El arte y el hombre guardan una relación tan estrecha que es complicado distinguir qué situaciones en la vida del ser humano influyen para que se forme una obra. El arte podríamos definirlo como una forma de expresión humana de la visión del mundo. Haciendo un juicio, quizá apresurado, el arte es una facultad netamente humana, es la capacidad para interpretar a la realidad por medio de la poesía, la música, la pintura, entre otras. Si decimos que esto es correcto, habrá que atender que la vida del hombre tiene diversos matices, un hombre puede estar rodeado de un entorno favorable que le permite crear o interpretar su visión de las cosas, acorde con su realidad, en algunos casos podemos observar una obra de arte jovial, amena, que nos proporciona una serie de imágenes que son agradables a los sentidos, nos transportan a ese momento en el que el autor percibió una situación de su espacio y la plasmó para nosotros. Por otro lado, habrá ocasiones en las que el artista y su mundo se encuentren en alguna situación caótica, desfavorable o dolorosa y que, sin embargo es fuente de inspiración para recrear esta realidad para otros. El hecho de que existan extremos en la vida como los anteriores, ayudan al espectador a obtener un contexto para interpretar a la obra de arte, es necesario que se atienda a los detalles que envuelven una labor artística, darles seguimiento si se desea comprender aquello que está frente a nosotros, si esto no se realiza, la visión que se tendrá de la obra pudiera llegar a ser pobre y faltante de recursos interpretativos.
Dicho lo anterior, deseo compartir con ustedes una serie de inquietudes que me surgieron al leer la correspondencia entre Wagner y Liszt, ya que, entre muchos otros temas que se pudieran exponer de esa lectura, uno que particularmente llamó mi atención fue la manera en la que el dolor funge como el elemento más importante en las obras musicales de Wagner, quiero ensayar aquí el cómo la vida adversa del compositor pudo, en muchas ocasiones convertir a su capacidad de crear una obra de arte en, una labor que carcomía su ánimo, si anteriormente he dicho que el arte es una manifestación del hombre y su realidad, puedo suponer entonces que el arte es una manera de liberar al espíritu de las adversidades en las que se encuentra y si esto fuese correcto, puesto que el quehacer artístico no podría ser penoso o tormentoso, a menos que éste sea la única manera para sobrevivir. Con lo dicho ya, quizá podríamos cuestionarnos el valor del arte dentro de este supuesto, si el arte se realiza bajo estas condiciones, si es más un producto para comerciar y así sacar provecho de él, o es una visión personal del artista que desea ser expuesta.
Definir la utilidad o el valor del arte, observando la situación de un artista que, exiliado de su país y viviendo una situación tan precaria como fue la vida de Richard Wagner da como resultado, un asalto al juicio ¿cómo comprender el valor de la obra bajo estos supuestos? El propio Wagner en muchas de las cartas que envía a su gran y afectuoso amigo Liszt, describe que se ve presionado ante sus deudas monetarias, su relación con el gobierno de su país, su deficiente salud, entre otras, por lo cuál su producción artística se ve mermada, corrompida por la angustia de tener que hacer y no por el desear hacer. El hecho de realizar su obra con fines a que ésta sea comercial y bien remunerada aflige de sobre manera al compositor alemán puesto que él mismo no tiene una visión clara del valor –no monetario-de sus obras, ya que, al realizarlas con el fin de sobrellevar su situación económicamente precaria y no por el arte en sí. Tal vez esto suene como un juicio errado, puesto que podríamos cuestionar que si estando en penurias, se pudiese buscar otra manera de conseguir dinero y abandonar el quehacer artístico, sin embargo Wagner, como sabemos, no optó por esta opción, continuó con su labor artística, aún cuando ésta se cimentaba en un agobiante tener que.
El tener que implica que la sensibilidad del artista se encuentra corrupta por el entorno, quizá faltante de goce y soltura. Cuando se realiza cualquier actividad teniendo el carácter de obligación, lo realizado pierde significado, se ve el modo más competente y apresurado para darle fin, no permite el ser detallado, ni mucho menos ser placentero. Pero ¿qué sucede cuando lo que se hace por esa obligación tiene como resultado una obra magnífica? Aún con los factores dolorosos que envuelven a la composición, el artista goza de su creación, Wagner mismo acepta que pese a las dificultades en las que se ha visto al realizar cada una de sus composiciones, el tener la visión completa de las mismas lo lleva un estado de satisfacción y desea exponerlas ante los demás.
Las obras de Wagner son piezas sublimes musicalmente, podemos notar es su Walkyria o en su Oro del Rhin el resultado de la época más lamentable del compositor alemán. Su lúgubre andar por su entorno que golpeaba su ánimo, que le atormentaba, pero que, sin embargo, fue una etapa fecunda para su música -aunque algunas de ellas perseguían fines netamente monetarios-. Acaso, podríamos demeritar el valor de una obra cuando ésta busca ser remunerada ¿pierde su esencia? El dolor aquí tiene dos extremos; uno: como inspiración, el segundo, cuando la visión del artista se ve frustrada ya que su obra es por un deber. Es el segundo punto el que puede meternos en aprietos si deseamos emitir un juicio o comprender la obra. O quizá ¿podríamos separar el contexto del artista de ésta? No creo que sea posible, y el poner en tela de juicio el valor de una obra que ha sido envuelta en circunstancias como las que fueron descritas, me es un tanto ambiguo, ya que momentáneamente se contempla una obra sin preguntarse en qué situación fue realizada, o si el artista era dichoso o infeliz, o si buscaba reconocimiento o remuneración. Es necesario cuestionar más factores de lo que han sido expuestos aquí para tener una visión completa de la relación entre arte y dolor, y su influencia en la obra –como producto de esta relación-.
Creo que mucho ganaríamos si comenzáramos a pensar en las causas por las que se suele relacionar a la enfermedad con lo caótico y lo desfavorable (con el dolor, espero, casi nadie tendría duda). Porque si es el caso que se le relaciona con lo desfavorable por el simple hecho de ser dolorosa, ya podríamos comenzar a sospechar una noción poco virtuosa de lo favorable. Así mismo, si lo doloroso la relaciona con lo caótico, quizá mediada por el desfavor, parecería que nuestra aversión al caos vendría de esa misma poco virtuosa visión de lo favorable. No es saña, pero detrás de esa relación veo más la mano de la idea de progreso que otra cosa. ¿Qué piensas?
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después de leer este escrito, me quedaron algunas inquietudes que me gustaría compartirles:
1- en general la relación entre obra y contexto de un autor determinado me resulta bastante obscura. al principio aceptas que es dificil saber qué influye y qué no; pero me parece que eso supone una fragmentación increíble en la vida, obra y mundo de los artistas (no entre ellos tres sino en cada uno de los tres consigo mismo), y que, consecuentemente, un fragmento de la obra se relaciona con un fragmento de la vida y el mundo del artista y así, lo cual me parece muy difícil de creer, pues ello implicaría que no hay continuidad en el ser del ser humano, que en unos y otros momentos todo es diferente de raíz (lo cual sólo me parece posible en el análisis que hacemos de todo ello con la palabra o el discurso). La vida pasa, el mundo también y las obras se van dando; pero, a menos que hagamos comparaciones de un momento determinado con otro pasado ya hace mucho, no están separados unos momentos de otros ni las circunstancias. el cambio es continuo y no fragmentario, creo.
2- eso de el entorno favorable o desfavorable, me confunde, pues señalas que el primero traerá obras joviales y alegres que nos hagan ver ese mundo tal y como es. siguiendo por ese camino, yo había pensado que sería lógico que, entonces, un entorno como el segundo, produciría en un artista obras tristes, angustiantes o desanimadas; pero no, ese tipo de entorno produce obras magníficas, como las de Wagner. ¿Qué sucede entonces? estoy de acuerdo con Námaste, en cuanto a lo poco virtuoso de la noción de lo favorable que de allí se deriva. lo desfavorable es tan virtuoso que logra la recreación de un mundo asombroso y magnífico, en tanto que lo favorable sólo tiende a la reproducción de las cisrcunstancias: luchemos todos por cicunstancias desfavorables y nuestras obras siempre serán maravillosas. no me convence. tal vez el asunto se podría pensar lejos de la idea de que las obras son producidas por los contextos o entornos, y darle más crédito a los artistas, que por cierto es posible que sean más que sólo soledades. explorar un poco más la relación artista-mundo podría ser importante para ello.
3- no creo que exista una separación tan grande entre el tener que y el querer y el disfrutar. creo que ciertamente así nos parece y así nos comportamos, como si la hubiera, pero me parece que no es una condición necesaria y más bien la separación es consecuencia de una interpretación del mundo que permea nuestro horizonte hermenéutico desde el cual entendemos el mundo; pero no es la única posible.
¿creen que haya alguien en quien el tener qué coincide con el querer y el disfrute?
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Quiero retomar un apunte de martinsilenus sobre este texto:
«eso de el entorno favorable o desfavorable, me confunde, pues señalas que el primero traerá obras joviales y alegres que nos hagan ver ese mundo tal y como es».
Quizá no habría mejor ejemplo del problema que él señala en lo que acabo de citar que los emos: sólo pudieron aparecer en este mundo como producto de la bonanza del mundo civilizado.
Coincido con martinsilenus.
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No estoy muy segura de que la contemplación de una obra de arte requiera de nuestro conocimiento sobre las circunstancias anímicas, de salud o económicas del artista, pues no creo que las circunstancias determinen el modo de ser de la obra de arte, no todas las obras que surgen en medio de circunstancias caóticas son a su vez caóticas.
Además me cuesta trabajo entender que alguien vea su producción artistica como un tener que, eso me suena más al trabajo que hace un artesano, un artesano hace cestas para vender y sobrevivir, quizá cayendo en el deseo de producir más cosas en menor tiempo con tal de librarse pronto de tan arduo trabajo, es decir, este deseo de producir más lo puede conducir a realizar su trabajo mecánicamente.
Dudo que el artista, se ocupe de producir mecánicamente una obra de arte, aún cuando ésta le ha de reportar ganancias, de modo que no veo como indispensable conocer las condiciones anímicas, económicas y sociales del artista para ver que su obra es bella o caótica.
Me agradaría que explicaras más lo referente al modo de ver el dolor, pues no me quedó claro si éste es nocivo para la producción artistica, me refiero al dolor de tener que producir algo, o más bien es algo benéfico, por algo dices que las mejores obras de Wagner surgen en sus momentos más obscuros. Si es lo primero, entonces hay que huir del dolor lo más posible, si es lo segundo entonces hay que buscar la manera de que la vida del artista se caracterice por su miseria.
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A Námaste Heptákis: De primera mano, gracias por tu comentario y una disculpa por la tardanza de mi respuesta. Estoy de acuerdo con lo que mencionas de pensar primero las causas de estos los dos extremos que en mi escrito están, sin embargo me es un tanto oscuro a qué te refieres exactamente con esa «noción poco virtuosa de lo favorable», es acaso que ¿el no conocerla a plenitud, hace que nuestra visión de lo doloroso sea mal entendida? O ¿que nuestra noción de lo favorable busca alejarse del dolor? Sin embargo lo que apuntas entorno a la idea del progreso, me parece que es correcta, la idea de éste es que en la vida haya orden para que pueda prosperar y así evitar cualquier roce con lo doloroso; no defiendo esa idea, por supuesto, ya que en el hombre existen ambos extremos; lo que me dejó muchas inquietudes fue el cómo se reacciona cuando una está más presente que la otra, por ejemplo el caso de Wagner (y de tantos otros). Es un tanto dificil elucidar una opinión al respecto. ¿Qué piensas?
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A martinsilenus: Gracias por el comentario. Respecto a tu primer punto, pienso que el conocer el contexto en el cual un artista realiza una obra no desmerita a la obra, no es que se separe la impresión que se tiene de la misma, el conocer más de ella no la fragmenta, ni inquieta el juicio entorno a ella. Acerca de tu segundo punto, y no es justificación, pero hice una suposición para ver los dos extremos, no estoy afirmando que una obra de entorno favorable siempre resulte jovial y agradable y tampoco lo contrario. Pues el caso de Wagner esta entre estos dos y dado que es así no se puede afirmar que el realizar una obra siga uno u otro camino por regla. El tercer punto me es difícil puesto que en ocasiones la separación entre tener, querer y disfrutar se torna o más grande o más estrecha y es ahí donde entra el contexto de en qué punto se encuentra el que realiza esta acción. Sin embargo la pregunta que haces al final resulta ser la misma que yo hice al leer la correspondencia de Wagner y Liszt.
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Esa visión poco virtuosa a la que me refiero es, tal como lo has dicho, creer que lo favorable es aquello que aleja del dolor. Y su fundamento, tal como también lo has exhibido, es la idea de progreso. Y es poco virtuosa, porque la distinción entre el bien y el mal nada tiene que ver con lo justo.
Creo que así ya nos aclaramos el asunto.
Gracias por la respuesta.
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