Arrepentimiento moderno

En el diario íntimo de un hombre, atormentado por el dolor de un gran descubrimiento, vi la siguiente entrada. En ésta el sujeto solicitaba que quien leyera le diera escapatoria a sus palabras; las cuales me dedico a transcribir. Y lo hago por chismosa, si no, por qué leer intimidades, y quizá esperando que los dolores de este hombre para alguien puedan servir. Le doy pues la palabra y dejemos que lo no íntimo salga de entre lo que sí lo es, y aunque algunas partes del texto son ilegibles procuro dar lo que de éste se conserva íntegro:

Invierno del año 1**7 de la era de Nuestro Señor.

Puse mis esperanzas en los sentidos, pero me di cuenta de que estos se engañan con facilidad, sienten calor cuando hace frío, y engrandecen lo que demasiado cerca está. Desconfiando de tan infieles guías y negando la verdad en lo que ellos pudieran decirme, confié en pesos y medidas, y con razones obtuve certezas que dejaron lejos las bellezas que antes viera con placer.

Las razones me perdieron, y a un lago me fui a llorar, sentí que el corazón me latía y dejé los pesos, las balanzas y las medidas; y decidí a mi corazón escuchar. Llanto, temor y lamentos me oprimieron sin cesar, di rienda suelta a mis sentimientos y afirmé mi libertad. Pero libre me vi solo, sin amigos para conversar, no hallé quien me diera consuelo, cada uno de quien esperé se encerró en su individualidad.

La soledad pesa y cala, no me gusta sin amigos estar. Hace frío en este invierno y no tengo con quien platicar. Pensé que era bueno estar solo, sin molestias, sin los otros, sin sus cuitas aguantar. Pero ahora, ahora que estoy muriendo, comprendo que la raíz de mi desdicha se ubica en aquello en lo que llegué a confiar ciegamente, creí que sólo de mí dependía ser feliz y que con trabajo duro y duras dudas conquistaría lo que sólo brinda la amistad.

Negué la salvación del hombre por afianzar mi grandeza, esperé ser reconocido y servido por ser grande, pero en lugar de grandezas todos nos perdimos en una mísera igualdad, estoy sólo y sin amigos con los que me pueda salvar. Mi pluma ya se debilita, ya no puedo escribir más, la muerte se acerca a mi lecho y sólo a mí me llevará, ni un amigo me acompaña, porque creí poder solo con esta horrible soledad, tengo…tarde veo que ni los sentidos, ni las razones, ni las explosiones de sentimientos me darían la salvación que pretendía conquistar…

Hasta aquí la página sobreviviente de un diario extraviado en las soledades de un viejo laboratorio.

 

Maigo.