Se sintetiza la información para saber en dónde hay que proponer planes de acción o se simplifica para fingir que se está haciendo algo? Pese a la gran cantidad de estadísticas y estudios sobre la violencia que existen, no se ha logrado reducir ésta, al menos no en el contexto mexicano, al que se le agrega el ingrediente del crimen organizado cuyo foco más rojo se encuentra en las cuantiosas ganancias que deja el narcotráfico. ¿Cómo se evita el que las personas no prefieran ganar mucho dinero en poco tiempo en lugar de trabajar arduamente por ello? Es casi como si se les pidiera que dejaran de desear cualquier cosa. Tal vez así no se pueda entender la violencia porque se deja de lado que, con una sola ejecución, con una sola persona que haya muerto de manera accidental, por estar en un mal lugar en un mal momento, el sufrimiento les cambia la vida a muchas personas. Familiares, amigos, seres amados, todos ellos sufren con una sola muerte. Los recuerdos se vuelven ácidos, los lugares por los que antes se transitaba con tranquilidad, ahora se miran con desconfianza, como si detrás de cualquier sombra estuviera esperando el peligro el preciso momento de atacar. Esto sólo pensando en quienes saben lo que les pasó a sus seres queridos; hay quienes se consumen en la espera, quienes soportan la mezcla de la esperanza y el dolor, quienes no pueden no seguir buscando a los desaparecidos. Sólo a un político ensimismado con la imagen de su propia grandeza le importan más los números que la peor consecuencia de la violencia: las víctimas.

Yaddir

Dictadura del olvido

Dictadura del olvido

(En torno a la amnistía)

 

Si bien las cualidades personales no bastan para constituir una dictadura, tampoco son suficientes para evitarla. En democracia, por su parte, ha de evitarse la razón de Estado con el mismo celo con que ha de prevenirse el estilo personal. Por ello las señales de la posibilidad de una dictadura han de buscarse en la transgresión entre lo público y lo privado, identificarse en los momentos en que lo legal se asume como voluntad personal o en que la opinión particular se propone como ley general. Riesgo inminente de que la dictadura acecha a la democracia es cuando una demanda legítima de justicia resulta vilipendiada por la opinión del líder. Aunque no se quiera ver, vivimos un riesgo real y no sólo por el carácter y las cualidades de Andrés Manuel López Obrador.

         Iniciados los foros de consulta para la reconciliación y la pacificación, la propaganda oficial y oficiosa ha repetido el llamado a la unidad “por el bien del país”. Sin atender a la legalidad del asunto o al trabajo de las víctimas organizadas, los propagandistas repitieron la presentación de la situación extrema a que podrá llegarse si no se atiende ahora el llamado del futuro presidente. Casi como chantaje, la propaganda ha dicho que si no se acompaña en esto a la nueva administración estará comprometido el futuro del país. ¿Cuál es la medida por la que se prueba el extremo del llamado? ¿Cuándo se probó que el país estará en vilo si no se acata la decisión gubernamental? ¿No es necesario suponer al futuro presidente, consolidando un fuerte presidencialismo, como posibilidad única de salvación para que el alegato de la situación extrema funcione?

         En la inauguración de los foros, un grupo de víctimas reclamó, explicable y legítimamente, contra la propuesta de amnistía del futuro presidente. La respuesta del López Obrador fue que respeta a quienes no piensan como él, pero que la patria es primero y por el bien del país las víctimas han de acatar su propuesta. ¿Cómo entender la respuesta que recibieron las víctimas? ¿La respuesta se distingue en algo de la inculpación (“son malandros”) y la nulificación (“son daños colaterales”) calderonistas, o de la procrastinación legalista y el intento de desdibujamiento mediático del peñanietismo? ¿Dicha respuesta anuncia acaso que las víctimas, la familia de nuestros demasiados muertos, están más cerca de hallar finalmente la justicia?

         A mi juicio, responder al dolor de las víctimas con la razón de Estado combina la insensibilidad de Peña Nieto y la testarudez de Calderón Hinojosa. Si don Enrique usó a las instituciones parapetando su inacción y don Felipe escudó en la figura presidencial su incapacidad de reconocer los propios errores, parece que don Manuel usará la investidura para instaurar su opinión y a las instituciones para ejecutarla. La razón de Estado es cerrazón a la comprensión de las víctimas, simulación de la justicia, tentación totalitaria.

         Sin embargo, la tentación totalitaria no es un asunto exclusivo del futuro presidente, ni el problema se reduce a sus seguidores. La tentación totalitaria es peligrosa cuando los miembros de la sociedad asumen la situación extrema, cuando se acepta la razón de Estado, cuando admiten viable la dictadura. El consenso aparente en torno a la unidad es peligroso. La renuncia a la crítica lo es más. ¿Cómo explicar que entre los principales periódicos sólo uno citara completa la respuesta del futuro presidente a las víctimas? ¿Cómo explicar que hasta ahora sólo Javier Sicilia ha criticado la respuesta y señalado el riesgo totalitario que ella trasluce? ¿Cómo entender que nuevamente la nación prefiera el desprecio a las víctimas, guardar silencio ante tan indignante respuesta  y sumarse embelesada (incluso aplaudiendo la respuesta por provenir del líder) a un proyecto político? La amnistía propuesta será una renuncia a la justicia, conciliación por decreto, dictadura del olvido.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. ¡Oh, patria sentimental! Tierna tierrita del nopal, la baba y la alabanza. Raza broncínea de agachados, gachos y agachones. No, lector, no me he puesto sentimental, sino que son los combativos camaradas del terruño quienes andan con el corazón en la mano, deshojando margaritas por las plazas, colmados de felicidad. Muchachitas enamoradas que cambiaron los recios anhelos de la revolución por el suspiro pispireto por el caudillo. Ven al líder, suspiran, se ruborizan y afirman, como Enrique Galván Ochoa en La Jornada del martes: «Buscaba la Presidencia, ganó el país». ¡Qué conmovedor! Aunque no deja de ser ridículo. Tan ridículo como el enamoramiento burguesito del doctor Lorenzo Meyer, quien dijo el jueves en Reforma: los simpatizantes del futuro presidente pueden restarle apoyo cuando no pueda atender lo que le solicitan, por lo que se necesita evitar un exceso de demandas y mantener el apoyo. ¡Chin! ¡Exceso de demandas! A ver, niños, bien formaditos y a repetir las demandas aceptadas por el régimen. Ah, patria mía, qué tiempos tan inspiradores en que los revolucionarios de antes son los bien portados de ahora, en que los que antes denunciaban con rabia ahora elogian con labia. ¡La cuarta transformación!

Coletilla. «No estamos viviendo tiempos rebeldes, al contrario, estamos en la época de la asimilación inmediata. La rebeldía no es perseguida, el derecho a expresarse lo ejerce hasta la idea más estúpida. En las redes, el insulto es libertad de expresión. La masa aullando y linchando es opinión pública». Avelina Lésper

Cerrado

El olvido de lo bueno, comienza con el temor al trauma, ya que el malvado no es malvado, es enfermo o ignorante de que hace daño, al menos Sigue leyendo «Cerrado»