Negamos a Dios, porque necesitamos de fe, negamos la fe señalando que es ciega e irracional. Pensamos que el individuo no es ni ciego ni irracional y negamos los límites del mismo afirmando que todo en su vida es producto de su voluntad. Cobijamos la confianza en el poder de la voluntad pensando en conquistadores como Julio César o Alejandro; y nos pensamos como ellos sin ver que nosotros somos los conquistados. Negamos nuestra esclavitud juzgando superior al yo consciente y despierto respecto a los otros dormidos y enajenados.
Confiamos ciega e irracionalmente en todo lo que es opuesto a lo que negamos y no vemos por ello lo que perdemos en lo que afirmamos.
Maigo.