Antes del atardecer

Todo aquel que ha pensado en una facultad de filosofía se queda inseguro respecto a su nivel filosófico (si es que cabe este calificativo). Pese a ello, muchos no se preocupan por elevar dicho nivel. Entre los pocos que parecen haberlo intentado figura fulgurantemente Friedrich Nietzsche. En sus conferencias acerca de la educación (más específicamente, las que se reúnen bajo el título Sobre el futuro de nuestras instituciones educativas), pretende espolearnos, me parece, a maestros y alumnos, a emprender una auténtica reflexión. No nos dice en qué consiste dicha reflexión, pero sí nos señala aspectos importantes para que los docentes no produzcan únicamente productos institucionales.
Nietzsche nos presenta una conversación, de la cual afortunadamente fue oyente y tuvo alguna participación, en un bosque bordeado por un lago. Ahí escucha mejores reflexiones que en la universidad, quizá indicándonos así que ésta no es el mejor lugar para pensar, pues se aleja de lo natural. Quizá por eso a algunos alumnos no les guste ir a la escuela. Pero no me parece que Nietzsche nos conmine a abandonar las escuelas y  refugiarnos en el bosque, sino que fortalezcamos la reflexión de las facultades sin perder de vista lo más vivo. Dicho de otra manera: que los estudiantes piensen más allá del dinero que puede ofrecerles un título universitario. Esto parece poder hacerse hasta en la universidad, siempre y cuando haya más de uno que así lo quiera; si algún solitario se echa en la espalda la piedra monumental de intentar una reflexión filosófica en la universidad (como el profesor, presentado por Nietzsche, que se queja con su maestro) parece estar condenado a la tristeza y el fracaso. Por ello, el pequeño grupo de conversadores que presencia el pensador alemán, parece mostrársenos como la génesis de una ardua reflexión que puede hacerse en la universidad; no se han de limitar a ésta, pues incluso su comienzo se da fuera de ella. Dicho grupo parece tener como cinta unificadora ideas semejantes, ánimo reflexivo y una estrecha, aunque incipiente, amistad. Si alguno de estos tres elementos falla, el camino se puede desviar y llevar a parajes, inclusive, sin salida. El sendero es complicado, insospechado, pero parece ser lo más pleno, lo mejor, al finalizar el día.

Yaddir

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