Circe

No es casualidad que en la isla donde habita la hija de Helios, los seres muten a su verdadera forma.

El sol devela la verdad, y con la hechicera, hija del sol, los que parecen ser hombres, acaban mostrando a la luz su naturaleza porcina, sólo bastan algunas comodidades y dulces promesas para ello.

Circe, bien puede ser imagen de la modernidad, ya que al prometer banquetes y delicias saca a la luz la verdadera forma del hombre moderno, quien busca en qué entretenerse mientras, le llega la muerte, que busca pasar el tiempo, para ya no tener que buscar su hogar, y que recuerda que buscaba algo en su vida cuando ve pasar a su lado a quien mantiene su forma humana.

Por efectos de la presencia de la doncella, los compañeros del vagabundo Odiseo, mutaron en cerdos, y por las acciones del nostálgico rey de Ítaca, los cerdos se convirtieron en hombres … que como tales murieron, o al menos eso se cuenta.

 

Maigo.

Una pequeña lectura de la muerte de Iván Ilich

Se dice con frecuencia: el hombre es un ser sumamente frágil, nuestras defensas ante una naturaleza hostil son casi nulas, carecemos de un abrigo que nos cubra de fríos extremos o del calor incesante del desierto, no poseemos garras o patas fuertes como las que caracterizan a los grandes animales que cazan para mantenerse con vida; nuestros, ojos, oídos y olfato no son tan potentes como los de aquellos animales que escapan de los depredadores. El deseo de cubrir esas carencias oculta nuestro deseo de prolongar lo más posible nuestra existencia; la necesidad de conservar la vida nos obliga a reunirnos en grupos y a seguir reglas que atentan todo el tiempo contra nuestra libertad y que nos llevan a elegir constantemente entre una vida larga y miserable o una vida corta, pero llena de placeres.
Todo eso que escuchamos en tantas partes es lo que sustenta el constante cuidado de la salud, que tanto parece ocupar al hombre moderno.
Pero, ¿cómo pensar con cuidado al hombre moderno, pues moderno no es el que ha nacido en determinado momento en el tiempo, el cual cabe señalar es constantemente dividido en épocas y etapas de la vida por el hombre ocupado en ver lo que es el hombre en su incesante hacer y deshacer?
Podríamos decir que moderno es el hombre que se ocupa en progresar y producir, es el que busca ante todo avanzar en la vida a costa de la vida misma y es el que pretende prolongar su existencia no tanto porque la vida le signifique algo, sino porque tiene un terrible temor a la muerte. Sin embargo, una caracterización así del hombre moderno peca de simple y comodina, en especial cuando no tenemos claro a qué nos referimos cuando hablamos de progreso y cuando el temor a la muerte no ha sido caracterizado con suficiencia, pues la destructora de sueños siempre se ha presentado ante el hombre, y éste la enfrenta de diversas maneras sin por ello hacer a un lado el temor ante la incertidumbre o ante el sentido que debe tener morir de ciertas maneras.
Los discursos que sustentan a la modernidad en el temor a la muerte y el deseo de prolongar la vida son muchos. Los dispuestos a creer en estos discursos son más, pero pocos ven las consecuencias que tiene para el hombre moderno el deseo de progresar sin ver con claridad lo que es el progreso y la avidez de prolongar la vida por el incesante temor a dejar a un lado los placeres que ésta promete todo el tiempo. Uno de esos pocos bien puede ser Tolstoi, quien en una obra pequeña en extensión es capaz de dibujar la entera vida de un hombre que al buscar avanzar en la escala social para ser feliz, pierde justo aquello que busca, y que al preocuparse constantemente por la muerte que lo asecha pierde lo que la prolongación de la vida le prometía.
La muerte de Ivan Ilich no sólo trata el deceso de un burócrata viviendo entre burócratas, preocupados por el puesto que abandona el que se ha ido; tampoco se limita a señalar el abandono que padece el enfermo que deja de ser útil a la sociedad porque se convierte en una carga insoportable para quien debe avanzar en la vida; menos aún se limita a dibujar la agonía de quien de pronto se percata de su mortalidad. La novela trata también sobre la vida de Iván y sobre la manera en que ésta da un significado tan aterrador al hecho de morir, señala la incesante búsqueda de la salud que bien puede caracterizar al hombre moderno, y nos presenta con una claridad abrumadora las consecuencias que trae consigo la necesidad de progresar en medio de un mundo progresista.
La vida de Iván, es la vida de un hombre desalmado, y no porque sea cruel, pues nunca puede serlo, así como tampoco puede ser bondadoso o valiente, la virtud no tiene cabida en su vida, el vicio tampoco, pues lo que hace en todo momento carece de importancia porque difícilmente lo satisface algo que interfiera con la posibilidad de mantener un estilo de vida caracterizado por la comodidad y la soledad que acompaña a dicho estilo. La vida de Iván, es una vida en solitario, sin comunidad, sin familia que eche en falta su ausencia y sin amigos que se ocupen de él más allá de lo que lo exigen las formas capaces de ocultar la esperanza de ocupar el puesto que deja vacante el difunto. La vida de Iván es, en resumen, esa vida que parece no valer nada pero que es sumamente cuidada porque algún valor puede alcanzar algún día, y por lo general ese día llega cuando la vida ya terminó.

Maigo

Vivir de pan

Te hizo pasar necesidad, te hizo pasar hambre, y te dio de comer maná, que ni tú ni tus padres habían conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre.

Dt. 8,3.

Hay hombres que sólo viven de pan, y pareciera que no necesitan otra cosa para ser felices que la satisfacción de lo que necesita el cuerpo; se trata de individuos que presumen su independencia y que toleran la presencia de otros sólo porque les resulta fastidiosamente indispensable para poder seguir comiendo.

Quienes viven sólo de pan presumen una independencia que no tienen, pues creen que mientras trabajen la tierra tendrán lo que requieren para sonreír en la vida, pasan la vida entre el lodo y temen que algún día ese mismo lodo se los trague, porque saben que el cuerpo muere y que no hay pan terreno que le de vida permanentemente. Estos hombres buscan en la tierra lo que no le pertenece, pretenden que la vida eterna es en realidad una vida permanente y llena de placeres sensibles, confunden lo temporal con lo eterno y al pan duro y seco con el que en realidad da una vida diferente; llena de incomodidades y hasta de dolores, pero repleta de amor y satisfecha.

Vivir sólo de pan es fácil y cómodo, aunque parezca contrario al hecho de tener que ganarlo con el sudor de la frente, pues el confort y la inmediatez acompañan al individuo que huye de las dificultades con tal de sólo comer. Comiendo solitario el hombre que vive de pan pasa una vida en la que nace solo y solo muere, comiendo pan y bebiendo vino trabaja y se divierte, pero vive siempre temiendo a la muerte, siempre huyendo y sintiendo que de no ser por unos cuantos momentos la vida y el trabajo no valdrían la pena.

 Maigo.

 

 

 

 

El silencio en el desierto

Por lo regular pensamos en el desierto como un sitio terrible: árido, frío durante las noches, excesivamente caluroso en las horas en las que más resplandece el sol y extremadamente seco. Quienes estamos acostumbrados a las comodidades que proporciona una buena sombra, y un árbol cercano del que podemos obtener cuanto fruto nos apetezca, no tenemos imagen más aterradora que la de un desierto creciente y capaz de hacernos perder entre sus inmensidades todo aquello que nos proporciona alguna seguridad.

Pero, no todo en esta vida son las sombras frescas y las aguas, a veces cristalinas y a veces cenagosas, que las alimentan. El desierto también tiene una peculiar belleza, posee una hermosura que pocos saben apreciar pues hay quien en el silencio del desierto siente la necesidad de ver hacia el cielo y de escuchar su propio silencio, tal como ocurriera con muchos anacoretas y santos; en su aridez ve su incapacidad para crear la vida que muchos pretenden poseer como sucede con quien se percata de los límites de su sapiencia;  y en los extremos de calor y frío, hay quien ve un reflejo claro de los movimientos que padece el alma, la cual entre amaneceres y ocasos se reconoce como un ser necesitado y ansioso por recibir una fuente de agua viva que no sólo apague su sed, sino que también cambie su vida.

Si dejáramos de temer tanto al desierto quizá prestaríamos más atención al desolador silencio que nos acompaña y nos perderíamos menos entre el ruido con el que fingimos estar escoltados.

 

 

Trabajo y comunidad.

El trabajador tiene fe en que su hacer diario dará fruto, y por eso ofrenda lo que es todos los días. El emprendedor, en cambio, de crédito a la idea de que algún día dejará de trabajar y por eso se guarda de la vista de los demás.

Maigo.