El último canto

Contrariando la naturaleza, esta cigarra frente a la más oscura de sus noches no entona un canto más alto; todo lo contrario, poco a poco el melodioso sonar se me va apagando, enmudezco. Ya no me anima que pronto vendrán días más cálidos, más claros, mejores, porque ciertamente el clima se ha vuelto inestable, la incertidumbre comienza a asfixiarme. Esta cigarra que fue acusada de desentonar, hoy descubre que asentó sus pocos huevecillos y está próxima a morir, que llegó al límite de los de su especie. ¡Insecto engreído que he sido! Ya no hay guitarra, ya no hay fiesta, se acabó el brío. Esta cigarra que antes alegre gritaba notas, ahora muere y no de frío. No suplicaré por trigo ni por abrigo, no pediré nada. Abandono todo, el canto, el baile… la vida. Es que esta cigarra ya no sabe cómo cantar: he olvidado el tono, la música, las letras. Las letras me olvidaron a mí… y sé resueltamente, que es momento de partir.

La cigarra

Amigos

En vista de tan insigne festividad, cabalmente me he puesto a pensar cómo es que surge la amistad. Del amor el comienzo es medianamente claro: miras a alguien con agrado, intentas conocerlo mejor, salidas, cortejos y si hay química –aquí está lo inexplicable– simplemente se da. Podríamos reducir, al menos el comienzo, groseramente a la visión. Pero la amistad es diferente, no se escoge un amigo por ser atractivo o porque viste de tal forma o porque tiene cierto auto (en una amistad decente), parece pues que la afinidad amistosa surge de otro modo. Afinidad, lo he mencionado, para entonces he de sobreentender que debe entre los amigos haber alguna clase de ánimo compartido, ya bien sea en música, comida, deporte o lo que sea, convienen en algo. He aquí una primera respuesta. La amistad surge en una afinidad. Así si encuentras a alguien en el mismo pasillo en una librería o tomando la misma caja de cereal en el supermercado, podría decirse que tienen algo en común y por ende, podría surgir de allí una amistad.

Aunque la anterior se figure como resolución, francamente no lo es. Muchas veces es evidente la semejanza en gustos o aficiones con personas con quienes no cruzaríamos siquiera palabra. Así un grupo de clase e incluso, extremándolo, las personas con quienes se abordaría el tren. El fin y el interés es el mismo: abordar cierta temática y arribar a igual destino, pero ciertamente eso no hace de los compañeros o próximos, amigos. Y por el contrario, también sucede que dos o más personas no posean entusiasmo por idénticas cosas y que, no obstante, abrigan una buena amistad. Quizá radique también en la clase de ánimo compartido que se posea, no es lo mismo comprar en la misma zapatería que leer a los mismos autores, las charlas –médula del trato– presumirían ser muy diferentes. Al final, la interrogante sobre el surgimiento de una amistad ya no es tan fácil de resolver. De pensar es la posibildad de que tenga incidencia alguna clase de química equivalente a la del amor.

He pensado que tal vez la respuesta podría verse al advertir quién puede ser llamado con propiedad ‘amigo’, empero la cuestión es análoga, cómo explicar quién es éste. Los problemas implicados en la pregunta son graves, a veces los enemigos se hacen pasar por lo contrario con fines algo perversos o no se sabe que alguien es amigo hasta tiempo después o no se consideraría a alguien así sino luego de hacer algo más; como si la amistad necesitase comprobación (¿la necesita?). Llamar a alguien ‘amigo’ no es cuestión de un momento, lleva mucho tiempo, compañía, conversación, diversión, confianza y variadas de esas cosas que hacen saber a uno que tiene a alguien a su lado y que no le traicionará, puesto que la verdadera quiere ser permanente. El amor de amigos es duradero, relajado e íntimo. En lo particular creo que todos sabemos a quiénes se les denominaría tales y quizá hasta las razones de por qué, pero de ahí a descifrar qué es lo que hace de un amigo, ‘amigo’, se me ha complicado harto más.

La cigarra

Plática de sordos

–          La verdad a veces me siento cansada de hablarte, cada día es una nueva discusión y cada charla un nuevo pleito, como si lo único que nos uniera fuese justamente estar discordes en algo. ¡Qué cosa! No tienes la razón, de veras, y comienzo a pensar seriamente que yo tampoco la tengo, al final quizá esto no se trate de razón, de tenerla o no, sino de algo bien distinto que todavía no vemos y que, al paso que vamos, quién sabe si lo hagamos. ¿Sabes? Creo que nuestras riñas se enfrascan en tener argumentos más sólidos uno que el otro: “que si yo te hice esto, que si tú aquello, que te duele y dolerá y que me ha dolido y he preferido ignorarte”. Pfff… Todo el mundo sufre, ambos lo sabemos, ¿por qué tu dolor… o el mío, habría de ser especial? Te quiero y lo sabes y poco tiene que ver con que te haya dejado de tal manera o haya dicho cuales cosas. Es todo lo que tienes que saber, que te quiero. Y así déjalo ya, por favor.

–          Pero yo siempre soy quien te busco, quien sufre, a quien le has roto el corazón… ¿Quién parece querer más a quién?

–          ¡Por favor, no es competencia! ¿Por qué no puedes ver que te quiero, que me enamoré de ti? Acaso es que olvidas cómo surgió todo… Ojalá en su momento lo hubieses valorado, estoy segura que el presente sería distinto. Siendo honesta no sabes cuánto me provoca el saberme posiblemente a tu lado, con tus virtudes y tus miles de defectos. Esporádicamente pienso en lo bueno que lo hubiésemos pasado juntos, juntos. Solos nosotros dos. Me encantaría acostarme a tu lado a perder el tiempo, platicar tonterías o comer galletas. Lo que sea a tu lado.

–          Pero me rompiste el corazón, me duele. No te lo perdonaré por más que así quiera hacerlo, porque concluyentemente pienso que eres una mala mujer, una muy perversa y egoísta que sólo anda levantando pasiones a cada paso que da.

–          Me duele que pienses eso de mí, me duele mucho, porque tal pareciera que te empeñas en verme todo lo malo antes que otra cosa. ¡Soy una ínfima mortal, ya lo sé! Creéme, si intentas acercarme así a ti, estás errando el camino. Y deberías saberlo porque en ningún lado eso está considerado algo dulce o lindo, el amor no se gana a golpes o enfrentamientos, ni siquiera enojándote o enjugando lágrimas. Al final, todo eso me hace dudar acerca de tus sentimientos hacia mí.

–          Pero no se vale, porque te he abierto el corazón y lo despedazaste. Tienes novio y me has dicho palabras engañosas, creo que mientes para algo feo.

–          ¿Y eso qué? ¡Entiende que sólo importa que te quiero!

–          Pero…

(Y así sigue la conversación… circular e indefinidamente)

La cigarra

Directo de la Biblia

“¡Sigan ustedes siendo estúpidos!

¡Sigan siendo ciegos, sin ver nada!

¡Sigan tambaleándose como borrachos,

aunque no hayan tomado

bebidas embriagantes!”

Isaías 29, 9.

Mientras me disponía a pensar sobre qué escribir para el blog, en mi indecisión tomé la Biblia y me topé con esta cita al abrirla espontáneamente. No sé, al leerla me causó una sensación rara recordar aquello que dicen los católicos acerca de que cualquier respuesta está en este libro y que la indicada llega justo al momento en que ha de leerla quien la encontró. Considere, lector, que para entonces usted también la ha leído. Interesante será pensar a qué pregunta responde ésta. ¡Qué cosas!

La cigarra

Dinero habido

Debido a la situación precaria que en la actualidad se vive en el país, he tenido a bien escribir un poco acerca del dinero. Esto por creer que mucha de la violencia que se padece se relaciona estrechamente con la obtención de dinero. Robar, matar, secuestrar, distribuir droga y demás, es visible que va acorde con el afán de tenerlo o no tenerlo. Así, se abre una interesante clasificación: dinero bien o mal habido.

En supuesto, el dinero bien habido es el que se ha obtenido con un gran esfuerzo devenido de un trabajo honesto en donde no hay robo ni nada parecido, sino sólo horas de oficina, de reparación o construcción de artefactos o de investigación diligente e incluso tiempo de transportación y comidas fuera de casa. Sacrificando periodos de sueño o esparcimiento y entregándolo todo a una empresa, local o institución que remunera económicamente dicho trabajo. El dinero bien habido se deposita y retira honestamente en algún banco o se entrega en un pequeño sobre manila,  semanal, quincenal o mensualmente. Este dinero proviene de fondos rectos obtenidos de las ganancias por los servicios que, a su vez, presta quien paga. Fondos almacenados en cuentas íntegras por personas honradas e igualmente trabajadoras y servicios que verdaderamente suministran cosas útiles y nobles para una vida proba. Es, finalmente, el que cobran nuestros padres, hermanos, cónyuges y jefes, si es que no son secuestradores o algo parecido.

Por el contrario, se supone que el dinero mal habido es el que ganan y gastan los narcotraficantes, los secuestradores, los ladrones y esa gente que su fin es perjudicar o lucrar algún aspecto inconveniente para las personas. Es el que se deposita en cuentas de las Islas Canarias o que se entrega en enormes maletas escondidas en botes de basura y también el que pasa de contrabando en los aeropuertos. El dinero mal habido, en su obtención, requiere disposición para matar y morir en cualquier momento o para ser encarcelado de por vida. Es el dinero que llega en grandes cantidades rápidamente y del que el gobierno no está orgulloso de obtener del extranjero; del que no se guardan registros públicos, facturas ni recibos.

Así, la distinción se nos va de entre las manos y deja de tener la clara delimitación que nos habían prometido, porque ¿quién cumple con todos los requisitos que hacen decir que un dinero fue bien habido? La industria del vino no podría jactarse de ello, ni tampoco los abogados, por ejemplo. Además, ambas adquisiciones requieren un gran esfuerzo, encaminado a distintos ámbitos, pero al final es trabajo arduo. Cierto es que mi vecino, por ejemplo, cumple una función decorosa yendo todos los días a la fábrica, la cuestión es que en ella se elaboran diariamente millones y millones de cigarros que a la postre están matando lentamente a un número importante de personas, y el servicio dado entonces se aleja de serle valioso a una vida proba. Paralelamente, me enteré de un pueblo en el estado de Oaxaca donde la construcción de la escuela, la plaza, el parque y la iglesia fue financiada por el narco estrella de otra región, todos inmuebles que sí parecen ayudar a tener una vida más digna.

Dicen que nadie sabe para quién trabaja, yo añadiría que tampoco para qué. Las personas honradamente se emplean, ya de dónde provenga el dinero dicen que no es lo importante, pero sí importa si se quiere hacer uso de un dinero bien habido. Finalmente, ni en la concesionaria de autos ni en la agencia de viajes preguntan de dónde salió el dinero: mil pesos valen mil pesos, se hayan ganado en jornadas duras de más de 8 horas o se le hayan arrebatado a alguien saliendo del cajero automático. Eso hablando económicamente, claro.

La cigarra

Calificaciones

Es difícil comprender cómo es que un número impreso sobre un papel puede decir tanto de un estudiante. Si el número es grande, es uno bueno; de lo contrario éste es uno mediocre, flojo o tonto. Las calificaciones en orden burocrático, dicen más de lo que alguien quisiera. Claro que pensar que una cifra dice de la calidad del estudiante o del aprendizaje es algo perturbador, las más de las veces encuentro complicado establecerme en la intimidad, si lo que he aprendido de veras compete al 9 o 90% de lo que debí aprender; con mucha menos razón creo que podría alguien más evaluar cuánto ha sido el porcentaje de lo que yo he absorbido en el aula.

En supuesto, la idea de calificar al estudiante se relaciona directamente con la noción de la enseñanza, es decir, si enseño y aprende, entonces merece ser evaluado satisfactoriamente, no así de lo contrario. Pero es visible que la enseñanza le precede al aprendizaje –al menos en el modelo regular de escuela–, por lo que el problema de las calificaciones, de un modo u otro, tiene que ver con lo que ha de enseñar el que está al frente de la clase. Y el problema es serio porque si nada enseña, nada podrá evaluar, pero eso no es lo que acontece. Diariamente muchos tenemos que toparnos con la ineptitud de las personas que se encuentran dirigiendo una clase, ineptitud que, sin embargo, osa en evaluar a otros.

Diría que es aceptable que alguien evaluase o calificase a alguien más, si de veras tal se halla en posibilidades de hacerlo –y no digo en posibilidades escolares, ésas no son suficientes–, pero encontrarse francamente en dichas posibilidades requiere más esfuerzo y más mérito que ostentar un gran papel enmarcado colgado en la oficina.

La cigarra

El elefante blanco

Hoy fui a la Biblioteca Vasconcelos. He de confesar que cada vez que visito ese inmueble no puedo dejar de fascinarme con su edificio, sus colecciones, su estantería, sus huesos de ballena y cada espacio que hacen de ese lugar uno de mis preferidos para leer y escribir. De veras creo que es hermoso y por alguna extraña razón, me saca un buen lado. Mas al tiempo que voy gozándome con mi búsqueda que obliga varios pisos, tampoco puedo sacarme de la cabeza aquella vocecita cual “Pepe grillo” que recuerda y  repite los múltiples problemas en los que se ha visto envuelto el lugar, no sólo en su estructura sino aquellos escándalos con sello Fox.

Claro que el lugar sea hermoso es tan sólo mi opinión, he escuchado a muchos decir que es bastante grosero arquitectónicamente hablando. Sin duda las colecciones son carentes pues el acervo tampoco es brutal. La ballena, bueno, ni falta hace decir qué le toca a ésta. Acepto que como todo tiene fallas, pero consideraría algo osado descartarlo tan prontamente sólo por ser fabricada e inaugurada durante el gobierno del presidente caricatura. La Biblioteca Vasconcelos, tal como muchas de las obras que son entregadas presurosamente, tiene fallas en sus acabados y específicamente eso no tiene nada que ver con Vicente Fox ni con ningún otro hombre de política, el problema es por qué ésta y muchas otras se ven obligadas a entregarse con urgencia y por tanto, mal hechas e incluso inacabadas. Digamos que las obras de esta magnitud siempre han sido una manera de gritar algunos de los mínimos logros de un gobierno que de otro modo pasarían inadvertidos, en este caso, quería presumirse que México caminaría al lado de los países que tienen edificios rimbombantes para resguardar su más preciado conocimiento, ¿logro? Con razón algunos le llamaron “Elefante blanco” a la obra.

Lo que no tomó en cuenta el presidente Fox ni la entonces directora del CONACULTA, es que se necesita mucho más que una impresionante construcción para colocar a México al lado de los países con nivel cultural alto. Se necesitan libros, sí, pero más importante todavía es tener personas que lean esos libros. La cultura no se trabaja poniendo un número inverosímil de bibliotecas ni organizando miles de Ferias del Libro ni tampoco prestando libros en el Metro, la cultura se cultiva en el perfeccionamiento del hombre, proceso que implicaría un replanteamiento de la educación escolar, social y familiar. Entonces teniendo en cuenta estos asuntos, ya podríamos más fácilmente juzgar si fue o no un desacierto. Bueno, para de veras juzgar tendríamos que recordar que fue abierta en mayo de 2006 –tiempos entendidos como “electorales”–, que rebasó el presupuesto otorgado en su hechura, que sus arreglos y composturas también fueron costosos y que se presume, fue un vil desvío de gastos. Juzgar mal parece lo más sencillo.

A veces pienso que todo lo que provenga de un gobierno –sin importar sea bueno o malo– no  es sometido a juicio popular, sino que se descalifica sin más. Como si estuviese en boga estar en contra de todo lo que tenga un gramo más de autoridad que la que ostenta cada uno o como si decir “no” cuando todos dicen “sí”, fuese lo genial. Pero que quede claro, decir “no” es lo más alejado de ser radical, todo el mundo piensa que rebelarse es lo del momento y justamente por eso, dejó de serlo. Al final, si ya acepté que la Biblioteca Vasconcelos –pese a ser uno de mis lugares favoritos– tiene sus visibles fallas, poco sería que el resto aceptase que el lugar es agradable, callado y relajado; sin importar que haya sido idea del gobierno de Fox, porque realmente no creo que haya sido propiamente su idea.

 

La cigarra