Derrotado y con la nariz rota yacía el asaltante que unos minutos atrás había amenazado la vida de Raul con un desarmador. ¡Dame tu teléfono y tu cartera! Dijo en voz baja poniendo el arma en contra del cuerpo del pobre muchacho, quien dando un grito de miedo, golpeó el rostro de su asaltante sin querer. Libre de toda amenaza, con el malhechor derrotado, se quedó mirándolo desde las alturas y sin el menor escrúpulo, le cobró por el susto robando la cartera y los zapatos del abatido asaltante. Luego se fue silbando admirado de su buena suerte.