Violencia numérica

No hay manera más extraña para entender la violencia que mediante las cifras: al año matan tantas personas de tal edad en entidades de tantos habitantes; los robos son tantos en este año; las golpizas se incrementan entre los jóvenes de los 19 a los 27 años (por suponer una cifra). A su vez, tampoco hay manera más clara de vislumbrar la violencia en tiempos recientes. Quizá porque así se vea el impacto de ciertos factores en el incremento de ejecuciones, secuestros, robos y extorsiones, como las zonas en las que hay mayor incidencia delictiva o si ésta se presenta más en jóvenes que en adultos, si el hecho de que hayan tenido educación universitaria los vuelve más temerosos de la violencia armada pero no de la violencia física, entre otros motivos o causas de las agresiones. ¿Se sintetiza la información para saber en dónde hay que proponer planes de acción o se simplifica para fingir que se está haciendo algo? Pese a la gran cantidad de estadísticas y estudios sobre la violencia que existen, no se ha logrado reducir ésta, al menos no en el contexto mexicano, al que se le agrega el ingrediente del crimen organizado cuyo foco más rojo se encuentra en las cuantiosas ganancias que deja el narcotráfico. ¿Cómo se evita el que las personas no prefieran ganar mucho dinero en poco tiempo en lugar de trabajar arduamente por ello? Es casi como si se les pidiera que dejaran de desear cualquier cosa. Tal vez así no se pueda entender la violencia porque se deja de lado que, con una sola ejecución, con una sola persona que haya muerto de manera accidental, por estar en un mal lugar en un mal momento, el sufrimiento les cambia la vida a muchas personas. Familiares, amigos, seres amados, todos ellos sufren con una sola muerte. Los recuerdos se vuelven ácidos, los lugares por los que antes se transitaba con tranquilidad, ahora se miran con desconfianza, como si detrás de cualquier sombra estuviera esperando el peligro el preciso momento de atacar. Esto sólo pensando en quienes saben lo que les pasó a sus seres queridos; hay quienes se consumen en la espera, quienes soportan la mezcla de la esperanza y el dolor, quienes no pueden no seguir buscando a los desaparecidos. Sólo a un político ensimismado con la imagen de su propia grandeza le importan más los números que la peor consecuencia de la violencia: las víctimas.

Yaddir

La crueldad delatada

La crueldad delatada

 

pero no es que yo me cubra

los ojos de ceniza:

mis ojos son ceniza

Ilusionan a la mayoría los grandes cambios. Cambios notables y notorios. Cambios poderosos. Porque el poder mueve multitudes, las emociona, las domina. El poder es atractivo porque provoca a la esperanza a un lugar en el futuro. El poder ilusiona con un futuro mejor. Por ello es que el despoder parece tan desconfiado, tan falto de lustre, tan menor. El despoder desilusiona, aparece como una renuncia al futuro, como conformidad con el presente, como confiada esperanza. La desesperación nunca es suficiente para el despoder. ¿Cómo reconocer la suficiencia desesperada?

         La patria, sin reconocer suficiencia alguna, está por entregarse a la desesperación empoderada y el primer signo ha sido la crueldad frente a la experiencia viva del despoder. El pasado viernes 14 de septiembre, en uno más de los foros de pacificación del nuevo régimen, el poeta Javier Sicilia tomó la palabra. Como es habitual en sus discursos, antes de abordar la realidad de las víctimas, Sicilia convocó al encuentro de la palabra a través de los versos y al reconocimiento del dolor a través de un minuto de silencio por las víctimas y los desaparecidos. El minuto de silencio fue interrumpido por los asistentes al foro, quienes gritaron que no los callarían, que seguirían protestando, que no aceptaban el minuto de silencio por las víctimas porque con ese minuto se pretendía callar a quienes protestaban. El poeta esperó, retomó el discurso; algo había cambiado.

         Podría pensarse que la interrupción de un minuto de silencio es un hecho menor ante el drama de las víctimas. Podría pensarse que la protesta debe sobreponerse al silencio porque el drama de las víctimas va más allá de toda civilidad, pues la crueldad contra las víctimas ha destrozado totalmente lo civil. Podría pensarse que un minuto de silencio es anecdótico, mera costumbre establecida, el intento de normalizar la anormalidad violenta. Pero a mí me parecen completamente erradas esas consideraciones. A mí me parece que la interrupción de ese minuto de silencio ha cambiado plenamente la situación del país de una manera tal que al parecer la mayoría todavía no se ha dado cuenta.

         El minuto de silencio sí es una costumbre nacida en el seno de la civilidad. Sin embargo, no lo es el minuto de silencio por las víctimas. Hace siete años Javier Sicilia abrazó a la nación adolorida y visibilizó a las víctimas. Llamando al minuto de silencio por las víctimas, Sicilia permitió que escucháramos el eco de la soledad, la resonancia del llanto, el siseo de los suspiros, la reverberación del dolor, el desierto creciente de la masacre. Javier Sicilia encabezó a cientos para recorrer la nación abrazándose, besándose, compartiendo el dolor, alimentando el consuelo. El poeta conmovió a la patria. El minuto de silencio por las víctimas fue el logro de la conmoción.

         ¿Qué logró Sicilia? En medio de la plaza pública, tras las palabras de los poetas, el poeta nos convocó al silencio, a reconocer la palabra ahogada. Y ahí, en el reconocimiento, a la vista de todos y en el centro de todo, Javier Sicilia renunció al poder. No fue su movimiento el camino para empoderarse. No logró el silencio para que imperara su voz. No llamó a callar para empezar a obedecer. En el silencio al que fuimos convocados, el poeta nos llenó de amor. El minuto de silencio nos susurró la necesidad de ser amados.

         Siete años después, el desprecio. La furia invadió el silencio. La crueldad apuñaló en la otra mejilla. Ilusionados los más con un poderoso cambio, valió despreciar al poeta. Arrastraron su silencio, lo rompieron, lo destrozaron. El zaherido poeta fue el nuevo chivo expiatorio. Llegó el momento de quienes reclaman. Llegó el momento de hacer escuchar bien y de hacer escuchar fuerte. Llegó el momento del poder. Llegó el momento de la delación y la crueldad. En un solo minuto despreciamos la nobleza por su debilidad, encantados en la fortaleza de lo vil. Lo peor es que la imagen de aquel acto público es vida interior de más de uno. ¿Hasta cuándo seguirá el engaño?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. Hace algunas semanas comenté que a mi juicio la descentralización de las dependencias públicas tiene como motivación oculta la formación de sindicatos propios del nuevo régimen. El jueves 20 de septiembre, Morena aprobó en el Legislativo la llamada “libertad sindical”, por lo que la formación de los nuevos sindicatos estará garantizada por ley. Apúntenme ese tanto.

Coletilla. “Finalmente se han tornado, los seres humanos, en extraños, en una amenaza constante y una enfermedad que amenaza”. Guillermo Fadanelli

Sumisión razonable

Sumisión razonable

 

La UNAM es una ficción ilustrada en que podría ensayarse el estado de excepción. Dado su carácter peculiar de Estado dentro del Estado, la implementación del estado de excepción como administración universitaria podría ser el paradigma de la implementación del estado de excepción a gran escala. Que la clase universitaria adopte como organización el estado de excepción permitirá presumir la racionalidad de la medida. Si los pretendidamente cultos del país aceptan la situación límite, se confiará en caminar al extremo con la razón en la mano. La ficción ilustrada podría componer el ensalmo por el que a la razón necesaria se le vele lo terrible. La UNAM podría llegar a ser el ejemplo de la sumisión razonable.

         Primero los hechos. Un grupo de profesores protestó afuera de la oficina del presidente electo para pedir su intervención tanto en la tabulación salarial como en la asignación de horas de clase. Nunca se explicó, por cierto, por qué sería asunto del presidente electo. Pasados unos días, el asunto perdió interés mediático. En segundo lugar, un grupo de estudiantes del CCH Azcapotzalco convocó a paro de actividades por “irregularidades administrativas” y la falta de asignación de cuatro grupos; sí, un asunto laboral, el mismo por el que los profesores fueron a la oficina del presidente electo. Los días pasaron y las demandas se acumularon. La directora del plantel de bachillerato renunció bajo la justificación de permitir la reanudación de las actividades; los que protestaban acordaron realizar una marcha cuatro días después de la renuncia para exigir que se complete la planta docente. El día de la marcha detonó la violencia. Rápidamente los universitarios concertaron tres unanimidades: que los atacantes fueron grupos porriles, que el ataque fue planeado en contra del “movimiento” estudiantil y que se requieren acciones urgentes contra la violencia, sus promotores y planificadores. Interesante que ante la uniformidad unánime la protesta laboral parezca olvidada.

         La unanimidad unamita asume que la violencia lleva a su institución a la situación límite. Y ante la situación límite, la unanimidad pide grandes acciones. La comunidad universitaria ha hecho cinco. Primero, distribuyó imágenes y videos de personas que señalan como porros y responsables de la violencia. Distribuidas las imágenes, los universitarios se dieron a la tarea de identificarlos y publicar su filiación académica e incluso su domicilio. Es decir, la clase culta del país publicitó los datos de los señalados para un linchamiento público. Los razonables actuaron como una turba iracunda. En segundo lugar, se organizó una segunda marcha para protestar por la violencia en la primera marcha. Durante la organización los universitarios refirieron que se pidió a los participantes sus datos de identificación, sus medios de contacto y los de sus familiares a fin de que se pudiera reaccionar en caso de otro ataque. Ternuritas, los universitarios dieron sus datos personales a una organización no identificada, sin garantía en la protección de los mismos. Los cultos del país actuaron peor que los incultos confiados. En tercer lugar, los funcionarios universitarios cedieron a la presión pública y expulsaron a algunos de los señalados, recibiendo sonoro aplauso. Problema es que ninguna garantía se dio de la culpabilidad efectiva de los expulsados. Problema es que se divulgó oficialmente su nombre y su filiación académica, sin presunción de inocencia de por medio. Problema es que los funcionarios actuaron para el graderío. Los universitarios del país han aprobado un juicio sumario sustituyendo las reglas por los aplausos y los abogados por los escaparates. En cuarto lugar, los estudiantes se han constituido en “movimiento” y han postulado siete ejes para la conformación de un pliego petitorio que al parecer tiene alcances diferentes al de la misma UNAM. Los universitarios, tal como acostumbran educarlos, se erigieron en representantes de un gremio que velará por el bien de la nación. Lo que los universitarios decidan, será posible para el ciudadano de a pie. ¿No se ve el carácter universalizable de los cincos últimos ejes de lo que podría ser el pliego petitorio? El problema no son los puntos, el problema es que de un hecho violento se quiera derivar la legitimidad de la protesta. El problema es la proclividad a aceptar la situación límite. En quinto lugar, los universitarios van promoviendo la idea de que es necesaria una acción para acabar definitivamente con el porrismo. La acción se va perfilando como definitiva, superior a la universidad y sin autocrítica universitaria. Por ello la idea llegó al discurso del presidente electo, quien decretó que se terminará con el porrismo y la violencia.

         Por desgracia lo que inició afuera de la oficina del presidente electo no termina con la asunción de una promesa por parte del mismo. Ante el terror de la violencia, los universitarios podrían entregar la autonomía universitaria al nuevo régimen. ¿No es imaginable la firma de un pacto del nuevo régimen con los universitarios del país en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre? Al menos el siguiente paso en el asunto lleva la decisión a una asamblea en la escuela que cobijó al grupo prohijado por López Obrador. Quizá ya vivimos en la época en que todos los caminos llevan a la Roma.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. ¡Ah, los filósofos! ¿Qué tendrá el poder que tanto les atrae arrodillarse ante el príncipe? ¿Por qué la fascinación de ser los ideólogos del régimen? ¿Acaso creerán que el aura de la verdad sólo luce cuando su luz es faro y sus sonidos se traducen en orden? Dijo el profesor Enrique Dussel, en La Jornada del pasado domingo: «Una transformación sin teoría concreta, realizable, plegada a las exigencias del pueblo (y de las ciencias prácticas y la filosofía) se diluye con el tiempo. Ello nos ha movido, desde hace dos años, a organizar una escuela, que imparte cursos, exposiciones, debates sobre una ideología o teoría política adecuada a los ideales y valores del nuevo partido triunfante desde el primero de julio. El partido también debe ocuparse en la formación de sus militantes, miembros de la base, de su juventud, y de sus representantes pagados por el Estado (enorme tentación de corrupción, pero exigencia inevitable de factibilidad) para no caer con el tiempo en un olvido de sus valores y principios, que no son sólo proyectos concretos políticos, económicos, culturales, de género y muchos otros, sino igualmente una teoría que se estudie y exponga y pueda ser impartida a los jóvenes, a los militantes, al pueblo en general y, sobre todo, a sus representantes electos (que frecuentemente no han tenido tiempo de conocer y profundizar en esos valores y principios fundacionales)». ¡Ah, los filósofos!

Coletilla. La semana pasada falleció Francisco Montes de Oca, uno de los hombres que más trabajó por la difusión de la cultura en México. Para la clásica Sepan cuántos… prologó La Ciudad de Dios y Las Confesiones de San Agustín, El Decamerón y el Breve tratado en alabanza de Dante de Boccaccio, Discursos de Demóstenes, Las Metamorfosis de Ovidio, Comedias de Terencio, Fausto y Werther de Goethe, Dafnis y Cloe de Longo, El Asno de Oro de Apuleyo,  Tratados filosóficos y Cartas de Séneca, Rojo y Negro y La Cartuja de Parma de Stendhal, Los doce césares de Suetonio, La Vida Nueva y La Divina Comedia de Dante, Comedias de Plauto, La Eneida, Geórgicas y Bucólicas de Virgilio, La imitación de Cristo de Kempis, Vidas paralelas de Plutarco, Historia Romana de Tito Livio, La expedición de los diez mil, Recuerdos de Sócrates, El Banquete y Apología de Sócrates de Jenofonte, Epístolas, Arte Poética, Sátiras, Odas y Épodos de Horacio, Anales de Tácito, Florecillas de San Francisco de Asís,  Manual y Máximas de Epicteto, Soliloquios de Marco Aurelio, La conjuración de Catilina y La guerra de Jugurta de Salustio, Olímpicas, Píticas, Nemeas y Ístmicas de Píndaro. Además hizo la selección de Poesía Mexicana de la SEP y compiló Ocho siglos de poesía en lengua española y Poesía Hispanoamericana. Elaboró para Porrúa los libros de texto: Historia de la Filosofía, Literatura Universal, Teoría y técnica de la literatura, La literatura en sus fuentes, La filosofía en sus fuentes, Lógica, Lengua y literatura españolas. La lista podría estar incompleta. ¿Recuerdas algún otro, laborioso lector?

Dictadura del olvido

Dictadura del olvido

(En torno a la amnistía)

 

Si bien las cualidades personales no bastan para constituir una dictadura, tampoco son suficientes para evitarla. En democracia, por su parte, ha de evitarse la razón de Estado con el mismo celo con que ha de prevenirse el estilo personal. Por ello las señales de la posibilidad de una dictadura han de buscarse en la transgresión entre lo público y lo privado, identificarse en los momentos en que lo legal se asume como voluntad personal o en que la opinión particular se propone como ley general. Riesgo inminente de que la dictadura acecha a la democracia es cuando una demanda legítima de justicia resulta vilipendiada por la opinión del líder. Aunque no se quiera ver, vivimos un riesgo real y no sólo por el carácter y las cualidades de Andrés Manuel López Obrador.

         Iniciados los foros de consulta para la reconciliación y la pacificación, la propaganda oficial y oficiosa ha repetido el llamado a la unidad “por el bien del país”. Sin atender a la legalidad del asunto o al trabajo de las víctimas organizadas, los propagandistas repitieron la presentación de la situación extrema a que podrá llegarse si no se atiende ahora el llamado del futuro presidente. Casi como chantaje, la propaganda ha dicho que si no se acompaña en esto a la nueva administración estará comprometido el futuro del país. ¿Cuál es la medida por la que se prueba el extremo del llamado? ¿Cuándo se probó que el país estará en vilo si no se acata la decisión gubernamental? ¿No es necesario suponer al futuro presidente, consolidando un fuerte presidencialismo, como posibilidad única de salvación para que el alegato de la situación extrema funcione?

         En la inauguración de los foros, un grupo de víctimas reclamó, explicable y legítimamente, contra la propuesta de amnistía del futuro presidente. La respuesta del López Obrador fue que respeta a quienes no piensan como él, pero que la patria es primero y por el bien del país las víctimas han de acatar su propuesta. ¿Cómo entender la respuesta que recibieron las víctimas? ¿La respuesta se distingue en algo de la inculpación (“son malandros”) y la nulificación (“son daños colaterales”) calderonistas, o de la procrastinación legalista y el intento de desdibujamiento mediático del peñanietismo? ¿Dicha respuesta anuncia acaso que las víctimas, la familia de nuestros demasiados muertos, están más cerca de hallar finalmente la justicia?

         A mi juicio, responder al dolor de las víctimas con la razón de Estado combina la insensibilidad de Peña Nieto y la testarudez de Calderón Hinojosa. Si don Enrique usó a las instituciones parapetando su inacción y don Felipe escudó en la figura presidencial su incapacidad de reconocer los propios errores, parece que don Manuel usará la investidura para instaurar su opinión y a las instituciones para ejecutarla. La razón de Estado es cerrazón a la comprensión de las víctimas, simulación de la justicia, tentación totalitaria.

         Sin embargo, la tentación totalitaria no es un asunto exclusivo del futuro presidente, ni el problema se reduce a sus seguidores. La tentación totalitaria es peligrosa cuando los miembros de la sociedad asumen la situación extrema, cuando se acepta la razón de Estado, cuando admiten viable la dictadura. El consenso aparente en torno a la unidad es peligroso. La renuncia a la crítica lo es más. ¿Cómo explicar que entre los principales periódicos sólo uno citara completa la respuesta del futuro presidente a las víctimas? ¿Cómo explicar que hasta ahora sólo Javier Sicilia ha criticado la respuesta y señalado el riesgo totalitario que ella trasluce? ¿Cómo entender que nuevamente la nación prefiera el desprecio a las víctimas, guardar silencio ante tan indignante respuesta  y sumarse embelesada (incluso aplaudiendo la respuesta por provenir del líder) a un proyecto político? La amnistía propuesta será una renuncia a la justicia, conciliación por decreto, dictadura del olvido.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. ¡Oh, patria sentimental! Tierna tierrita del nopal, la baba y la alabanza. Raza broncínea de agachados, gachos y agachones. No, lector, no me he puesto sentimental, sino que son los combativos camaradas del terruño quienes andan con el corazón en la mano, deshojando margaritas por las plazas, colmados de felicidad. Muchachitas enamoradas que cambiaron los recios anhelos de la revolución por el suspiro pispireto por el caudillo. Ven al líder, suspiran, se ruborizan y afirman, como Enrique Galván Ochoa en La Jornada del martes: «Buscaba la Presidencia, ganó el país». ¡Qué conmovedor! Aunque no deja de ser ridículo. Tan ridículo como el enamoramiento burguesito del doctor Lorenzo Meyer, quien dijo el jueves en Reforma: los simpatizantes del futuro presidente pueden restarle apoyo cuando no pueda atender lo que le solicitan, por lo que se necesita evitar un exceso de demandas y mantener el apoyo. ¡Chin! ¡Exceso de demandas! A ver, niños, bien formaditos y a repetir las demandas aceptadas por el régimen. Ah, patria mía, qué tiempos tan inspiradores en que los revolucionarios de antes son los bien portados de ahora, en que los que antes denunciaban con rabia ahora elogian con labia. ¡La cuarta transformación!

Coletilla. «No estamos viviendo tiempos rebeldes, al contrario, estamos en la época de la asimilación inmediata. La rebeldía no es perseguida, el derecho a expresarse lo ejerce hasta la idea más estúpida. En las redes, el insulto es libertad de expresión. La masa aullando y linchando es opinión pública». Avelina Lésper

El espectáculo de la paz

El espectáculo de la paz

 

La guerra no es visible por su fuerza, sino porque es política. El odio, en cambio, puede salir a la vista tanto como permanecer oculto. El odio público se reconoce sin agotarse en una sola manifestación. El odio privado puede esconderse incluso al más minucioso de los autoexámenes. Sin embargo, la paz es tan invisible como de visibilidad requiere la justicia.

         ¿Es invisible la paz? Fue el cristianismo quien exhibió la invisibilidad de la paz en contraste con la visibilidad de la pax. La pax de los romanos fue una sustitución de la justicia: la indeterminación ante la Ley inauguró la tolerancia. El gobernante declaraba la pax por la supervivencia del Estado. La justicia, ya no siendo fundamento del orden político, fue relegada al ámbito de los acuerdos personales: el Estado como garante de la legalidad de los acuerdos entre los particulares. El Estado renunciando a lo político, construyendo lo publicitario. La fuerza de coacción, disuasión y persuasión como fundamento del orden público. La pax como un acuerdo público y publicitado; la paz como un estado interior e individual, tranquilidad desgajada de la gracia. Aparición del orden burgués y reconvención a la espiritualidad moderna. El sujeto como tensión entre las leyes del Estado y del Espíritu: el sujeto desgarrado de nuestra crisis: aúlla la nostalgia de la fraternidad fracturada.

         ¿Puede entonces declararse la paz desde la administración del Estado? Puede, claro, convocarse a las víctimas, consultarse a los líderes religiosos, aglutinar a los bandos políticos y legislarse la amnistía, pero no podrá pasar de ser una declaración de pax, un instrumento público y publicitario. Sin duda que la posibilidad de declarar la pax confirma la fuerza del convocante. Sin duda que tener la fuerza para convocar a la declaratoria de pax da cuenta de una práctica pública diferente. Sin duda que la pax podría poner a todos de acuerdo. Pero la justicia no es solamente un acuerdo, ni la diferencia es por sí misma la dignidad. La diferencia y el acuerdo serán ejercicios indudables de la fuerza en tanto la justicia no sea su fundamento, en tanto la paz no sea posible.

         Para que la paz sea posible, nos hizo ver Javier Sicilia, se requiere la justicia. Si algo puede hacer el Estado para la reconciliación es propiciar la justicia. Sin justicia, sin el cuidado de la dignidad de las víctimas, toda acción del Estado será mera manifestación de la fuerza, simulación, inmoral utilización del dolor de las víctimas para el reposicionamiento moral del nuevo régimen. El Estado ha de garantizar la justicia porque es política, porque es visible. Es al individuo a quien corresponde la paz; es la víctima a quien la paz ha sido prometida. Aspirar a visibilizar la paz es un engaño, una simulación, fuerza pura de la propaganda.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Hacia el pensamiento único. Uno, en carta en La Jornada un grupo de académicos inició la presión para la sustitución de los directivos del IPN a fin de trabajar para que la institución sea acorde a los lineamientos del nuevo gobierno. Dos, el secretario general de la UNAM declaró que la institución analiza apegarse al plan económico del nuevo gobierno. Tres, la futura secretaria de Gobernación federal afirmó que revisará el nombramiento del Fiscal Anticorrupción de Veracruz. Cuarto, la futura secretaria de Energía declaró que el resultado de los análisis y los estudios de los especialistas sobre el sector energético concluye lo mismo que la propuesta inicial de AMLO. Quinto, los foros para la pacificación, que se llamarán «Foros para la Reconciliación Nacional»,  iniciarán en Ciudad Juárez el 7 de agosto. Ahí se delinearán las acciones a seguir, que coincidirán «reconciliadoramente» con los designios del futuro presidente. Sexto, el futuro presidente contestó que las críticas a su incuestionable decisión de nombrar a Manuel Bartlett al frente de CFE son normales, pero contrarias a su movimiento, por lo que Bartlett se queda. Séptimo, en torno al nombramiento de Manuel Bartlett, el otrora líder de anarcos y próximo diputado evangelista Gerardo Fernández Noroña acusa desmemoria histórica: a la gente se le olvida que es fundador de Morena y por tanto todo un patriota. Octavo, segunda cabeza editorial que se le entrega al nuevo régimen. Ahora fue Carlos Marín. ¿Le sigo o ya se entendió el cambio? 2. El Frente Nacional por la Familia no está preocupado por la desaparición del PES, pues para confirmar su condición confesional el partido resucitará… quizá no al tercer día, pero lo hará. ¿Cómo? Hoy se reúnen los ideólogos de la “defensa de la familia” para platicarlo.

Coletilla. ¡La filosofía al servicio de la patria! El señor Enrique Dussel ha presentado un escrito quedabien, o lo que también podríamos llamar el artículo de dos caras, o el alegato de la razón a fuerzas. Para que no le digan que se entrega al nuevo sátrapa, don Enrique aparenta una crítica a la prepotencia del liderazgo; pero para no desaprovechar los nuevos tiempos, propone «socializar» los cambios impulsados por el líder, es decir unirse a los nuevos tiempos, participar activamente en ellos. Si el líder falla, ya dirá que lo advirtió y que por eso comenzó a criticarlo; si el líder no falla, ya dirá que lo advirtió y que por eso propuso apoyarlo. ¿Qué anda buscando don Enrique? ¿Será que los violentos prohijados por la liberación y el morenaje no han encontrado lugar en la nueva distribución de puestos?

 

Desidia y democracia

Desidia y democracia

 

Evagrio Póntico concibió la imagen definitiva para la desidia: el demonio del mediodía. Ha de pensarse, inicialmente, en la vida monacal. No es el desidioso quien evita levantarse temprano e iniciar su día entre el frío de la madrugada y la frazada de la oración. No es el desidioso quien asume esforzado su labor en la fragua del extenso día templado en un balde de rezos: ora et labora, dice la Regla de San Benito. No es tampoco el desidioso quien vela en medio de la nocturna oscuridad apenas guiado por el titilar de las cuentas del rosario. El desidioso es quien tras alumbrar con el rosario el velo noche, o forjar la longitud del día en el yunque de la oración, o abrigar la mañana tiritante, al mediodía rehúye agobiado, tan ansioso de sombras como temeroso de claridad, tan acalorado de pretextos como por caprichos entumecido, tan apto para seguir como dispuesto a renunciar, rehúye agobiado de la vida. El demonio que invade el mediodía apaga la luz con el Sol en su cenit, exhala exangüe cuando el viento sopla brioso, desmiembra a la persona aglutinando excusas, decepciones y rencores. Quizá la desidia es un pecado contra la claridad.

         La imagen de Evagrio podría ayudarnos a pensar nuestro momento político, o al menos eso me sugieren dos situaciones: el intento de regulación de la violencia y las costumbres electorales.

         Por intento de regulación de la violencia me refiero a la polémica por la “Ley de Seguridad Interior”. La “Ley” se ha aprobado con el fin de dar un marco jurídico a la actuación del Ejército, la Armada y las Fuerzas Aéreas en la preservación y garantía del orden civil, así como el combate al crimen y la disuasión del delito de alto impacto. La “Ley” tornó necesaria tras las condiciones del “Estado” respecto al conflicto derivado del poder efectivo de los grupos criminales en el país. Los defensores de la “Ley” la afirman como indispensable a partir del hecho de la participación castrense en el combate al crimen, así como la asunción de las labores de vigilancia y abatimiento en las muchas regiones del país en que el orden civil se ha roto o el poder de las fuerzas legales locales ha sido rebasado. Los detractores serios de la “Ley” la impugnan porque reconoce la ruptura del orden civil y permite aceptar la necesidad del régimen militar en los lugares desastrados por las fuerzas ilegales. La superficialidad de la polémica, empero, impide reconocer la pregunta de fondo: ¿cuáles son las condiciones legales en que el régimen militar ha de sustituir al civil? Es decir, deberíamos estar discutiendo la constitución legal del estado de excepción. Negados a ello, se nos dificulta captar la situación extrema y se nos difuminan los contornos de la situación normal: evitamos juzgar la situación extrema porque suponemos el orden civil democrático como una construcción definitiva, mientras que excusamos su imperfección como consecuencia del retraso de la resolución perentoria. ¿No es la desidia la renuncia a la vida democrática por adopción de un modelo de construcción definitiva? Que la “Ley” acabe con la violencia; que se solucione la violencia sin la necesidad de aplicar la “Ley”. La desidia de la democracia descarga toda culpabilidad en el otro.

         Por costumbres electorales me refiero a las críticas opositoras a los modos priistas de selección del candidato presidencial. ¿Puede concebirse mayor falta de imaginación que la unanimidad crítica de lo “pasado de moda” del estilo priista de selección? Con un poco de aire fresco casi cualquiera podría percatarse de lo apolítico de la crítica que sólo atina a apuntar lo vintage del asunto; no sólo porque lo que nos queda de patria no es una pasarela, sino porque allí donde la democracia solamente es un estilo, allí es donde la democracia no es un modo de vida. Si las críticas más profundas son las más superficiales, estamos ante lo infructuoso de la contradicción idiota. La transición a la democracia o es algo radicalmente distinto a un cambio de peinado, o no hemos entendido qué es la vida democrática. Nuevamente nos engañan nuestros supuestos. Si se cree, como la señora Zavala de Calderón, que la democracia es un proceso histórico en el que no se deben dar pasos atrás, sólo se muestra la desidia que renuncia a pensar la democracia como un esfuerzo permanente por vivir democráticamente. Si se cree, como el señor López Obrador, que la democracia es la construcción de un régimen definitivo a partir de las cualidades de su fundador, se muestra la desidia por la acción democrática y se exhibe el deseo de utilizar un método democrático para hacerse del poder. Y si, finalmente, se cree que la vida democrática puede surgir de las inertes organizaciones antidemocráticas, como supone el señor Meade Kuribreña, se ve la desidia que confunde la acción con la publicidad, el trabajo con la ganancia y la oración con la ovación. La desidia democrática culpa al otro por la imperfección del sistema democrático y exculpa al desidioso suplantando la irresponsabilidad con la legalidad. La desidia democrática inventa el pecado contra el progreso, olvida que la democracia es -como la vida- fácil pero esforzada, e ignora que está siempre flanqueada por el peligro constante de la tiranía y la demagogia. A veces la democracia es como el perseverante esfuerzo por permanecer en el mediodía.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Octubre de 2017 fue el mes más violento, letal e inseguro de los últimos 20 años. 2. El hijo de un empresario dedicado a la producción de sopas de pasta, que es regidor de un municipio mexiquense, ha logrado reunir el apoyo del obispo de Toluca y del Frente Nacional por la Familia en un evento con el que mostró su fuerza para la campaña del próximo año: será diputado. Interesante, la aspiración de José Antonio Monroy Mañón adelanta el apoyo priista a un clérigo que no había levantado la mano para la otra sucesión. Le ganó la partida al favorito: en la misma semana ambos hicieron un evento por «La Familia», pero sólo los de Toluca lograron la cobertura de medios. ¿Cómo responderá la otrora poderosa diócesis? 3. La patria se salvará con un plagio. 4. ¿Qué es un órgano colegiado? ¿Cómo toma sus decisiones? ¿Qué pasa con un órgano colegiado dedicado a la difusión del saber cuando acepta los prejuicios populares? Según los políticamente correctos el Colegio Nacional debe ser lugar de propaganda y grilla, como el resto del país. Según los políticamente correctos ya nada podemos aprender de los que saben. Quizás el Colegio Nacional tiene sus días contados. La libertad por el saber superada por el saber interesado.

Coletilla. Julio Hubard nos advierte: nos falta un Aristófanes que haga una Lisístrata inversa, es decir, hombres en huelga de abstinencia. Véase también el video comentado por el autor de Hacéldama.

Breviario de las pérdidas

Breviario de las pérdidas

Las pérdidas se distinguen por ser involuntarias, como el olvido. La pérdida es a veces el vestido negro del olvido. A veces es la losa de la muerte de alguien amado; otras es el humo inasible en que se deshace la vida, como en la huida anormal de la memoria. No es la inexistencia: la pérdida tiene un cuerpo cadavérico invisible. La pérdida es la herida siempre posible en la carne refleja del ser vivo que es la memoria. No es casualidad que sólo la memoria humana reconozca su propio reflejo, cimiento universal de la vanidad y el conocimiento de sí. En la muerte no se nos pierde una posesión: la memoria nos atormenta o nos abruma para probárnoslo. ¿Qué perdemos, sino al muerto, que ya no podemos reconocer en la impostura helada de lo inerte? El muerto no es el cadáver. No perdemos el recuerdo, evidentemente, sino la vida ajena, que no era ajena. La teatralidad de los velorios lo atestigua: el negro deambulando, las lágrimas de afecto, de remordimiento, de compasión, de arrepentimiento, y las palabras parcas. El muerto no se extravía, se pierde. La palabra es sabia: nunca sabemos a ciencia cierta qué está pasando. Sólo sabemos que pasa. No perdemos sólo la oportunidad de decir lo que no pudimos repetir una última vez, ni la posibilidad de vivir todo en un día; no se pierden los recuerdos ni el futuro, porque ese nunca fue nuestro en sentido estricto, más allá de las suposiciones y deseos. La muerte no es menos pérdida por ser esperada. Los que pierden a un hijo no conocido aún no pierden sólo sus proyectos y esperanzas, puesto que la vida no es sólo un proyecto. Interesante sensibilidad, propia del ser humano, la que permite hablar de pérdidas manteniendo esa capacidad de la imaginación, fruto del don de la memoria.

Una sola vez en mi vida vi a alguien que iba perdiendo la memoria. Según sé, los síntomas son a veces progresivos; me pregunto a qué se debe que la memoria no huya de golpe y de manera absoluta, cosa que ni en la amnesia ni la demencia senil sucede. Puede ser por la constitución del cerebro humano, pero sospecho también que algo tiene que ver la naturaleza de la facultad del recuerdo, que se enriquece gradualmente y que hasta es objeto de la técnica del lenguaje. Sólo si concebimos al recuerdo como mera información, cabe hablar de esa pérdida como de un apagón progresivo, como si se agotara la fuente de energía. Lo curioso es que, por más que el cerebro obtenga deficiencias que se vayan empeorando, esto no explicaría del todo por qué la pérdida parece más bien llegar a extremos que interfieren con otras funciones básicas, por más que haya íntima conexión entre el funcionamiento adecuado del órgano central con todo el cuerpo. Hay algo que no es plenamente cerebral. Recuerdo los pocos rasgos que alcancé a apreciar de esa persona en cuestión. El más impactante era una especie de ausencia. Los barruntos de su voz parecían expresar una disolución interna. Veía a un hombre, no a un cadáver. El movimiento era dirigido, pues de lo contrario no había más que errar para él. Lo más preocupante era que él no parecía perdido: ese juicio lo di yo. Ese hombre no podía estar perdido porque no podía ya ser capaz de perderse: su vida se estaba yendo. Mejor dicho: todo era pérdida. Como si en ese estado se manifestara el problema de perder la memoria: una pugna inimaginable entre lo permanente y lo corrosivo. Como si la vida se fuera reduciendo junto a esa facultad. En esa pugna está sólo el polvo de la vida misma, que se acumula hasta que impide el paso de un dedo cariñoso sobre lo añorado.

Un último caso interesante de la pérdida. En las guerras y en las epidemias, los hombres se refieren a las muertes como bajas o pérdidas humanas. ¿Qué tienen ambos fenómenos que nos hacen percibir esas desapariciones como algo perdido? Sospecho que tiene que ver con la presencia implacable de la naturaleza en una, mientras que en la otra la existencia de algo que se siente propio. Las guerras funcionaban de manera teleológica. ¿Qué sucede con las víctimas de una guerra declarada, pero no asumida, y con las bajas que deja una sombra que muchos imaginan como una enfermedad por extirpar? La muerte expulsa con la sangre un barro que empantana la memoria, que la incapacita o la deja absorta. Quizá el olvido sea el lenguaje de las muertes que se visten de oquedades, y que aparecen como justificables. El intento por erradicar la muerte regó el suelo con ella. Paradoja fatal. No es sólo que la muerte recurrente erosione la dignidad, es que la violencia es la materia resquebrajada de nuestra memoria. Las muertes se olvidan: cuando no existe el homicidio voluntario, no nos asalta la fantasía de la daga que acabó con Macbeth. Queda nuestra forma del terror, que es la sospecha, el humo, el fantasma de una daga que atraviesa las calles para tocar con el frío de la noche el espinazo de nuestra consciencia, mientras la sangre se derrama sin que lo sepamos en ese momento, y la farsa inveterada, gesticulante de nuestra existencia inocente. No empuñamos esa daga, pero la tenemos clavada. Clavada en la miseria de nuestro olvido que es el cuerpo de tanta muerte. Perdemos mucho más que personas en este silencio mortal.

 

 

Tacitus